THE ECONOMIST
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¿O es más un Mao?
Una canción popular sobre Xi Jinping, el presidente de China, comienza: "De China viene papá Xi". Es un eco deliberado de un himno de la Revolución Cultural que comenzaba: "El Oriente es Rojo. Está amaneciendo. De China viene Mao Zedong".
La idea de que Xi tiene atributos parecidos a Mao es moneda común. El manifiesto del Partido Republicano de Estados Unidos, que el presidente Donald Trump profesó cuando estaba haciendo campaña para la presidencia el año pasado, habla sobre el "retorno al maoísmo" de China y de su "culto revivido de Mao". The Economist ha ilustrado su portada con un dibujo de Xi con un traje de Mao, aunque con la reserva de que "Xi no es Mao". Ahora, la decana de las académicas estadounidenses analistas de China, Alice Miller, del Hoover Institution (Universidad de Stanford), ha propuesto una comparación alternativa. En un artículo para la revista online de Hoover, China Leadership Monitor, ella argumenta que el modelo de Xi no es Mao, sino Deng Xiaoping.
Miller toma nota de las invocaciones de que Xi es Mao 2.0. El difunto presidente dijo que quería crear "gran desorden bajo el cielo". Xi, por el contrario, es un monstruo del control. Mao creía que la "lucha de clases" podría conducir a China a un paraíso comunista en cuestión de años. Xi dice que el Partido Comunista convertirá a China en un país "moderadamente próspero" hacia el 2021, un siglo después de la fundación del partido. Mao pensó que las turbas de los Guardias Rojos eran necesarias para disciplinar al partido. Xi dice que el propio organismo anticorrupción del partido debe hacer eso.
Hay, sin embargo, una serie de intrigantes paralelos con Deng. La antología oficial de Xi, llamada "La Gobernanza de China", tiene muchas más referencias a los discursos de Deng que a los de Mao. El libro menciona la apelación de Deng en 1992 para la creación de una "economía socialista de mercado" (es decir, capitalismo bajo la mano del partido). Xi dice que eso es lo que él quiere, también. En el 2016, Xi actualizó una de las primeras reformas de Deng destinadas a poner fin a la lucha intrapartidista de la era de Mao: un conjunto de reglas que dicen a los miembros del partido cómo tratar a los demás. Para Miller, esto es más que una postura. Ella cree que Xi quiere una nueva campaña para la reforma económica que coincida en escala e importancia con la que causó Deng. Se podría añadir que Xi es despiadado al usar la fuerza contra las amenazas percibidas hacia el partido, como lo fue Deng, el reformista que ordenó a las tropas matar a manifestantes prodemocracia en la Plaza Tiananmén, en 1989.
Pero las diferencias entre Xi y Deng son, como mínimo, tan grandes como las del líder actual de China y Mao. Deng podría ser vigorosamente pragmático. "No importa si un gato es negro o blanco", dijo el gran sobreviviente del partido, "siempre y cuando atrape ratones". Xi prefiere hablar como un tradicionalista. Uno de sus primeros actos, después de asumir el cargo de jefe de partido, fue establecer un Centro Nacional de Ideología para inculcar la sabiduría marxista en los miembros del partido. También ha impartido conferencias interminables en las universidades acerca de la necesidad de poner el marxismo en el centro de la vida universitaria. El pragmatismo de Deng era evidente en su abordaje contra la corrupción. Él toleró una cantidad modesta de ella entre funcionarios, una manera de alzar la moral después de las purgas y de las denuncias de la era de Mao. Xi, por su parte, ve a la corrupción como una amenaza existencial para el partido: su campaña en contra de ella ha dado como resultado unas 750.000 personas acusadas de corrupción en los últimos tres años.
La forma en que Xi maneja el poder es también distintiva. Deng trató de establecer un sistema de gobierno en el que se suponía que las instituciones importaban más que las personas en ellas. Xi es más un autócrata. Ha logrado reunir más poder formal que cualquiera de sus predecesores y ha sido mucho más reacio que Deng a delegar la responsabilidad a sus subordinados.
Es bastante forzado sugerir, como lo hace Miller, que Xi y Deng están igualmente comprometidos con la reforma económica. Miller dice que los observadores impacientes deben "adoptar una visión larga". Cuando dio a conocer sus planes para la reforma económica en el 2013, Xi pidió "avances decisivos", mientras que permitía siete años para que se logren. Se podría pensar en un líder demasiado preocupado, pero más de la mitad de ese tiempo se ha pasado con poco para mostrar al respecto. ¿No debería haber ya más reformas?
Como señala Miller, Xi no trata de presentarse como algo nuevo. Prefiere ser visto como el último en una línea ininterrumpida de líderes comunistas, volviendo a Mao. Xi critica a los historiadores que retratan el gobierno del partido como dividido en una era maoísta y una dengista. Es evidente que le preocupa que tal idea anime a la gente a ver contrastes entre los dos períodos y que concluyan que los días Mao se distinguían por su caos y crueldad. Eso socavaría la legitimidad de Mao como fundador de la República Popular y, por tanto, la legitimidad del propio partido.
NO ES EL TODOPODEROSO
Cuando Xi se hizo cargo del liderazgo chino, no fue como resultado de un impulso hacia el poder, motivado por un deseo de cambiar las cosas. Él se había preparado durante años para ese puesto. Miller lo llama la encarnación de un "consenso más amplio de la élite". Muchas de las políticas asociadas con él comenzaron durante los últimos años de su predecesor, Hu Jintao. Fue Hu quien comenzó la represión contra la sociedad civil que Xi ha expandido. Los pasos para reconcentrar la autoridad en el liderazgo central comenzaron también bajo Hu.
Xi es a menudo descrito como el más poderoso líder chino desde Mao. Sin embargo, hay límites a su libertad de acción. Los amplios objetivos de su liderazgo –incluyendo el de afirmar el poder de China en el extranjero de manera más sólida– se fijaron antes de que él asumiera el cargo. Las decisiones y los argumentos que han ocurrido bajo él tienen más que ver con el ritmo del cambio que con la dirección general, con medios y no con fines. Xi es un dictador, pero es uno con extrañas limitaciones.