La actriz Naya Rivera nació un 12 de enero de 1987 en Valencia, California. La estrella de televisión había comentado en una ocasión que tenía ascendencia boricua, ya que su madre era mitad puertorriqueña, mitad negra. La carrera artística de esta joven artista empezó cuando apenas era una niña y llegó a su punto más alto cuando interpretó el personaje de Santana López en la exitosa comedia musical “Glee”.
Naya se inició en el mundo de la actuación en la serie de televisión “The Royal Family”, emitida entre 1991 y 1992. Asimismo, participó en tres capítulos de la sitcom “Family Matters”. Ya de adulta, y tiempo después de terminar las temporadas de “Glee”, formó parte de la serie “Step Up: High Watter”, donde interpretó a Collete Jones.
Su salto a la fama se debe al personaje que interpretó en la tan vista serie de televisión “Glee”, la porrista Santana López, quien se enamoraba de su mejor amiga Brittany Pierce (Heather Morris). La serie duró seis temporadas, desde el 2009 hasta el 2015, en la cadena Fox.
En los años 2011 y 2012, recibió los premios a “Mejor Artista” en los People Choice Awards y, también en el 2012, le otorgaron el galardón de “Actriz de Televisión Favorita” en los Premios Alma.
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La actriz protagonizó la película de terror “All the Devil’s Door” en el año 2014. Y dos años más tarde, publicó su libro “Sorry Not Sorry: Dreams, Mistakes, and Growing Up” (Lo siento pero no lo siento: sueños, errores y crecimiento), donde instaba a las mujeres jóvenes a perseguir sus sueños y a rechazar el hecho de que los errores las definan.
En este libro contaba además que había tenido problemas alimenticios, específicamente anorexia, y que había tenido un aborto en la época en la que hacía la serie “Glee”.
Su vida, puertas adentro
En 2014, Naya Rivera se casó con el actor Ryan Dorsey, con quien tuvo a su hijo Josey. Las cosas no funcionaron bien entre ambos y la pareja se divorció en el año 2018.
Tras el accidente que provocó la muerte de la actriz, una fuente cercana al padre del niño asegura que “Ryan apenas duerme. Es simplemente una pesadilla. Él no puede imaginar criar a Josey sin Naya. El niño necesita a su madre”, confesó el amigo de Dorsey a la revista People.
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Naya Rivera tenía 33 años cuando el pasado 8 de julio desapareció en un lago de California, luego de que haya salido a dar un paseo en bote con su hijo. El pequeño contó a la policía que salieron a nadar con su madre pero que ella nunca regresó. Se cree que la barca fue arrastrada por la corriente y que, en el intento por regresar al bote, Naya logró alzar a su hijo, pero él al voltearse para verla subir ya no la encontró.
Ahora, los productores de “Glee”, Ryan Murphy, Brad Falchuk e Ian Brennan crearán un fondo universitario para ayudar al hijo de la actriz en un futuro.
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“El ADN del delito 2” sumó talentos paraguayos
La segunda temporada de la serie brasileña de Netflix “El ADN del Delito” cuenta con la participación de las actrices paraguayas Belén Fretes y Antonella Zaldívar, quienes desplegaron su talento en escenas intensas en un contexto criminal implacable. Su aparición en la serie suma la representación del talento nacional en una de las plataformas más importantes del mundo.
La primera entrega del 2023 ya tuvo a Nico García, Éver Enciso, Víctor Sosa y Luis Gutiérrez, quienes regresan (excepto Sosa) en el nuevo combo de 8 capítulos lanzados el pasado 4 de junio. Las actrices se enteraron casi por casualidad del casting, pero sin saber para qué producción. Jamás se imaginaron que serían seleccionadas y mucho menos que viajarían a São Paulo (Brasil) para integrar este elenco.
“Es mi primera vez en una serie para plataforma de streaming de producción internacional. Vengo del mundo del teatro, que es muy distinto al cine. Es anecdótico, porque tuve apenas unas horas para grabar el video para el casting y enviar, siendo que ese mismo día me enteré. En un principio me eligieron para una participación menor, un papel sin mucha carga emocional”, reveló Zaldívar. “Pero cuando llegué a Ciudad del Este me ofrecieron hacer una prueba para el papel de Yolanda. Finalmente, después de un par de horas me confirmaron el papel, una prostituta que es víctima de agresión. Es una escena intensa que disfruté muchísimo hacer, mi compañero fue sumamente generoso conmigo. Fue fácil reaccionar a lo que proponía”.
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Por su parte, Belén Fretes sintió la presión y el desafío de actuar en un set donde solo se hablaba portugués, un idioma que no domina; sin embargo, subrayó la satisfacción de sentirse respaldada en cada toma. “Tuve como cuatro o cinco cambios de vestuario con prendas muy exuberantes, por lo que la asistente me tapaba todo el tiempo para que me sintiera tranquila. Tuvieron mucho cuidado con nosotras”, comentó.
Las artistas coincidieron en que el proceso de selección fue exigente, con escenas de alta intensidad emocional que resultaron determinantes para que lograran sus papeles. Antonella Zaldívar interpreta a Yolanda, una mujer atrapada en una historia de violencia y supervivencia, mientras que Belén Fretes da vida a Jannette, la encargada de recibir a las personas que llegan a un prostíbulo. Las escenas se grabaron en un burdel brasileño real, que según el guion es frecuentado por narcotraficantes y criminales.
Tratadas como estrellas de cine, las dos afirman que lo más llamativo de la experiencia durante el rodaje fue el cuidado que tuvieron con ellas en todo momento. Resaltaron el excelente trato profesional, desde el acompañamiento sicológico hasta aspectos logísticos, como transporte, vestuario y alimentación. Antonella agregó: “Teníamos una persona responsable que se encarga de cada detalle y de que estuviéramos bien, incluso de tomarnos de la mano para cruzar la calle”, relató desde Buenos Aires, ciudad que adoptó para perfilar su carrera actoral.
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Antonella Zaldívar
Antonella Zaldívar es actriz y productora paraguaya. Inició su formación actoral en “El Estudio”, bajo la dirección de Agustín Núñez, en Asunción. Su ciudadanía italiana la llevó a perfeccionarse en la escuela “ACT Multimedia” en Cinecittà, Roma (Italia), y más adelante completó su capacitación en el Lee Strasberg Theater and Film Institute de Nueva York (EE. UU.), donde cursó los dos años académicos completos.
Inició su carrera teatral con “Delivery (Pizza Man)” y se destacó en obras como “Anna Cappelli”, “Nerium Park” y “Bajo terapia”, mostrando gran versatilidad y compromiso artístico. Fue nominada dos veces a los Premios Edda como mejor actriz principal. En audiovisual participó en series y películas como “González vs. Bonetti”, “Las herederas”, “Leal 2” y “Desintoxicación amorosa”.
Belén Fretes
Es una destacada actriz, vestuarista y profesora superior de danza clásica y danza paraguaya. Estudió en TIA (promoción 2014) y siguió su preparación con talleres y cursos de actuación y creación de personajes en Paraguay y Buenos Aires. Además, participó en series y películas, tanto nacionales como internacionales. En 2024 participó en “Orsai: la serie” (2022), dirigida por Emiliano Gómez, donde encarnó a Patito, rol que le valió una prenominación a los Premios Platino como mejor actriz de reparto en miniserie.
También actuó en el largometraje “Charlotte” (2019), de Simón Franco, con la destacada actriz Ángela Molina, y en “Lima 331” (2020) y “Felices los que lloran” (2015), ambas dirigidas por Marcelo Torcida. Su trabajo en cortometrajes incluye “Pasadas por agua” (2019), dirigido por Rodrigo Gastiaburu, “Cigarrillos por manzanas”, dirigida por Diego Quiñones, y “Dulce oscuridad” (2021), dirigido por Juan Robledo.
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Vida, muerte, fantasía, ilusión, deseo… pulsiones y condición humana
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
“¿Fantasear o desear...?”. Ese era el dilema que, en frecuentes charlas de café, proponía un tan veterano como anónimo polemista que habitaba, cuando la tarde agonizaba, algunas de las selectas mesas en el mítico café La Paz, en la esquina de la avenida Corrientes 1593, cuando esa arteria cordial se cruza con la calle Rodríguez Peña, muy cerca del Obelisco, en Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción.
Era los años 70, en el siglo pasado. Enfrente –justo en diagonal– intentaba competir el bar Ramos. En concurrentes habituales estaban cabeza a cabeza. Inolvidables, por cierto. Pero el caso es que, luego de encender la polémica con aquel interrogante, con impostado tono académico, intentaba, aquel sanatero, zamarrearnos.
¡Me parece verlo! Acomodaba prolijamente los dos o tres libros de Sigmund Freud o de Foucault que siempre llevaba con él y lentamente –como buscando las palabras más adecuadas– iba al punto. Fumaba tabaco inglés en una pipa muy gastada y sobre su prominente nariz montaba espejuelos redondos tonalizados verde oscuro.
“El tío Segismundo –ironizaba mientras revoleaba sus manos refiriéndose a Freud– cuando compartíamos algunos puros con amigos en el Café Frauenhuber, en la inolvidable Viena, nos explicaba con claridad, jóvenes amigos, palabra más, palabra menos, que solo fantasean las personas insatisfechas”.
PULSIÓN
Lo seguíamos en silencio. Algunas veces –como la ignorancia nos impedía responder y/o, mucho menos, poner alguno de sus dichos en duda, hacía una pausa que disfrutaba y, si la memoria no me falla, en aquel caso puntual remató: “Cada fantasía surge de una pulsión para cumplir con un deseo insatisfecho, muy deseado, que corrija la realidad”.
Nunca recuerdo su nombre. En verdad, no tengo claro si alguna vez lo supe. Pero sí, sus anécdotas con pretensiones académicas y que se definía como “un libre pensador, diletante”. ¡Nos maravillaba! Aunque –debo admitirlo– teníamos dudas que no confesábamos sobre su presunta sabiduría por aquello de que entre los ciegos un tuerto es rey.
“¡Déjese de joder, farfullante…!”, recuerdo que le dijo –indisimuladamente molesto y a voz en cuello– un reconocido profesional y estudioso freudiano, de quien exclusivamente consignaré sus letras iniciales (G.G.), que incontenible por lo que también escuchó abandonó su café en una mesa cercana y lo increpó sin miramientos.
Un pesado silencio cubrió todas y cada una de las mesas. El increpado no atinó a responder. Se retiró cabizbajo –con sus tres libros bajo el brazo– enmudecido y sin plantarle cara. El increpante nos miró, se disculpó “por interrumpir la conversación sin que nadie me llame” y fue al punto: “Simple y sencillo, muchachos. La fantasía tiene que ver con el imaginario. Con lo que creemos o sabemos que muy difícilmente suceda. Con aquello que suponemos imposible y que, de alcanzarlo, imaginamos sería placentero, pero sabemos que no podrá ser. Desear es converger la fantasía con la realidad más deseada en algún momento de tu vida. ¡No entender esa diferencia es grave… y, pretender explicar desde la ignorancia y la confusión, no lo puedo dejar pasar!”.
Renovó su disculpa y volvió a su mesa. “Como una escuela de todas las cosas...”, como nos enseñó Discépolo cuando escribió aquel tangazo que llamó “Cafetín de Buenos Aires”, así era el bar La Paz. Fantasías. Deseos. Ilusiones. Me atrevo a añadir que, como entonces, en estos tiempos de imágenes exacerbadas y exacerbantes que circulan y atropellan en los avasallantes ecosistemas digitales que facilitan las comunicaciones reticulares contemporáneas, aquellas –junto con la vida y la muerte– emergen como inevitables pulsiones incrustadas en el día a día de nuestros días.
OXÍMORON
Claramente, forman parte de la condición humana. Pese a que, con el correr de los tiempos y a la democratización de las monarquías (¿oxímoron?), con mucho menos frecuencia que algún tiempo atrás y, en aquel contexto, escuchar decir “vida de príncipes”, sorprende porque pareciera ser una expresión que cae en desuso.
Aun así, hay quienes insisten con ella cuando se procura producir sentido respecto de alguna persona que –a juicio de quien así se expresa– tiene allanado el acceso a poderosos y poderosas o cuando dispone de bienes materiales en abundancia o cuando no debe preocuparse por necesidades que –como tales– sí lo son para la mayoría de la humanidad.
En ese contexto, tampoco el futuro debiera ser preocupante para quienes tienen –siempre a la vista de las otredades– tránsitos principescos o, acaso, propios de las realezas. Hambre, desocupación, falta de salud, de educación. En aquel contexto, se suponen alejados de aquellos y aquellas minorías vistosas. Sentires y decires. Pareciera, incluso, que nada ni nadie está exento, alguna vez, de emitir esos juicios o ser depositario de ese tipo de expresiones.
Hasta la muerte –en ciertas ocasiones, por la forma en que se produce y a quien afecta– hace que no sean escasas las voces que se atreven a afirmar que Mengana o Fulano “murió como un príncipe”. En el siglo XIX y buena parte del XX era frecuente que así se significara la partida de este mundo cuando las y los finados eran considerados socialmente como “patricios” o “ricos”.
Curioso, por cierto. Y tanto lo era (y es) que vaya a saber a quién y en qué situación tuvo la lucidez para destacar que “al final de la partida, reyes y peones vuelven a la misma caja”. ¿Sabiduría popular? Tal vez.
LA BODA DEL SIGLO
Aún recuerdo cuando el 29 de julio de 1981 –la tele satelital cuando el mundo era mundial y para nada global– puso “en el aire” (vieja expresión de uso común en la radiotelefonía de entonces, hoy casi olvidada), desde la catedral de San Pablo, en Londres, la que fue llamada como la “boda real o del siglo” porque, aquel día, el príncipe Carlos (32) –hijo primogénito de Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), la reina Isabel II del Reino Unido y de la Commonwealth desde 1952 hasta su muerte– contrajo matrimonio con la joven aristócrata llamada Diana Spencer (20).
Cerca de 800 millones de televidentes lo vimos. “¡Parece un cuento de hadas...!”, escuché decir a dos mujeres que – como otros muchos, frente a una vidriera colmada de televisores– vimos pasar a Carlos, por entonces príncipe de Gales, y Diana recién casados, a bordo del 1902 State Landau, como se conoce al carruaje que, en aquel año, el rey Eduardo VII –tío del contrayente– ordenó construir para ceremonias relevantes.
En la Argentina, desde poco menos de tres años, teníamos tele en colores. La novia, tanto en el ingreso a San Pablo –luego de descender junto con John, su padre, VIII conde de Spencer, de un carruaje vidriado– como en el momento en que salió de esa catedral con su esposo convertida en “alteza real”, tuvo que detenerse varios minutos para que las “damas de honor” acomodaran la cola de su vestido “de casi ocho metros de largo”, relataba la transmisión oficial.
¡Hermoso para ver! Un año y 22 días después –el 21 de julio de 1982– se anunció el nacimiento del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. El 15 de setiembre de 1984 –setecientos ochenta y siete días después que su hermano mayor– nació el príncipe Enrique.
Sin embargo, y como sostiene el dicho popular, “no todo lo que reluce es oro”. El 28 de agosto de 1996 –cinco mil quinientos nueve días después de aquella boda principesca– Diana y Carlos se divorciaron. Con el paso del tiempo la fantasía pública trocó en públicos desatinos vinculares. La princesa descubrió y confirmó que el príncipe tenía como amante a Camilla Parker-Bowles, una amiga de la Casa Real. ¡Crisis!
MULTITUD
Carlos pasó –para muchas y muchos– a ser el “realmente odiado”. Diana, en el transcurso de 1995, decidió no ocultar la situación. Habló con la BBC, la tele pública en el Reino Unido. “¿Cree que Camilla Parker-Bowles fue el factor que desencadenó el fracaso de su matrimonio?”, preguntó el periodista Martín Bashir a “su alteza real”. La respuesta fue simple, breve y clara: “Bueno, éramos tres en mi matrimonio. Y eso es una multitud”. El 31 de agosto de 1997, Diana, Dodi Al-Fayed (1955-1997), multimillonario egipcio, y el chófer, Henri Paul, murieron en un accidente de tránsito ocurrido en el interior del túnel del Pont de l’Alma, en París.
Aquel príncipe, Charles Philip Arthur George (77), desde el 8 de setiembre de 2022, es Carlos III, rey del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones. Camilla Rosemary Shand, luego Parker-Bowles (78) –la tercera de aquel matrimonio principesco que “era multitud”, como lo sentenció Diana, “la princesa del pueblo”, como la categorizó para siempre el ex primer ministro Tony Blair, el 31 de agosto de 1997– es reina consorte.
Fantasías. Deseos. Ilusiones. Condición humana. Fantasías. Deseos. Ilusiones. “Cambia, todo cambia”, canta como nadie Mercedes Sosa. Los khasi –una minoría étnica originaria que habita en el estado de Meghalaya, noreste de la India desde antes de las invasiones dravídicas pobladoras del sur en ese mismo país– desconocen quiénes de sus antecesores y cuándo comenzaron a orientar las raíces de los árboles para construir con ellas “puentes vivientes”.
Lejos de aquellas selvas inigualables, recién se supo algo de los que se conocieron entonces también como “los puentes de raíces vivas de Sohra (Cherrapunji)”, cuando era avanzado el siglo XIX. Los exploradores occidentales se asombraron con aquel descubrimiento. En La Sociedad Asiática, un histórico periódico que se publicaba en Calcuta en 1844, se consignó la información. Desde aquellos tiempos, es polo de atracción hasta nuestros días.
“AMOR RECÍPROCO”
Hacia allí, unas tres semanas atrás, partieron en luna de miel el príncipe Raj Raghuvanshi (21) y la princesa Sonam Raghuvanshi (24). Eran marido y mujer porque sus madres –en esa sociedad matrilineal– así lo acordaron. Ambos pertenecían a la misma clase social y casta. Aquel enclave natural que, además, con unos 12.000 milímetros de lluvias anuales es, según Guinness, el lugar más lluvioso de cada año, era perfecto para manifestarse amor recíproco sin interferencias. La actuación crucial de la mehndi, la celebración musical previa, la ceremonia principal, la fiesta posterior quedaron atrás.
Me explican –por Whatsapp, desde Nueva Delhi, tres diplomáticos chimenteros que me pidieron anonimato– que los fastos nupciales se extendieron por cuatro días. Las dos familias en estado de tranquilidad. Espiritual, social y económico. No faltó nada. Se observaron todos los rituales. Homa (la ofrenda al fuego) se concretó. El Panigrahena, los unió como nunca antes. Las siete vueltas al fuego –el Satapadi– hizo celebrar a muchas y muchos, sonreír a las y los más refinados y desear, ilusionarse... soñar, a otros y otras.
Samskara se instaló en la flamante pareja. Luego, silencio. Los días pasaban y... más silencio. Pero irrumpió la angustia. Primero en el que fue el pueblo de ambos, luego en la provincia, la región y, finalmente, en todo el país. “¿Dónde están?” “¿Qué se sabe?”. La falta de novedades fue parte de las informaciones de la agencia de noticias nacional. Se iniciaron las búsquedas. Los supuestos ganaron el espacio público. Las ideas conspiranoides de poderosos y poderosas ingresaron en los circuitos informativos.
Nadie respondía a las incesantes llamadas a los móviles de Raj y Sonam. La policía y los servicios de inteligencia de la India los monitoreaban inútilmente. También el de uno de los hermanos de la princesa. ¡Nada! Pero, cuando nadie lo esperaba, todo cambió. El domingo pasado aquella novia obediente de los acuerdos y mandatos familiares que se mostró alegre, ilusionada, ante los unos y los otros; que fue objeto de los comentarios de sus vecinos e incluso blanco preferente a la vista de aquellas y aquellos que por ser de clases inferiores o de castas poco respetables no debieran haberla mirado, trocaron interrogantes y angustia sociales.
DIMES Y DIRETES
Desde algunos anocheceres en las sacudidas calles de aquel país con 1.400 millones de habitantes, se sabía por trascendidos –que más tarde se confirmaron– que el cadáver de Raj fue encontrado y recuperado de las profundidades de un precipicio con abundante vegetación. Fue el momento de los dimes y diretes. Se conoció el escabroso detalle de que el cuerpo lo encontraron con el cráneo partido con dos golpes duros aplicados con algún objeto contundente y cortante.
¡Horror! Rescatistas e investigadores tuvieron la convicción de que fue asesinado. Así lo dejaron trascender. No murió como un príncipe. Pero las honras fúnebres sí lo fueron para despedir a su alteza real. Sonam, esposa por un breve tiempo –geolocalizada desde el momento en que se comunicó con uno de sus hermanos– supo por quienes la hallaron que era viuda.
Gritó. Se ahogó en llanto. Insistió con el deshilachado argumento de que fueron víctimas de secuestro. Pero no tenía una coartada que generara, por lo menos, una duda. También supo que Rai Kushwaha, un chófer a su servicio, estaba preso en otra celda. Fue apresado en su pueblo natal, Madhya Pradesh. Contrastaron sus respuestas. Eran amantes desde tiempo antes de que Sonam y Raj protagonizaran una boda principesca.
Como en el caso de Carlos y Diana –con Rai– también se constituyeron en multitud. El amante capturado también confesó. Señaló a los tres criminales que asesinaron al príncipe –sus cómplices– a los que convenció para que ejecutaran al joven esposo de la mujer que también amaba.
Los sicarios fueron apresados. Abrumados, admitieron. La exprincesa viuda dejó de ser víctima para ser victimaria. La justicia la acusa de ser quien incitó a su frustrado enamorado de la necesidad de asesinar a Raj. Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
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El espíritu de Ana Ivanova brilló en el Congreso Nacional
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La fallecida artista recibió una distinción póstuma como maestra del arte por el Centro Cultural de la República El Cabildo. La iniciativa empezó como una petición virtual de la comunidad cultural y tuvo eco en las autoridades del Congreso Nacional.
El pasado miércoles 4 de junio, en sesión extraordinaria, la Cámara de Senadores rindió un sentido homenaje póstumo a la actriz y gestora cultural Ana Ivanova Villagra Lovera, quien fuera distinguida con el máximo galardón otorgado por el Congreso Nacional a través de su Centro Cultural de la República El Cabildo: el título de maestra del arte, en este caso en la categoría Teatro.
La distinción fue entregada a su madre, la profesora Delia Lovera, quien estuvo acompañada de familiares, colegas, artistas y amigos que colmaron el recinto parlamentario. Ana Ivanova falleció en marzo pasado, a los 51 años, dejando una huella indeleble en las artes escénicas y en el alma de un pueblo que la reconoció como una voz sensible y potente.
“Ana nos deja un legado invaluable en el teatro y en el cine. Su talento y compromiso marcaron huellas profundas en las artes escénicas y audiovisuales del país”, expresó el senador Basilio Núñez, presidente de la Cámara Alta, al iniciar la sesión.
CLAMOR POPULAR
La iniciativa del reconocimiento fue impulsada por el CCR El Cabildo, bajo la dirección de Aníbal Saucedo Rodas, quien junto con los senadores Núñez y Rafael Filizzola hizo entrega del galardón a la familia.
“Nos hacemos eco de un clamor popular que pide reconocer a esta descollante artista, así sea en forma póstuma, considerando su temprana partida”, comentó el director general del CCR El Cabildo.
A lo largo de la sesión, varios legisladores tomaron la palabra, entre emociones y reflexiones, para honrar la figura de Ana Ivanova, cuyo arte trascendió fronteras físicas, sociales y espirituales.
DESCENTRALIZAR EL ARTE
El senador Filizzola destacó la profunda convicción de Ana Ivanova en llevar el arte más allá de la capital del país.
“Devota de los espacios alternativos, Ana fue en busca de belleza y sensibilidad donde antes solo hubo escombros. Su calidad humana, su legado artístico y su compromiso ético con la sociedad transitan en un mismo nivel. Para ella, el arte no era para las élites: era una herramienta de transformación, libre, valiente y comprometida”, afirmó.
Filizzola también lanzó una crítica al escaso apoyo institucional al arte: “Qué poco hacemos por el audiovisual, por el teatro, por nuestros artistas. Ana forjó su trayectoria con muy poco del Estado y mucho de sí misma. El mejor homenaje que podemos hacerle es garantizar apoyo real a quienes, como ella, dedican su vida a la cultura”.
SEGURO SOCIAL
La senadora Blanca Ovelar subrayó los múltiples méritos de la homenajeada y felicitó la iniciativa de El Cabildo.
“Ana fue actriz de teatro, de cine, de televisión. Maestra de las artes escénicas, personalidad subyugante e inspiradora. Su talento cruzó fronteras. Era digna de Hollywood, pero aún más, era orgullo nuestro. Las artes escénicas y la sociedad han perdido a una figura brillante, fulgurante. Este homenaje es justo y profundamente merecido”.
Ovelar también hizo hincapié en la necesidad de un sistema de protección para los artistas. “No tienen seguridad social, no tienen seguro médico. Necesitamos pensar en cómo cuidamos y dignificamos a quienes dan tanto a nuestra identidad y proyección cultural”, remarcó.
HUELLAS DE UNA VIDA
La senadora Celeste Amarilla se reconoció admiradora de Ana Ivanova. “No la conocí personalmente, pero fui testigo de su talento. Multifacética, hermosa, brillante. Hizo cine, teatro, televisión, enseñó, formó, bailó, cantó. Nos hizo felices. Su paso por la vida no fue en vano”, expresó.
También el senador Ever Villalba compartió su testimonio personal: “La conocí en Pilar, cuando estudiaba contabilidad. Era motivadora, sensible, amante del arte, del deporte, de los libros. Deja una marca profunda en quienes la conocimos”.
A su turno, la senadora Lizarella Valiente, quien compartió escena con la homenajeada en la telenovela “Santa cumbia”, habló desde el cariño personal: “Con su don de gente nos hacía sentir seguros, con su humildad nos inspiraba a creer que todo era posible. Eso es lo que queda: la luz de un ser humano que honró su paso por esta vida con humildad, generosidad y grandeza”.
Valiente aprovechó la ocasión para exigir la implementación efectiva de la Ley N.º 4199/2010, que establece un seguro social para artistas y trabajadores culturales. “Los actores merecen dignidad antes, durante y después de su carrera artística. El Estado tiene una deuda pendiente con ellos”, reclamó.
REIVINDICACIÓN
El senador Eduardo Nakayama cerró la ronda de oradores con una reflexión necesaria: “Este homenaje reivindica no solo el arte de Ana, sino el arte paraguayo en su conjunto. No olvidamos que en 2018 el Senado no supo reconocer su talento cuando ‘Las herederas’ fue premiada en el exterior.
Hoy, con justicia, reivindicamos su nombre como símbolo de lucha, entrega y amor por lo nuestro”.
Visiblemente conmovida, Delia Lovera, madre de Ana Ivanova, reaccionó con emoción. “No puedo más que agradecer las palabras con las que recordaron a mi hija”, expresó y también enfatizó en la necesidad de un mayor apoyo para los artistas.
El acto concluyó con la interpretación, a cargo de la Orquesta Sinfónica del Congreso Nacional, de la pieza musical “El jardín de Ana”, compuesta por su amigo Alejandro Ledesma Juvinel, en plena pandemia, en junio de 2020, y dedicada en vida a la artista.
La obra fue instrumentada especialmente para la ocasión por Fátima Abramo. Los acordes, cargados de ternura, belleza y memoria, envolvieron el recinto con la esencia luminosa de Ana Ivanova.
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Distinguieron a la actriz Ana Ivanova como “Maestra del Arte”
La actriz paraguaya Ana Ivanova Villagra Lovera recibió la distinción póstuma “Maestros del Arte” durante un sentido acto celebrado al inicio de la sesión extraordinaria de la Cámara de Senadores, el miércoles 4 de junio, que fue entregado a su madre, Delia Lovera, de manos del presidente del Congreso, Basiliio Núñez, y del director general del Cabildo, Aníbal Saucedo Rodas.
“Hoy nos deja un legado invaluable en el teatro y en el cine. Su talento y compromiso marcaron huellas en las artes escénicas y audiovisuales en el país”, expresó el senador Núñez en la ceremonia. El reconocimiento hacia la prolífica actriz compatriota -fallecida el pasado 17 de marzo a los 51 años de edad- constituye una iniciativa del Centro Cultural de la República El Cabildo del Congreso Nacional a quien en vida desarrollara una prolífica trayectoria a favor de la cultura nacional.
La senadora Lizarella Valiente celebró la iniciativa del Cabildo, en la persona de su director, Aníbal Saucedo, de otorgar el galardón póstumo a la consumada actriz compatriota. Destacó igualmente la calidad humana y don de gente de Ana Ivanova, a quien conoció en persona y con quien trabajó en la realización de una novela televisiva junto a otros actores que se iniciaban profesionalmente.
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“Se sentó a nuestro lado y con un don de gente nos hacía sentir seguros. Con su talento nos hacía sentir que podíamos lograr absolutamente todo lo que ella logró. Eso es lo lindo de este maravilloso ser humano que honró su vida”, mencionó. “Los actores merecen ser dignificados en su trabajo; dignificados antes, durante y después de su carrera artística”.
Valiente anunció que, junto a otros colegas, abordará la falta de implementación de la Ley n.º 4199/2010, que establece el seguro social para artistas, músicos, autores y compositores, entre otros, que no están en relación de dependencia. Dicha normativa está reglamentada por decreto Nro. 9606 del año 2014, a la fecha no está siendo implementada de manera efectiva.
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