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En un depósito destartalado a orillas del río Támesis, en Londres, hay montañas de caña de azúcar cruda color caramelo. Durante siglos, ese dulce elemento ha surcado los mares y llegado a la fábrica Tate & Lyle Sugars, pegada a los muelles, para ser refinado hasta adquirir la blancura característica del azúcar.

La caña de azúcar representa cuatro quintos de la producción global de azúcar, pero solo una quinta parte de la de Europa. La mayor parte del azúcar del Viejo Continente se hace a partir de remolacha, gracias a una técnica desarrollada durante las guerras napoleónicas, cuando un bloqueo inglés afectó a las importaciones francesas de caña de azúcar.

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No es de extrañar, entonces, que la industria de la remolacha azucarera esté bien resguardada por la Política Agrícola Común de Europa. En los últimos años, sin embargo, la Unión Europea (UE) ha reformado su sistema de cuotas y subsidios para bajar los precios de los alimentos y mejorar la competitividad de sus agricultores. Por ejemplo, las cuotas de producción de leche fueron desmanteladas en el 2015. Ahora es el turno del azúcar.

A partir de octubre venidero, la UE abolirá el precio mínimo y las cuotas de producción para las remolachas. Sin embargo, sus restricciones complejas sobre las importaciones de azúcar permanecerán, así como su apoyo a los ingresos para los agricultores.

El sector de la remolacha ya ha sido reestructurado con anticipación. Los sistemas de compensación de la UE han facilitado el cierre de fábricas y una disminución del número de productores de remolacha, respaldados por el apoyo estatal.

Gracias a la tecnología de siembra mejorada, los rendimientos de remolacha han aumentado, dijo Kona Haque, de E.D. & F. Man, una casa de negocios de commodities. Esto es particularmente cierto en el "cinturón de remolacha", que comprende partes de Gran Bretaña, Francia y Alemania. Haque espera que la producción aumente más de un 17% este año, a menos que el clima sea desfavorable.

La abolición del apoyo a la remolacha también significa que la UE puede convertirse en exportador neto de azúcar por primera vez en más de 10 años, porque el azúcar de remolacha, una vez procesado, es indistinguible del azúcar blanco extraído de la caña de azúcar. En el 2005 se impuso un tope a las exportaciones, cuando la Organización Mundial del Comercio (OMC) se pronunció a favor de una denuncia de Australia, Brasil y Tailandia, de que el apoyo de la UE a sus exportaciones les daba una ventaja injusta.

Las exportaciones refinadas de azúcar blanco podrían casi duplicar a 2,6 millones de toneladas al año una vez que se retire el apoyo, dijo Claudiu Covrig de S. & P. Global Platts, un proveedor de información sobre commodities. Es poco probable que regresen pronto al pico de 7 millones de toneladas visto antes de la norma de la OMC, ya que ello requeriría una gran inversión en infraestructura de exportación. Los exportadores europeos también se enfrentarán a una mayor competencia: antiguos clientes en lugares como Oriente Medio y el norte de África crearon sus propias refinerías de caña de azúcar cuando las exportaciones de la UE se agotaron.

Cuánto aumentará la producción y las exportaciones dependerá de los precios mundiales. A medida que la industria de la remolacha se reestructuró, los precios del azúcar de la UE cayeron de más de US$ 742 por tonelada, en el 2013, a alrededor de US$ 536, a principios del 2017, cerca del precio mediano mundial del azúcar. A medida que el sector se vuelve menos protegido, parece probable que los precios de Europa seguirán más de cerca los volátiles precios mundiales del azúcar. Esto podría afectar las decisiones de los agricultores de cultivar remolachas: las fuertes caídas de los precios les disuadirían de sembrar remolachas por completo.

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