Como sabe cualquier fanático del fútbol, poco complace más a los holandeses que derrotar a los alemanes.

Así que, mientras el país se prepara para una elección el 15 de marzo, debería estar aclamando a una economía que, después de rezagarse detrás de la de Alemania durante años, al fin está superándola. El PIB creció en 2,1% el año pasado, que fue el ritmo más rápido desde el 2007 y un desempeño más fuerte que el de sus vecinos, incluido Alemania. El desempleo ha caído a 5,3%, y hay más personas empleadas que antes de la crisis financiera del 2007-2008.

Después de años de austeridad, los hogares están gastando de nuevo, gracias a una fuerte recuperación del mercado inmobiliario y a los salarios en alza. Las finanzas del gobierno son sólidas. Este año, el presupuesto pudiera estar equilibrado, incluso quizá registrar un superávit, y la deuda pública podría descender por debajo del 60% del PIB.

Sin embargo, este panorama soleado no ha levantado el estado de ánimo de una campaña electoral áspera.

Eso no es tan sorprendente. Marieke Blom, la economista en jefe del banco ING, atribuye la estimación positiva mayormente a las duras reformas gubernamentales durante los últimos años; particularmente elevar la edad de retiro a 67 años, a partir del 2021, y reformar el financiamiento del sistema de atención médica. Sin embargo, años de reforma, austeridad y recesión han cobrado su precio. Los encuestadores predicen fuertes votaciones para los partidos que se quejan como los socialistas y el PVV de Geert Wilders, un populista contrario a la inmigración.

Niek Stam, un líder sindical, dijo que los estibadores en el puerto de Rotterdam votarán por Wilders; no porque sea racista, sino porque temen por sus empleos, los cuales están siendo amenazados por robots, y temen por sus pensiones, las cuales ven alejarse conforme aumenta la edad de retiro. Refiriéndose al Brexit, Stam dijo que algunos piensan que "quizá deberíamos hacer lo que están haciendo los ingleses, porque la globalización también perjudica".

El ministro de Finanzas, Jeroen Dijsselbloem, reconoció que, pese a los pronósticos positivos, "muchos de nuestros votantes ya han pasado algunos momentos duros". Tan truculento es el estado de ánimo que un sondeo realizado en mayo del 2016 por Ipsos encontró que, en un país alguna vez entusiasta respecto de la Unión Europea, 46% ahora favorece un referendo del "Nexit" sobre si salirse también.

Sin embargo, son precisamente lugares como Rotterdam, la "puerta hacia Europa" de Holanda, los que tienen más que perder en cualquier retroceso de la globalización. Durante los últimos 20 años, las lucrativas reexportaciones de Holanda –computadoras embarcadas desde China, digamos, y luego enviadas a Alemania– han cuadruplicado su valor.

Por tanto, el Brexit y un Estados Unidos proteccionista bajo la presidencia de Donald Trump amenazan a Holanda más que a la mayoría. En un reporte de otro modo optimista sobre las perspectivas del país, la Comisión Europea identifica a los riesgos relacionados con el Brexit como un talón de Aquiles. Las agencias calificadoras sitúan a Holanda, junto con Bélgica, Irlanda y Malta, entre los países con alto riesgo por el Brexit. Por valor añadido, Gran Bretaña es el segundo mercado de exportación más grande de Holanda, detrás solo de Alemania.

Alrededor de 80% de las flores y 70% de las plantas que Gran Bretaña importa provienen de Holanda. Los cultivadores pudieran resultar particularmente afectados si el Brexit conduce a nuevas barreras comerciales.

En una audiencia parlamentaria el mes pasado, representantes de otras industrias holandesas expresaron preocupaciones similares. El cabildeo de la pesca enfatizó cuánto necesita acceso a las aguas británicas: 60% de la pesca de Holanda, incluido el 90% de su amado arenque, es capturado ahí.

Las exportaciones agrícolas y alimentarias a Gran Bretaña tuvieron un valor de 9.800 millones de dólares el año pasado. El cabildeo agrícola dice que ya está sufriendo por la debilidad de la libra esterlina, lo cual hace a sus productos 20% más caros, y le preocupa que la política agrícola de la UE se vuelva más impulsada por los subsidios cuando Gran Bretaña ya no tenga un lugar en la mesa.

La oficina de política económica del país, la CPB, ha estimado que un Brexit "duro" en el cual el comercio británico se rija solo por las reglas de la OMC, costaría a la economía holandesa entre 1,2 y 2% del PIB para el 2030.

Gran Bretaña tampoco es el único dolor de cabeza: las exportaciones a Estados Unidos –y por tanto la amenaza de aranceles estadounidenses– también importan desproporcionadamente a los holandeses: 3,4% del PIB, comparado con 2,6% en promedio para la UE, y 300.000 empleos dependen de ellas.

Es innecesario decir que un Nexit causaría mucha más turbulencia. Abandonar a la UE golpearía a Holanda mucho más duro que el Brexit a Gran Bretaña, dijo Wim Boonstra, un economista de la rama de investigación del Rabobank.

"Somos el segundo exportador de productos agrícolas más grande del mundo", explicó. "Sin el libre comercio, nos ahogaríamos en leche y queso".

En su época de oro, el país se enriqueció navegando los mares y comerciando mundialmente, y según muchos parámetros sigue siendo la economía más abierta del mundo. Hoy es el quinto exportador de productos más grande del mundo. Un tercio de su PIB proviene de exportar bienes y servicios.

Pocos países tienen tanto que perder en un mundo en el cual se levanten los puentes levadizos y los barcos sean mantenidos en el puerto.

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