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Cuando el empresario estadounidense Cyrus Field colocó el primer cable transatlántico en 1858, fue anunciado como uno de los logros tecnológicos más grandes de la época y se celebró con fuegos artificiales, hogueras y 100 disparos de arma de fuego. Sin embargo, el motivo de estas festividades pronto se acabó: en cuestión de semanas, el cable falló.

El 21 de septiembre, el establecimiento de otro cable transatlántico fue recibido con mucho menos ruido. No obstante, también es notable: nombrado con la palabra en español Marea, el conjunto de ocho cables de fibra óptica de 6.598 kilómetros, aproximadamente con el grosor de una manguera de jardín, es la conexión con más capacidad a través del océano. Se extiende desde Virginia Beach, Virginia, hasta Bilbao, España, y es capaz de transferir 160 terabits de datos cada segundo, el equivalente a más de 5.000 películas en alta resolución. Es propiedad conjunta de Facebook y Microsoft.

Este tipo de redes ultrarrápidas se necesitan para estar al corriente con el torrente de datos que fluyen en todo el mundo. En el 2016, el tráfico alcanzó los 3.544 terabits por segundo, aproximadamente el doble que en el 2014, de acuerdo con Telegeography, una empresa de investigación de mercado. La demanda de banda ancha internacional está creciendo 45 por ciento anualmente. Gran parte del tráfico aún proviene de los usuarios de internet, pero una porción grande y creciente se genera a partir de las grandes empresas de internet y computación en la nube que sincronizan datos a través de sus redes de centros de datos en todo el mundo.

Estas empresas solían rentar todo su ancho de banda de operadores como British Telephone y Level 3. Pero ahora necesitan tanta capacidad de red que tiene más sentido colocar sus propios conductos especializados, sobre todo en largas rutas entre sus centros de datos. El Submarine Telecoms Forum, un organismo industrial, estima que se colocaron 99.779 kilómetros de cable submarino en el 2016, en contraste con los 10.000 del 2015. Telegeography predice que se gastarán un total de 9.200 millones de dólares en este tipo de proyectos entre el 2016 y el 2018, cinco veces más que en el período anterior de tres años.

Tener una red de fibra óptica privada y submarina tiene varias ventajas, entre ellas más banda ancha, menores costos y un retraso o "demora" reducidos. Tener acceso a varios cables en distintas rutas también proporciona redundancia: si un cable se ve afectado por redes de pesca, tiburones o un terremoto, entre otras cosas, el tráfico puede redirigirse a otra línea.

Sin embargo, lo más importante es que ser propietarias de cables les da a las empresas un mayor poder de decisión en torno a cómo se maneja su tráfico de datos y cómo se actualiza el equipo.

"La motivación no es tanto ahorrar dinero", dijo Julian Rawle, un experto en la industria de los cables submarinos. "Es más el control".

Algunas personas se preocupan de que ser propietarias de los conductos que transmiten los datos de sus clientes les dará a las grandes empresas tecnológicas todavía más poder del que ya tienen, y comparan la situación con el ejemplo de que Amazon fuera propietario de las carreteras que recorren para entregar paquetes, así como de los camiones que lo hacen. A otros les inquieta que los operadores de redes convencionales puedan tener problemas para adaptar sus modelos de negocios en tanto que empresas como Facebook invaden su campo de especialización.

"Dentro de los próximos 20 años", predijo Rawle, "todo el concepto del operador de telecomunicaciones como el proveedor de la red desaparecerá".

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