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Detrás de la puerta muy fortificada de Stack's Bowers, una galería de monedas raras en Nueva York, vendedores sonrientes mostraban su preciosa mercancía cuidadosamente exhibida en prístinos gabinetes de cristal. Para el ojo no educado, parecía simple morralla.
Los numismáticos, quienes estudian la historia y el arte del dinero antiguo, ven a las monedas bien preservadas como obras maestras estéticas que valen muchas veces su valor nominal. En una subasta organizada por Stack's Bowers el 31 de marzo, un centavo estadounidense de 1793 se vendió por 940.000 dólares, convirtiéndose en el centavo más caro de la historia.
Un índice de clases de activos alternativos tangibles recopilado por Knight Frank, una firma consultora, demuestra que los rendimientos sobre las monedas raras durante los 10 años que concluyeron en el 2016 fueron de 195 por ciento, superando fácilmente al 139 por ciento del arte, el 133 por ciento de los sellos postales, la pérdida de 31 por ciento de los muebles y la ganancia de 58 por ciento del índice S&P. Las monedas son más portables que las pinturas y los muebles, y se jactan de tener una ratio valor-volumen más alta. Los sellos postales quizá sean más ligeros, pero, llegado el fin del mundo, no pueden derretirse.
Sin embargo, el mercado de las monedas raras tiene una larga historia de problemas de reputación. Lo que distingue a una moneda altamente valiosa –el lustre, la precisión de los detalles, la sonoridad y el desgaste por fricción– es imperceptible para el ojo no entrenado. Durante décadas, comerciantes en monedas deshonestos embaucaron exitosamente a inversionistas para que pagaran fuertes cantidades por monedas de baja calidad o incluso falsas.
Los días sin reglas del mercado terminaron en 1986, cuando el primer certificador de monedas independiente, el Professional Coin Grading Service con sede en California, se estableció como una autoridad en la autenticidad y la calidad. Al calificar cada moneda en una escala del uno al 70, el PCGS dio transparencia al mercado, elevando la confianza del inversionista y los volúmenes de ventas. Hoy, las ventas mundiales de monedas raras se estiman en entre 5.000 y 8.000 millones de dólares al año, y 85 por ciento del mercado está en Estados Unidos. Tan importante se ha vuelto la calificación por parte de terceros que casi todas las monedas raras vendidas en subastas en estos días han sido calificadas y precintadas en plástico con el sello de PCGS o su principal rival, Numismatic Guaranty Corporation, que tiene su sede en Florida.
Algunos culpan al propio sistema de calificación de los rendimientos estratosféricos. Los inversionistas se apegan a la calificación asignada: incluso un incremento de un punto puede duplicar o incluso triplicar el precio al menudeo de una moneda. Un dólar de plata de 1884 de la casa de moneda de San Francisco, por ejemplo, se vende en 19.500 dólares si tiene una calificación de 62, pero aumenta a 65.000 dólares con una calificación de 63.
El proceso de calificación es subjetivo; los criterios de evaluación incluyen el "atractivo visual". Scott Travers, un comerciante en monedas en Nueva York, dijo que los inversionistas a veces vuelven a presentar la misma moneda a la misma compañía 10 o 20 veces con la esperanza de una mejora en la calificación. Ya ha surgido un nuevo tipo de "calificador de calificadores", con la esperanza de infundir más disciplina calificando la consistencia de las dos calificadoras principales.