Su suerte estaba en suspenso: los corgis adorados de la reina Elizabeth, perros inseparables de la soberana fallecida a los 96 años, encontraron por fin un hogar: el de su hijo el príncipe Andrés. Un portavoz del príncipe Andrés, tercer hijo de la reina, y de su exesposa la duquesa de York Sarah, anunció el domingo que se encargarían de Muick y Sandy, los dos corgis que sobrevivieron a la reina.

Sin embargo, no se ha confirmado del destino para otros dos huérfanos caninos de Elizabeth Alexandra Mary: Lissy, un cocker spaniel, y Candy, un dorgi, denominación para un híbrido de perro salchicha y corgi cuyo origen se atribuye precisamente a la reina.

Andrés es a veces presentado como el “hijo preferido” de la reina, pero se ha replegado de la monarquía tras acusaciones de agresiones sexuales en Estados Unidos, a las que puso fin pagando millones de dólares. Fue él quien regaló a su madre los pequeños cachorros. Muick y Sandy, últimos representantes de los más de 30 corgis que tuvo, la acompañaron durante la pandemia, según la encargada de su vestimenta, Angela Kelly.

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Muick llegó a Windsor a inicios de 2021 para acompañar a la reina, entonces confinada como todos los británicos, con otro cachorro llamado Fergus. Fergus falleció semanas más tarde a la edad de cinco meses, en los tiempos sombríos posteriores a la muerte de su esposo el príncipe Felipe.

Para reemplazarlo Andrés y sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, ofrecieron a Isabel II el pequeño Sandy con motivo de su 95 cumpleaños. El amor de la reina por esos pequeños perros data de 1944, cuando sus padres le ofrecieron para sus 18 años su primer corgi, Susan, de donde descienden la mayoría de los perros que tuvo después.

Isabel II se ocupaba en lo posible de sus propios perros, que la acompañaban en sus fines de semana en Windsor y vivían en sus apartamentos privados. Ella los nutría cuando tenía tiempo y le gustaba sacarlos a pasear. Su amor por los corgis fue celebrado en las festividades del jubileo de platino por sus 70 años de reino, en junio, con la congregación de 70 corgis en Balmoral y una carrera de corgis en el hipódromo de Musselburgh.

La reina Isabel II con sus hijos Andrés, Eduardo y Ana, en 2019. Foto: AFP.

La incómoda sombra

“¡Andrés, eres un viejo enfermo!”. Este grito lanzado el lunes contra el tercer hijo de Isabel II en Edimburgo ejemplifica la incomodidad que plantea la presencia de este príncipe caído en desgracia en el adiós a la difunta reina, seguido a nivel mundial. El duque de York realizó un breve regreso a la escena pública para llorar a su madre, fallecida el jueves en el Castillo de Balmoral a los 96 años y quien lo despojó de sus títulos militares a principios de año por un escándalo de agresión sexual a una menor.

El lunes, el hombre de 62 años era el único hijo de la difunta monarca que caminaba vestido de civil detrás del féretro, mientras que sus hermanos, el rey Carlos III y los príncipes Ana y Eduardo, vestían uniformes militares de gala. Su papel durante los 11 días de luto nacional es uno de los varios problemas incómodos para la Casa de Windsor, que también debe lidiar con la ruptura entre el heredero al trono, Guillermo, y su hermano Enrique, que el sábado aparecieron inesperadamente juntos.

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Muestra de la incomodidad fue el grito lanzado por un hombre, mientras el expiloto de helicóptero caminaba en silencio detrás del coche fúnebre que transportaba los restos mortales de su madre a la catedral de Saint Giles en Edimburgo para un oficio religioso. Durante el fin de semana, Andrés también se unió a otros miembros de la realeza para saludar al público congregado fuera del Castillo de Balmoral y para acoger el féretro cuando llegó a Edimburgo, la capital escocesa.

“Como miembro de la familia, como hijo de la reina, [Andrés] esta lógicamente de luto por su madre”, pero “me sorprendería mucho que haya algún papel para el duque de York en el futuro”, estima Robert Hazell, experto constitucional de la University College London. El papel de este ex playboy divorciado también acaparó las miradas durante los funerales de su difunto padre, el príncipe Felipe, en marzo. Sorpresivamente, Andrés llegó junto a la reina en automóvil y la acompañó por el pasillo de la Abadía de Westminster.

Millonario acuerdo

Su exilio refleja el grave daño que se estima que hizo a la familia real con su amistad con el magnate Jeffrey Epstein, quien se suicidó en agosto de 2019 en Estados Unidos tras ser acusado de explotación sexual de menores. Andrés, padre de dos hijas --las princesas Beatriz y Eugenia--, fue acusado de abusar sexualmente de Virginia Giuffre cuando tenía 17 años, unas acusaciones a las que puso fin pagando millones de dólares en virtud de un acuerdo extrajudicial.

El duque de York, que ya enfrentaba llamados para alejarse de la vida pública, dio una desastrosa entrevista a la BBC en 2019 en la que ofreció una defensa poco convincente y cuestionó la autenticidad de una fotografía de él junto a Giuffre. La reina, de quien se dijo durante mucho tiempo que veía a Andrés como su “hijo predilecto”, lo despojó de sus títulos a principios de 2022, supuestamente bajo la presión del actual monarca Carlos III y del flamante príncipe heredero Guillermo.

“Las monarquías que han perdido el apoyo popular han desaparecido. Cualquier monarca astuto siempre está atento a la opinión pública y responde rápidamente”, explica Hazell. “Esperaría que Carlos no fuera muy diferente de su madre”, agrega. El biógrafo real Robert Jobson informó esta semana que Guillermo, a quien se vio conduciendo a Andrés a Balmoral para acompañar a la reina en su lecho de muerte, se opone a un regreso de su tío a la vida pública.

El otrora popular miembro de la familia real por su servicio activo durante la Guerra de las Malvinas contra Argentina en 1982 parece destinado ahora a responsabilidades privadas más modestas. Él y su exesposa Sarah Ferguson, que continúan compartiendo una casa cerca del Castillo de Windsor, adoptarán a los amados perros corgi de la reina, Muick y Sandy, luego de la muerte de la soberana, dijo su portavoz el fin de semana.

Fuente: AFP.

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