Una gran pregunta ha estado al acecho durante la crisis del euro: ¿deberían uno o más países miembros renunciar? ¿Podrían?
El candidato más obvio es Grecia, la nación donde comenzó el problema. Nunca cumplió con los criterios de adhesión, pero sus cifras de déficit y deuda fueron falsificadas. La crisis ha infligido agonías a los griegos. Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Unión Europea, señaló que el PIB per cápita de Grecia ha caído un 45% desde finales del 2009 y el desempleo es de casi el 50%. Este es el peor desempeño de cualquier país avanzado.
Ahora se avecina más tumulto, sobre los fondos necesarios este verano (boreal) para el tercer rescate de Grecia. El Fondo Monetario Internacional considera que Grecia nunca pagará sus deudas, que actualmente ascienden al 180% del PIB y siguen aumentando. Sin embargo, los acreedores de la zona del euro se niegan a aceptar cualquier alivio de la deuda, prefiriendo variantes de "extender y fingir" para evitar la posesión de transferencias fiscales. Mientras tanto, el gobierno de Grecia rechaza otras medidas de austeridad, siguiendo la voluntad popular de los griegos expresada en un referéndum en julio del 2015, ya que la otra opción solo era someterse a más de lo mismo.
A pesar de todo, los griegos no quieren dejar la zona euro, tal vez porque para ellos se ha convertido en algo así como Alcatraz: una prisión que mantiene a las personas encerradas principalmente haciendo que la huida sea demasiado arriesgada. Si se dispusiera de un procedimiento ordenado para abandonar el euro, la salida griega podría resultar más atractiva.
Los funcionarios dicen que no se puede hacer. Sin embargo, al menos dos veces en el 2012 y de nuevo en el 2015, el Ministerio de Hacienda alemán habló a favor de esa alternativa. Los aspectos técnicos de regresar a la dracma seguramente podrían ser administrables. Los billetes en euros existentes podrían seguir utilizándose, tal vez con un nuevo sello, como en la división de la moneda checoslovaca en 1993, pero, en cualquier caso, los pagos se hacen cada vez más electrónicamente o por tarjeta. La mayoría de los bancos griegos irían a la quiebra, pero podrían imponerse rigurosos controles de capital, como se hizo durante la crisis bancaria en Chipre, en el 2013. El Banco Central Europeo podría proporcionar al Banco de Grecia mucha liquidez. La economía griega, especialmente la industria turística, rápidamente obtendría grandes beneficios de una devaluación sustancial.
Pero fueron otras dos consideraciones las que inclinaron la balanza contra el Grexit (salida de Grecia de la UE). La primera fue la amenaza de contagio: si Grecia abandonara el euro, el mito de que no hay alternativa al euro sería instantáneamente explotado, acercando la moneda única a un régimen de cambio fijo. Los mercados podrían preocuparse de que Portugal o incluso Italia podrían seguir en la lista, presagiando el eventual colapso de la moneda. Sin embargo, Grecia representa solo el 2% del PIB total de la Unión Europea (UE), por lo que si la UE teme que la salida de una economía de este tipo pueda destruir al euro, tiene una confianza alarmantemente baja en su propia creación. Además, los cambios institucionales han proporcionado al euro defensas mucho más fuertes que las anteriores.
La segunda objeción es el costo potencial del Grexit, no solo en apoyo a los bancos y a las personas en Grecia, sino a través de los saldos "Target" (Sistema de liquidación bruta en tiempo real descentralizado para el euro compuesto por sistemas de liquidación bruta en tiempo real nacionales, el mecanismo de pagos del BCE y el mecanismo de interlinking) en el Banco Central Europeo (BCE). Esos saldos reflejan las entradas y salidas de euros en los sistemas bancarios nacionales, que suelen atraer poca atención. Sin embargo, los números han subido recientemente, una señal más de renovados nervios en el mercado.
A fines de enero, Grecia e Italia tenían saldos negativos en sus respectivos Target de más de 75.000 millones de dólares y más de 388.000 millones de dólares respectivamente, mientras que Alemania tenía un saldo positivo de casi 864.000 millones de dólares, su máximo histórico. Si un país abandonara la UE o el euro se quebrase, esos saldos probablemente se cristalizarían en reclamos genuinos –y seguramente– impagables.
Algunos economistas han sugerido que Alemania, no Grecia, debería abandonar temporalmente el euro y volver a unirse más tarde a una proporción más alta. El argumento es que las causas subyacentes de los problemas del euro son la fuerte competitividad de Alemania y su enorme superávit en cuenta corriente. Sin embargo, una salida alemana parece políticamente inverosímil porque el problema para los mercados es la permanencia de Grecia, no la de Alemania.
Los acontecimientos políticos o económicos podrían reanudar la conversación sobre el Grexit en cualquier momento. Sería prudente prepararse para lo peor y tratar de minimizar los daños colaterales.