Amazon es una compañía extraordinaria. La ex librería representa más de la mitad de cada nuevo dólar gastado en internet en Estados Unidos. Es el principal proveedor de computación de nube en el mundo. Este año, Amazon probablemente gastará el doble en televisión que HBO. Sus productos físicos de marca propia incluyen baterías, almendras, trajes sastre y bocinas vinculadas a un asistente virtual activado por voz que puede controlar, entre otras cosas, las lámparas y aspersores de su casa.

Aun así, los accionistas de Amazon están trabajando con base en la premisa de que solo está empezando. Desde principios del 2015, su precio accionario se ha elevado en 173%, siete veces más rápido que en los dos años anteriores y 12 veces más rápido que el índice S&P 500. Con una capitalización de mercado de unos 400.000 millones de dólares, es la quinta compañía más valiosa del mundo. Nunca antes una empresa ha valido tanto durante tanto tiempo mientras generaba tan poco dinero: 92% de su valor se debe a utilidades esperadas después del 2020.

Eso es porque los inversionistas anticipan tanto un aumento extraordinario en los ingresos, de ventas de 136.000 millones de dólares el año pasado a medio billón durante la próxima década, como un aumento en las utilidades. Las esperanzas puestas en esto implican que probablemente se volverá más rentable que cualquier otra compañía en Estados Unidos.

El terreno para el escepticismo no puede ser mucho más fértil que este: Amazon tendrá que crecer más rápido que casi cualquier empresa grande en la historia moderna para justificar su valuación. ¿Puede hacerlo?

Es fácil enumerar algunas de las dificultades. Los rivales no se quedarán quietos. Microsoft tiene ambiciones en la computación de nube, y Wal-Mart ya tiene ingresos que se acercan a los 500.000 millones de dólares y está fortaleciéndose en internet. Si algo le sucediera a Jeff Bezos, el fundador y director ejecutivo de Amazon, el hueco sería excepcionalmente difícil de llenar.

No obstante, lo asombroso de la compañía es cuánta probabilidad tiene de alcanzar esas metas sin precedentes.

Esto se debe en gran medida al enfoque inusual de la empresa en dos dimensiones de la vida corporativa. La primera de estas es el tiempo. En una era en que los ejecutivos rutinariamente se quejan de la presión para producir resultados a corto plazo, Amazon está resueltamente enfocada en el horizonte distante. Bezos enfatiza la inversión continúa para impulsar sus dos negocios principales, el comercio electrónico y Amazon Web Services, su subsidiaria de computación de nube.

En el comercio electrónico, entre más compradores atrae Amazon, más minoristas y fabricantes quieren vender sus productos en Amazon. Eso da a Amazon más efectivo para nuevos servicios –como los envíos en dos horas y la transmisión en streaming de video y música–, los cuales atraen a más compradores. De manera similar, entre más clientes usen AWS, más puede invertir Amazon en nuevos servicios, los cuales atraen a más clientes. Un tercer ciclo virtuoso es empezar a girar en torno a Alexa, el asistente activado por voz de la empresa: conforme los programadores crean servicios para Alexa, este se vuelve más útil para los consumidores, lo que da a los programadores motivos para crear aún más servicios.

En tanto los accionistas mantengan su fe en este modelo, la elevadísima valuación de Amazon se parecerá a una profecía cumplida. La compañía podrá seguir gastando, y su gasto seguirá haciéndole más poderosa.

Su fe se sostiene gracias al historial de Amazon. Ha tenido sus fallas –su intento de producir un smartphone fue una debacle– pero el negocio está empezando a producir efectivo. El año pasado, el flujo de efectivo, antes de inversión, fue de 16.000 millones de dólares, más del cuádruple que el nivel de hace cinco años.

Si el enfoque de Amazon para los marcos de tiempo es inusual, también lo es la mera amplitud de sus actividades. La lista de competidores actuales y posibles de la compañía, según la describió en sus declaraciones anuales, incluye a empresas de logística, motores de búsqueda, redes sociales, fabricantes de alimentos y productores de "medios interactivos, físicos y digitales de todo tipo". Una envergadura tan grande es más reminiscente de un conglomerado que de un minorista, lo cual hace al precio accionario de Amazon parecer aun más inflado: los mercados bursátiles típicamente aplican un "descuento de conglomerado" para reflejar sus ineficiencias.

Muchos de estos servicios apoyan la propia expansión de Amazon y la de otras empresas. El ejemplo obvio es AWS, que soporta las operaciones de Amazon así como las de otras empresas, Amazon también renta espacio de almacenamiento a otros vendedores. Está creando un centro de carga aérea de 1.500 millones de dólares en Kentucky. Está probando tecnología en tiendas para permitir a los clientes saltarse por completo la caja registradora, y experimentando con entregas con drones a los hogares. Esas herramientas presumiblemente también pudieran servir a otros clientes.

Algunos piensan que Amazon pudiera convertirse en un nuevo tipo de empresa de servicio público: una que ofrezca la infraestructura para el comercio, desde el poder computacional hasta los pagos y la logística.

Ahí, sin embargo, radica el verdadero problema con las expectativas que rodean a Amazon. Si llega a acercarse a cumplirlas, atraerá la atención de los reguladores. Por ahora, es poco probable que Amazon desencadene una acción antimonopólica. No es todavía el minorista más grande de Estados Unidos, su mercado más maduro. Los reguladores antimonopólicos de Estados Unidos se enfocan principalmente en el efecto de una empresa en los consumidores y la determinación de precios. Visto a través de este lente, Amazon parece prístina. Los consumidores la aplauden, y es la compañía mejor considerada en Estados Unidos, según un sondeo Harris. AWS es una bendición para las empresas emergentes también.

Conforme crezca, sin embargo, también lo harán las preocupaciones en torno a su poder. Incluso sobre la base antimonopólica estándar, eso podría representar un problema: si genera tanto dinero como esperan los inversionistas, un cálculo aproximado sugiere que sus ingresos pudieran valer el equivalente de 25% de las utilidades combinadas de todas las empresas minoristas y de medios occidentales cotizadas en bolsa.

Los reguladores también están cambiando la forma en que piensan sobre la tecnología. En Europa, Google está siendo acusado de usar su influencia como motor de búsqueda para extender su poder a negocios adyacentes. La inmunidad comparativa ante la responsabilidad legal de las plataformas digitales –por la publicación de contenido incendiario en Facebook, digamos, o el escrutinio de los conductores de Uber– está siendo socavada.

El modelo de negocios de Amazon también alentará a los reguladores a pensar de manera diferente. Los inversionistas valoran el crecimiento de Amazon por encima de las utilidades, lo cual hace más tentador el establecimiento predatorio de precios. En el futuro, las compañías pudieran depender cada vez más de las herramientas ofrecidas por su rival más grande. Si Amazon se convierte en una empresa de servicio público para el comercio, aumentarán los llamados para que sea regulada como tal.

Los accionistas tienen razón en creer en el potencial de Amazon. Sin embargo, el éxito traerá consigo un conflicto con una bestia aún más fuerte: el gobierno.

Dejanos tu comentario