Un jubilado británico de 64 años, aficionado a las matemáticas, ha sorprendido a los expertos en geometría con un descubrimiento inédito: un polígono que se puede ensamblar al infinito, sin recrear a su vez la misma forma a una escala mayor. Cualquier forma geométrica bidimensional, como por ejemplo un rombo, que se vaya ensamblando sobre una superficie plana, acabará formando a su vez un rombo mayor.
Pero esto no es lo que sucede con el denominado “sombrero” de 13 lados que se inventó David Smith en marzo pasado. Se trata de un “monotilo aperiódico”, es decir, de una forma única y que no genera un patrón repetitivo. En el jargón matemático, es un “einstein”, sin que esta palabra aluda al genio alemán que descubrió la teoría de la relatividad.
“Einstein” proviene del alemán “ein stein”: “una piedra”. Descubrir un “einstein” era un desafío en el mundo de la geometría desde hace 60 años. A medida que el descubrimiento ha ido ganando popularidad, los fans de este modesto jubilado de East Yorkshire, que trabajaba en una imprenta, han empezado a estampar el polígono en camisetas, o a cocinar galletas con esa forma.
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Ahora David Smith acaba de volver a demostrar su genio con una nueva “pedrada”: un nuevo polígono bautizado “espectro”. El único inconveniente del “sombrero” era que cada siete veces había que imprimirle un giro, para evitar la aparición de la misma forma.
Con el “espectro”, que Smith acaba de crear con la ayuda de tres matemáticos, no hace falta girar el monotilo. Es “una historia divertida y casi ridícula, maravillosa”, declaró a la AFP Craig Kaplan, profesor de informática de la universidad canadiense de Waterloo.
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Este nuevo “espectro” ya ha sido puesto a prueba mediante potentes programas informáticos. A la espera de la publicación de dos artículos científicos que demostrarían la efectividad de este monotilo, los expertos se declaran fascinados.
Ambas formas son “impresionantes”, en palabras de Doris Schattschneider, matemática de la universidad de Moravia (Pensilvania), mientras que el Premio Nobel de Física 2020, Roger Penrose, especialista en la materia, tiene previsto participar en un evento en Oxford en junio, para celebrar el acontecimiento.
Fuente: AFP.
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Científico gana Oscar de Ciencia por tratamiento para combatir el cáncer
- AFP.
El científico franco-canadiense Michel Sadelain recibió en Los Ángeles el Oscar de la Ciencia por su investigación sobre la modificación genética de las células inmunitarias para combatir el cáncer. El ingeniero genético obtuvo el Premio Revelación en una ostentosa ceremonia a la que asistieron gigantes tecnológicos como Elon Musk y Bill Gates, y celebridades como Jessica Chastain, Robert Downey Jr. y Bradley Cooper. Su trabajo llevó al desarrollo de una nueva forma de terapia llamada CAR-T, que ha demostrado una eficacia excepcional contra ciertos cánceres de la sangre.
“Es un reconocimiento extraordinario”, dijo Sadelain a la AFP en la alfombra roja del Museo de los Oscar. “Es un honor aún mayor porque (...) mis colegas científicos me dijeron durante mucho tiempo que nunca funcionaría”. Sadelain compartirá el premio de 3 millones de dólares con el inmunólogo estadounidense Carl June, quien también dirigió una investigación innovadora en este campo, independientemente de su coganador.
Tras instalarse en el Centro Oncológico Memorial Sloan Kettering de Nueva York, desarrolló una forma de utilizar un virus desactivado para reprogramar genéticamente las células T humanas de modo tal que desarrollaran estructuras en forma de garras llamadas receptoras de antígenos y pudieran atacar a células cancerígenas específicas.
Más allá de reconocer el cáncer, estas células T receptoras de antígeno quimérico (CAR), como las nombró Sadelain, recibieron instrucciones genéticas para armar un ejército dentro del cuerpo que permi tiera eliminar al enemigo. El tratamiento ha demostrado ser eficaz contra el linfoma, determinadas leucemias y el mieloma, un cáncer de la sangre grave y complejo. Sadelain espera que la investigación permita “aplicar este tratamiento a otros cánceres”. Uno de los principales desafíos es reducir el costo del tratamiento, de más de 500.000 dólares.
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Investigadoras paraguayas redescubren una especie de hongo desaparecido hace más de un siglo
Por Lourdes Torres - Periodista - lourdes.torres@nacionmedia.com
El Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología (Conacyt) informó sobre un importante hallazgo que lograron las investigadoras paraguayas Michelle Campi, Yanine Maubet, y Brenda Veloso, tras una jornada de campo en la granja ecológica Ñandu’a, Itá, situada en el departamento Central.
Allí han reencontrado una especie de hongo que se tenía como desaparecido hace más de un siglo y considerado como una leyenda en los círculos de la micología paraguaya. Se trata del hongo denominado “Rickiella edulis”.
El redescubrimiento de esta especie se dio este miércoles, 10 de abril de 2024, tras 127 años de la última vez que se ha registrado su hallazgo. En conversación con La Nación/Nación Media, MSc. Michelle Campi comentó que este hongo había sido descubierto por primera vez en Paraguay por Carolo Spegazzini.
Su descubrimiento se había registrado en 1897 en la compañía Guarapí, del distrito de Yaguarón, en el departamento de Paraguarí. Tiempo después, no se volvieron a reportar otros hallazgos. Spegazzini es considerado el padre de la micología de Paraguay y Argentina.
Tras más de un siglo, tiempo en el que se consideró desaparecido del radar científico paraguayo, el hallazgo de estas investigadoras categorizadas en el Programa Nacional de Incentivo a los Investigadores (PRONII) del Conacyt resulta sumamente importante.
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Michelle Campi explicó que Spegazzini lo llamó “Rickiella edulis”. Edulis significa comestible. “Desde esa vez en Paraguay nunca más se reportó, mientras que, en Argentina y Brasil, recientemente hablaron de que se creía extinta a esta especie”, explicó.
En Brasil hubo poquísimos registros y lo mismo en la Argentina, donde se lo catalogó como una especie en peligro de extinción. Además de que el factor más determinante para eso, es que no se tiene más el hábitat, por lo que se estima que hay como unos 2000 individuos, que es recontra poco para la ciencia”, indicó.
Ante esta situación, Campi explicó que sus colegas de Brasil le alentaron a llevar adelante una investigación, así que con el apoyo de la doctora Larissa Trierveiler Pereira, junto con su equipo brasileño, y en colaboración con su equipo paraguayo, iniciaron la tarea. El proyecto fue denominado “Estudio poblacional, caracterización molecular y conservación ex situ de especies de hongos comestibles sudamericanos en peligro de extinción Rickiella edulis”.
“En el marco de este proyecto, yo no sabía cómo empezar a buscar el hongo, entonces fuimos hasta el Brasil, estuvimos en febrero, donde nos mostraron cómo es y cómo buscarlo. Volvimos a Paraguay, comenzamos la búsqueda por el Alto Paraná, Ybycu’i, (Paraguarí) y Central, pero no encontramos nada por la sequía que tuvimos”, relató.
Este equipo de investigadoras trabaja en el laboratorio de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Facen), que aprovechando el paro universitario decidió viajar hasta la granja ecológica Ñandu’a , ubicada en Itá, departamento Central. Allí, este miércoles 10 de abril del 2024, lograron registrar el hallazgo de la especie del hongo Rickiella edulis, tras 127 años de su último registró.
Este hongo ahora recibe el nombre popular de “Quesito Suizo”, que le puso la investigadora brasileña Larissa Trierveiler, por su aspecto al queso gruyere, explicó la profesional paraguaya.
Siguiente paso de la investigación
“Capaz ahora tengamos que ampliar la recategorización, el grado de amenaza de la especie, porque ahora ampliamos la distribución y eso es algo sumamente importante para todas las personas que trabajamos con la lista roja en el neotrópico”, comentó la investigadora.
Agregó, que además, “esto motivará al propietario del lugar a conservar el lugar, diciendo que en el lugar hay una especie en peligro de extinción. De ahora en más nos tocará aislar la cepa, estudiar al hongo vivo que servirá como reservorio genético, que nos servirá en el laboratorio para reproducir”, precisó.
Este importante hallazgo no solo revive la leyenda de un hongo perdido, sino también impulsa la cooperación internacional en la conservación de especies nativas y el estudio de los hongos en regiones no exploradas. Además, el proyecto contempla la conservación ex situ, el cultivo, el estudio morfológico y análisis molecular para su correcta clasificación taxonómica.
“El redescubrimiento, sin duda alguna, es un aporte al conocimiento de distribución de la Rickiella edulis que durante tanto tiempo fue considerada extinta en Paraguay. Los esfuerzos cooperativos internacionales entre micólogos del neotrópico, afianzan las estrategias de conservación de especies nativas y ayudan al desarrollo del estudio de los hongos en regiones antes no exploradas”, concluyó.
Las claves
*Tres investigadoras paraguayas redescubren una especie de hongo que se tenía por desaparecido en Paraguay.
*La investigación se llevó a cabo por aliento de colegas brasileños encabezado por la Dra. Larissa Trierveiler Pereira.
*El hallazgo permitirá ampliar la recategorización del grado de amenaza de la especie, lo que motivará a los propietarios de reservas naturales privadas contar con mayor apoyo para la conservación del lugar.
*La cooperación en la investigación a nivel internacional, afianzan las estrategias de conservación de especies nativas.
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De Oppenheimer, Einstein, Francisco, Putin, Stoltenberg, la bomba, la guerra y la paz
¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la paz un líder religioso, aunque sea también un jefe de Estado? ¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la guerra un funcionario político y administrativo de una alianza militar?
- Por Ricardo Rivas
- Periodista X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza / AFP
En 1991 llegué a Berlín. Dieciocho meses antes había caído la medianera que partía en dos aquella ciudad. Los debates aturdían. ¿Para qué lado cayeron los escombros? ¿Desde qué lugar llegó el impulso final? Los relatos conspiranoicos se multiplicaban. El canciller Helmut Köll rápidamente decidió la reunificación de Alemania sin atender a quienes lo objetaban por razones económicas y financieras. La capital alemana todavía estaba en Bonn.
En el lugar donde desde agosto de 1961 estuvo emplazado “checkpoint charlie” entre 1945 y 1990, quienes parecían ser exsoldados del otrora poderosísimo Ejército Rojo, allí mismo vendían completas o en parte la indumentaria con la que se constituían sus uniformes. Capotes, botones, jinetas de grado. Todo estaba en venta.
Caminar por los pocos espacios libres en medio de cientos de visitantes que andaban por allí obligaba a la lentitud. La mayor demanda en aquel lejano mes de abril eran los ushanka (sombrero de piel con orejeras) grises con la estrella roja incrustada al frente de los que se despojaban quienes aseguraban ser militares desmovilizados y no tener para comer.
Algunos, unos pocos –muy pocos– también ofrecían uniformes norteamericanos, británicos y hasta algunos cascos franceses. Todo para mirar. Todo para ofrecer. Todo para comprar. Todo para llevar como recuerdos de una época que se significaba como el inicio del pacifismo real.
Parado exactamente debajo de las majestuosas Puertas de Brandeburgo los contrastes visuales eran intensos. A un lado las construcciones modélicas de una sociedad capitalista renana –sin exagerados lujos consumistas– pujante, en movimiento intenso y con colores vivos en todas partes. Al otro lado, enormes bloques con apartamentos pintados en la gama de los grises, con las calles casi vacías y las plazas públicas desiertas. El movimiento era escaso. Escenarios bien distintos, por cierto.
Estuve allí solo un par de días. Con un nutrido grupo de compañeros becarios con los que estudiábamos y nos formábamos sobre el proceso de reunificación viajamos unos 610 kilómetros hacia el sudeste para instalarnos en Koblenz (Coblenza), cortada al medio por el Rin en el punto exacto en que confluye con el Mosela, rodeada de viñedos.
BIPOLARIDAD EXTREMA
Corazón del estado federado de Renania-Palatinato, nos explicaron que esa belleza natural en tiempos de bipolaridad extrema era el espacio en donde –según las hipótesis de conflicto políticas y militares– podrían haber llegado cargados de muerte los misiles de corto alcance de las tropas del Pacto de Varsovia que nunca fueron (afortunadamente) disparados.
Allí supimos que miles de soldados alemanes en algunos casos subordinados a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), con motivo de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), fueron desmovilizados. No eran profesionales de ninguna otra especialidad que la de hacer la guerra.
En Koblenz se vivía en paz “después de casi 40 años de preocuparnos por ser el campo de batalla inmediato de una posible guerra nuclear”, nos dijeron grupos de residentes. En los hoteles en donde nos alojábamos también lo hacían militares que se formaban en la protección del medioambiente. El Estado alemán intentaba reciclarlos para reinsertarlos en la sociedad civil pacificada.
Regresar a Berlín fue diferente. Sabíamos mucho más sobre los efectos políticos y sociales del fin de la Segunda Guerra Mundial, sobre el devenir de la Guerra Fría y pensábamos en las posibilidades reales de la paz, que no imaginábamos ni veíamos con claridad.
Recuerdo que por esos días llegué hasta el punto medio del puente Glienicke, con el que se cruza el río Havel, para viajar desde Berlín hacia Postdam y allí detuve mi andar. En silencio miré hacia ambos lados de esa construcción a la que Steven Spielberg, cuando finalizaba 2015, llamó el Puente de los Espías. No había puestos de vigilancia ni reflectores. Tampoco alambres con púas, soldados soviéticos ni de la NATO armados hasta los dientes. Se circulaba sin limitaciones. Sin peligros.
Durante casi una hora caminé de regreso al punto de encuentro muy cercano al que fuera el búnker donde Adolf Hitler y su estado mayor se convencieron de la derrota y entraron en pánico por la llegada del Ejército ruso hasta el escondite del dictador genocida.
“DISUASIÓN”
En aquella caminata silenciosa creí comprender (e imaginé, como los habitantes de Koblenz) que los líderes de entonces planificaban y construían por y para la paz. Pensé que el modelo geopolítico de posguerra para disuadir y persuadir a partir de la exhibición obscena de los arsenales nucleares que las partes poseían para convencer al adversario de la inviabilidad de una guerra atómica que destruiría a la humanidad se había derrumbado para siempre. ¿Soñé demás cuando tenía 40 años? Tal vez, sí. ¿Se iniciaban los tiempos de la multipolaridad? Quizás.
Alguna vez Albert Einstein sostuvo que “el tiempo no puede definirse en términos absolutos” porque “es relativo” y, en consecuencia, “se estira y se encoge”. Mucho de lo que tiene que ver con Einstein llega desde la historia. Nació el 14 de marzo de 1879 en Alemania, desde donde partió cuando vislumbró que comenzaba la persecución de los judíos que devendría en exterminio. Pero, como él mismo lo probó y explicó, esos larguísimos 145 años que corren desde su nacimiento son poco relevantes.
“En nuestro lenguaje terrestre, una hora nuestra puede ser un siglo en otro planeta y viceversa (porque) no hay un tictac audible en todo el mundo”. Es palabra de Albert Einstein. Sin vueltas, el padre de la teoría de la relatividad general (1915) enseñó a quien quisiera aprenderlo que “el pasado, el presente y el futuro son solo una ilusión”.
Pero en el tránsito de esa ilusión con frecuencia está agazapada la tragedia. Categorizar así la temporalidad y hasta la propia ilusión es ilusorio. Para nada sorprendente que así se exprese un físico, si se quiere. La física –ciencia categorizada como “dura”– desde alguna perspectiva también puede presentarse ante la persona lega como sutil. Y hasta poética como para algunas personas lo es pensar en la infinitud, en el universo, en los misteriosos agujeros negros o en el big bang, por mencionar solo algunos ejemplos caprichosos.
ESPÍRITU POÉTICO
Al parecer, Einstein pensaba así. De hecho, en el fin de una tarde cualquiera cuando se iniciaban los años 70 en el siglo pasado, sentados en torno de una mesa de mármol del inmortal Café Tortoni en el 825 de la avenida Mayo de Buenos Aires, al parecer inaugurado no muy lejos de allí en el 1858, un viejo colega periodista cuyo nombre prefiero preservar –también escritor, guionista cinematográfico, dramaturgo– y viajero incorregible con el que supe compartir algunos años de vida y aprendizajes antes de llegar a mi treintena, sostuvo que “la física y las matemáticas se constituyen además con el espíritu poético que siempre encierran las investigaciones científicas”.
Recuerdo que su palabra –aunque en tono bajo– asemejaba una homilía. Sin que nadie pudiera comprobarlo fehacientemente, sostenía que aquella percepción, cuando estaba cerca de finalizar el mes de marzo en 1925, la había escuchado del mismísimo Albert Einstein. Desde su muy buena memoria, aquel viejo amigo y sabio colega dejó caer en el seno mismo de su acotado auditorio el detalle preciso de que el ingeniero Jorge Duclout, un académico francés radicado en la Argentina poco antes de que finalizara el siglo XIX, “fue quien invitó a Einstein para que visitara este país y quien lo recibió en el puerto junto con una multitud”.
Con un lento trago de coñac desató nuestra ansiedad por saber más. “Le encantaba al alemán (así categorizó al científico visitante) venir al Tortoni y sostener tertulias con otros académicos, siempre acompañado de Duclot”, agregó. Detalló luego con algo de nostalgia que él “era un pibe de apenas 18 años cuando el genio estuvo aquí”. Precisó que cuando el uruguayo Máximo Sáenz entrevistó al físico para (el diario) Crítica en una casona de Belgrano –mi pueblo natal en Buenos Aires, unos 1.160 kilómetros al sur de mi querida Asunción– “lo escuché sorprendido cuando reflexivamente vinculó la física con la poesía”.
Ninguno de los presentes se atrevió a responder ni confrontar aquellos recuerdos puestos en común. Esta noche de viernes emerge como diferente de muchas otras. De hecho, este encuentro parece haber trocado en una cofradía de devotos de la paz con el deseo –y la esperanza profunda– de impulsar y alcanzar el fin de todas las violencias.
Sentado en la vieja mecedora descorché un Pinot Noir Romanée-St-Vivant Marey - Monge del 1995. ¡Fiesta en los copones! Alguna vez, muchos años atrás, mientras recorría la campiña de la región de Côte de Nuits en Borgoña, cerca de Lyon y de la frontera con Suiza, me hice de tres botellas que celosamente mantuve en guarda hasta hoy. Brindamos por la vida. Un breve silencio nos envuelve después de hacerlo.
PERSONAJE
“¡Arrasó ‘Oppenheimer’!”, dijo DG con indisimulado orgullo. La veterana profesora con un Whatsapp aventuró que sería la producción más reconocida. “Enorme ganadora con siete Óscar”, añadió. “¡Qué personaje Oppenheimer. Inventar la bomba que destruyó Hiroshima y Nagasaki y pretender después exhortar al Gobierno norteamericano para que no la use o la use poco... ingenuo o inocente!”, expresó AF en tono de crítica.
Tanto Oppenheimer como Einstein, las dos producciones en las que convergen biografías y creaciones en algunos casos bien fundadas, dan cuenta además de climas epocales. De profundos debates sociales. De pugnas ideológicas. De batallas políticas y personales. De sospechas, sospechados y sospechosos. De amor y desamor. De la libertad y la falta de ella. De pobreza y riquezas. De autoritarios, autoritarismos, desempleos, derrumbes económicos, hambrunas, armamentismo, racismo. Nada queda afuera si a esas atrocidades les añadimos rearmes, expansionismos y los desafortunados resurgimientos de múltiples voluntades supremacistas y fundamentalismos cuyos líderes sustentan sobre falsos discursos religiosos.
El norte europeo sangra. El presidente Vlamidir Putin advierte amenazante a Europa y a la NATO. “Tienen que entender que nosotros también tenemos armas que pueden atacar objetivos en su territorio”; que disponemos de armamento “para golpear a los países occidentales” y hace referencia clara a la eventual utilización del arsenal nuclear ruso que dispone de sistemas “capaces de destruir a la civilización”. El miércoles último fue más allá sin metáforas ni eufemismos: “Rusia está dispuesta a utilizar armas nucleares si existe una amenaza”.
El papa Francisco semanas atrás hizo suyas las palabras de la encíclica Pacem in Terris (1963), en la que Juan XXIII, el pontífice de entonces, consignó que “la posesión de armas atómicas es inmoral” porque “no se excluye que un acontecimiento imprevisible ponga en marcha el aparato de la guerra”. ¿Qué es lo que no se entiende? ¿De esto mismo hablaba Oppenheimer cuando procuraba concienciar a los líderes norteamericanos sobre el peligro que supone disponer de la bomba que él mismo creó? Tal vez. Pero nada lo detuvo en el desarrollo de ese sistema de armas que incineró a quienes habitaban Hiroshima y Nagasaki “para terminar con la guerra”.
La utilización bélica de la Bomba H (como se la llamó popularmente por algunos años) que inventó le pesó por el resto de sus días. “Ahora me he convertido en muerte, el destructor de mundos”, pronunció alguna vez después de las masacres en Japón. La ganadora de siete Óscar relata que Robert Oppenheimer se opuso a un mayor desarrollo nuclear y, por esa intención fue acusado de comunista e investigado por ello. Genio y sospechoso de traición.
En 1963, pese a aquellas acusaciones más cercanas a los códigos de la vanidad de sus Salieris que a su ideología, Oppenheimer fue rehabilitado políticamente por el presidente Lyndon Johnson, quien en 1963 lo galardonó con el premio Enrico Fermi.
Por su parte, Einstein, según cuenta la producción de Netflix, al parecer también se arrepintió de haber enviado una carta al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt el 2 de agosto de 1939 instándolo a prestar atención a los desarrollos nucleares de los científicos nazis para enriquecer el uranio. Tenía la convicción de haber acelerado el proceso de investigación y desarrollo que la historia conoce como Proyecto Manhattan. Einstein sentía culpa por “la bomba”.
LA GUERRA Y LA PAZ
Tal vez por ello el papa Francisco destaca por su fortaleza a quien en la guerra “tiene el valor de la bandera blanca y negociar” porque “negociar es una palabra valiente” y sostiene que “no (hay) que avergonzarse de negociar antes de que las cosas empeoren”. ¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la paz un líder religioso, aunque sea también un jefe de Estado?
“Ucrania necesita armas, no banderas blancas”, respondió casi de inmediato Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, quien agregó que “si queremos una solución pacífica duradera negociada, la forma de llegar a ella es proporcionar apoyo militar a Ucrania”. ¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la guerra un funcionario político y administrativo designado por un conjunto de 29 países convergentes en una alianza militar?
La madrugada del sábado comienza a clarear. Los silencios son varios y superpuestos. JT, historiador y académico, escuchó más de lo que habló. “Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba. Es palabra del griego Heródoto de Halicarnaso, al que muchos consideran como el padre de la historia occidental”, dijo con estudiado tono doctoral y su nariz casi apoyada sobre la pantalla del smartphone.
La presbicia no perdona después de los 50. “Cómo construir la paz es complejo, por cierto. Pero, si de arsenales nucleares se trata, me quedo con la respuesta de Einstein a Oppenheimer: ‘Ahora es tu turno de lidiar con las consecuencias de tu logro’”, dijo DG.
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Llega el evento ‘‘Mujeres, niñas y ciencia’’
El domingo 11 de febrero, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, el MuCi prepara una jornada de trivia y experimentos científicos con científicas invitadas y las mediadoras del MuCi, de 14:00 a 20:00.
En ese mismo rango horario también se desarrollará “Diálogos con mujeres científicas”, un espacio en el cual mujeres referentes de las ciencias de distintos rubros en el Paraguay compartirán sus experiencias sobre el apasionante mundo de la investigación con el público. Este será un evento ideal para todas aquellas niñas que sueñan con convertirse en científicas o sencillamente desean conocer más sobre las maravillas del mundo que nos rodea.
“Realizamos esta actividad por segundo año consecutivo buscando resaltar la labor de las científicas de nuestro país y también con el fin de inspirar a más niñas a soñar una profesión ligada al mundo científico. Desde MuCi, uno de nuestros objetivos más claros es el de fortalecer y propiciar la participación de más mujeres en el sector y estamos felices de llegar al público a través de esta actividad que está ligado con ese propósito”, comenta Paola Martínez, Directora Ejecutiva de MuCi.
Invitadas:
1. Ing. Ana Guillén: Ingeniera Industrial, apicultora y meliponicultora
2. Lic. Ana Pin: Bióloga. Máster en Gestión Ambiental. Especialista en Cactáceas del Paraguay.
3. Prof. Bárbara Ávalos: Docente, coordinadora Académica Espacios de Ser. Instructora de Robótica.
4. Dra. Ana Ibarrola: Bióloga. Jefa del departamento de entomología y coordinadora de proyectos en SENEPA.
5. MSc Yadira Parra: Bióloga , Coordinadora de Extensión Universitaria del Dpto de Biotecnología
6. Dra. Andrea Weiler: Bióloga. Directora del dpto de Biología y coordinadora del proyecto “Somos Yaguarete”.
Esta actividad es realizada con el apoyo de CONACYT, FACEN y el Proyecto Somos Yaguareté. Estas organizaciones y las científicas estarán presentes en la actividad acercando distintas experiencias al público. “Aclaramos que la jornada no es exclusiva para niñas, también son más que recibidos los niños y padres que quieran visitarnos e inspirarse con nosotros”, comenta Paola.
Este evento forma parte de “Un verano en el museo”, la muestra interactiva de ciencia para todas las edades, que ya está en sus últimas semanas de apertura en el TatakuaLab (Gral. Santos 1030, complejo Textilia). La exhibición va hasta el domingo 18 de febrero.
Las entradas, disponibles en la web muci.org/entradas, tienen un precio de G. 20 000, mientras que en puerta cuestan G. 25 000 (niños menores de 3 años no pagan). Quienes deseen agendar visitas en formato grupal —para escuelas, colegios o empresas— pueden ingresar a www.muci.org/producto/reservas para hacer sus reservas, o contactar al teléfono 0984 345828.
Tras la aprobación de la compra del predio para el MuCi a finales de 2023, este año se iniciaron las actividades de desarrollo del proyecto de su futura sede, ubicada entre el Parque Caballero y la Costanera de Asunción. Una vez completada la fase conceptual, el diseño será revelado a mediados del 2024.
El MuCi es el primer museo de ciencias interactivo del Paraguay que nace con el propósito de despertar el amor por el conocimiento para crear un futuro mejor para el país. Una vez abiertas sus puertas, será uno de los mejores museos de ciencia interactivos de la región, además del tercero en el mundo con la tecnología del planetario con pantalla led curva.
Mientras se construye el museo, el MuCi cuenta desde noviembre de 2022 con el espacio Tatakua Lab, ubicado en el complejo Textilia. Se trata de un lugar para hacer prototipos, fabricar, experimentar, innovar e inspirar a los visitantes, mostrando que todos pueden crear el futuro con sus propias manos.