Madrid, España | AFP | por Clara WRIGHT

El objetivo último es que los robots sepan "comportarse de manera flexible" pese a su rígida mecánica, y "pararse lo suficientemente rápido" en caso de imprevisto, de manera que se eviten accidentes, explica Philippe Souères, director del departamento de robótica en el centro de investigación LAAS-CNRS (Toulouse, Francia).

Atlas, el humanoide concebido por Boston Dynamics, es tan hábil que es capaz de correr en distintos tipos de suelo. En Madrid, el fundador de la empresa estadounidense, Marc Raibert, difundió un video en el que se ve al robot hacer una acrobacia.

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Financiado por una agencia del Departamento estadounidense de Defensa, el robot fue sin embargo acusado en 2015 por Amnistía Internacional de ser un futuro "robot asesino", concebido para la guerra.

Otro humanoide presentado en Madrid fue Talos, un robot de 1m75 y 95 kg, fabricado por la empresa española Pal Robotics y con un gran sentido del equilibrio.

Aunque no es la única forma empleada para los robots en contacto con los humanos, Hiroko Kamide sostiene que la forma humanoide es "más fácilmente aceptada", porque la gente así puede "anticipar cómo van a desplazarse o reaccionar los robots".

Un parecido que tranquiliza, pero que también tiene sus límites.

Según la teoría desarrollada por el investigador japonés Masahiro Mori en los años 70, el robot nos resulta agradable si presenta rasgos familiares, pero se vuelve molesto si se nos parece demasiado.

"Nunca puede reproducirse perfectamente un rostro humano", y esa imperfección provoca un sentimiento de "rechazo" en el ser humano, abunda Miguel Salichs, de la universidad Carlos III de Madrid.

En su caso, este investigador ha optado por darle apariencia de animal de dibujos animados a su robot Mini Maggie, destinado a divertir a domicilio a personas mayores.


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