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Sentado en la vereda de la secretaría del gobierno estatal de Lagos, Empero hojea los periódicos buscando un trabajo. "Estamos sonriendo y nos estamos muriendo", dice el hombre de 36 años, un planificador de comercio de la ciudad. Los nigerianos son conocidos por sus frases dramáticas. Pero los acontecimientos recientes en ese país pueden justificar tal retórica. La economía retrocedió un 1,5% en el 2016. La inflación se ha más que duplicado hasta el 18,7% en 12 meses. Mientras tanto, el presidente, Muhammadu Buhari, se mantuvo fuera del país desde el 19 de enero último, recibiendo tratamiento por una enfermedad no revelada. No podría haber un peor momento para que el ex dictador militar de 74 años se enfermara. Pero se lo puede responsabilizar en gran parte de los problemas económicos actuales de Nigeria.

Buhari fue elegido en marzo del 2015 prometiendo derrotar a Boko Haram, el grupo yihadista que aterroriza al Nordeste del país, y para combatir la corrupción endémica. Tenía de su lado una ola de esperanza. Él era el primer líder nigeriano de la oposición que se había impuesto pacíficamente en las urnas, a pesar de su pasado autoritario.

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Hay que decir que, en términos de la seguridad nacional de Nigeria, hizo progresos: Boko Haram, ahora dividido en dos facciones, ya no controla ninguna ciudad grande. Pero está lejos de haber sido derrotado, como el gobierno ha reivindicado repetidamente en los últimos años. Con muchos agricultores todavía con miedo para regresar sanos y salvos a sus campos, el hambre acecha la región: 450.000 niños están gravemente desnutridos. En otros lugares, los enfrentamientos entre pastores musulmanes Fulani y gran parte de los agricultores cristianos en el sur de Kaduna, en el frágil cinturón medio de Nigeria, han causado la muerte de al menos 200 personas desde el pasado diciembre. La producción de petróleo no se recuperó completamente después de que militantes hambrientos de dinero atacaran tuberías y aparejos en el delta del Níger el año pasado. Y en lo que hace a la lucha contra la corrupción, varios peces gordos fueron arrestados y bolsas de dinero incautado desfilaron ante los medios de comunicación. Sin embargo, aún no ha habido sentencias de alto perfil. El estado puede estar siendo bajo el mando de un ex hombre fuerte, pero sigue siendo fundamentalmente débil.

Sin embargo, es la turbulenta economía la que se destaca ahora en el país más poblado de África. Buhari asumió la presidencia de Nigeria poco después del colapso de los precios mundiales del petróleo. Pero en lugar de aceptar la realidad (las exportaciones y los ingresos del gobierno están dominados por los rendimientos del oro negro), volvió a las políticas que puso en práctica cuando llegó al poder en la década de 1980, es decir, apuntalar la moneda. Esto ha llevado a la escasez de divisas, afectando a las importaciones. En junio del 2016, el banco central liberó al naira de su anclaje de 197-199 frente al dólar, pero entró en pánico cuando se hundió, volviéndolo a fijar alrededor de 305. Los controles cambiarios siguen siendo draconianos. En consecuencia, muchos inversionistas extranjeros simplemente se marcharon, en vez de tener que esperar interminablemente para repatriar sus beneficios. "Prácticamente no se puede invertir en él", dijo uno de ellos. Los importadores que no pudieron conseguir dólares fueron destrozados. "Hacerse cargo de una mala situación y tornarla peor requiere un poco de esfuerzo", sentenció Manji Cheto, analista de Teneo Intelligence, parte de una consultora estadounidense.

Para el 20 de febrero el naira se había hundido a 520 en el mercado negro. Desde entonces, se recuperó en torno al 13% después de que el banco central liberara dólares y permitiera a los nigerianos ricos comprarlos a bajo precio para pagar las tasas escolares en el extranjero. Sin embargo, es probable que el respiro sea temporal. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que el naira debe flotar libremente. Egipto, que devaluó la libra en noviembre a cambio de un rescate de 12.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, es un ejemplo frecuentemente citado. Después de caer bruscamente, encontró un piso antes de rebotar como la moneda con mejor desempeño en el mundo este año. Sin embargo, los funcionarios nigerianos se preocupan de que el inevitable aumento de la inflación podría dar lugar a disturbios, sobre todo si se ven obligados a subir los precios subvencionados de la gasolina. También es un anatema para Buhari, quien se cree que culpa a una devaluación aconsejada por el FMI por el golpe de Estado que lo expulsó del poder en 1985. "Todos saben lo que tiene que ocurrir", expresó un funcionario occidental de la nominalmente independiente dirección del banco central. "Pero de alguna manera no se atreven a hacerlo", añadió.

El FMI prevé que la economía de Nigeria crecerá un 0,8% este año. Esto estaría muy por detrás del crecimiento demográfico de alrededor del 2,6%. Pero el gobierno asume cualquier recuperación como una victoria. "Ese es el verdadero peligro, que tomarán eso como validación de que sus políticas están funcionando", dice Nonso Obikili, un economista. Mientras tanto, Nigeria continúa sacando costosos préstamos nacionales y extranjeros. Si bien la deuda sigue siendo relativamente baja como proporción del PIB, en torno al 15%, el servicio de la misma está consumiendo un tercio de los ingresos del gobierno. Después de que una emisión de Eurobond de 1.000 millones de dólares obtuviera casi ocho veces más demanda que la propia oferta, planea emitir otros 500 millones de dólares este año. Los funcionarios también dijeron que quieren pedir prestado por lo menos US$ 1 mil millones más del Banco Mundial. Eso depende de una reforma.

Si Buhari permanece en Londres mucho más tiempo, su ausencia podría proporcionar una ventana para que el tecnocrático vicepresidente de Nigeria, Yemi Osinbajo, impulse una devaluación adecuada. Osinbajo, actualmente a cargo, ha demostrado ser un antídoto enérgico a su pesado jefe, visitando el Delta para las conversaciones de paz y anunciando medidas destinadas a impulsar la posición de Nigeria en el ranking del índice de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial, en el que actualmente ocupa el lugar 169 de los 190 que existen.

Buhari llamó al gobernador de Kano durante una reunión de oración el 23 de febrero para decir que se sentía mejor, la primera vez que los nigerianos habían oído hablar de su presidente desde que abandonó el país. Pero el estado de su salud aún no está claro (los asistentes han dicho solo que necesita más descanso). El nombramiento de Osinbajo como presidente interino ha seguido el protocolo constitucional. En el 2010, por el contrario, tomó tres meses para que Goodluck Jonathan, un sureño, fuera autorizado a gobernar mientras Umaru Musa Yar'Adua, el presidente norteño, moría en Arabia Saudita. Hay fantasmas de esa lucha por el poder en los rumores de que los aliados más cercanos de Buhari están maniobrando para tratar de mantener la presidencia con un norteño si su jefe muere o se ve obligado por la mala salud a renunciar. Eso podría dividir al partido gobernante, el Congreso de Todos los Progresistas, en tres o cuatro facciones, desestabilizando la formulación de políticas. La mejor alternativa para que Nigeria logre las reformas que tanto necesita y a corto plazo, probablemente sea que el presidente Buhari siga descansando en Londres por un tiempo más.

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