La mesa estaba servida y nosotros, los invitados a su mesa, pasamos todas las pruebas. Allí estaban de nuevo ante nosotros: los Arctic Monkeys. Así fue, la segunda visita de la banda de Sheffield a Paraguay.
Por Luis Ríos
Llovía desde la mañana. Llueve y los horarios se retrasaron y todo empezó una hora después de lo previsto. Si lo hubiesemos visto desde un dron, el predio del Jockey Club hubiese sido como un tablero de damas de madera marrón con un montón de fichas coloridas moviéndose en el espacio disponible.
Nadie hablaba de suspender el show porque no había mucho tiempo para reagendar, porque los artistas no devuelven el caché en caso de inestabilidad climática y porque después de perder tanto contra la lluvia este año, la productora tenía que reivindicarse.
Por suerte, el hipódromo es menos propenso a inundarse y la lluvia, aunque fue constante y molesta, pero no desesperante. Unas botas de lluvia, pilotines y a la aventura. Claro, era ver a la voz de una generación por segunda vez. Algo que hasta hace unos años era impensado.
El escenario nos trasladaba a una suerte de restaurant de lujo de los años 50. Un juego de luces en el escenario y otro más arriba, natural. Pero ya vamos a llegar a esa parte porque antes, hubo mucho para ver y matar la ansiedad.
El primer día del Kilkfest
Casi 5 horas antes, las bandas nacionales abrieron el primer día del Kilkfest 2022. Sobre Ondas, Cassette, Ciudad Mansa, Los Ollies, The Crayolas y El Culto Casero tocaron rápido, con sets acortados pero cada uno con un público que les es fiel y los apoya en todo. Lo más admirable que tiene la escena indie nacional es que ya tiene un público consolidado y que la sostiene.
La lluvia había parado por un par de horas, pero de a poco volvía, en forma de garúa, como llovizna y se detenía. A eso de las 19 horas, El Kuelgue aparecía en el escenario principal para inaugurar el segmento de artistas internacionales. Una mezcla de reggae, pop, algunos toques latinos, un poco de rap, algunas cosas funk y letras que hablan sobre apreciar las cosas simples de la vida. El combo perfecto para el que va a un concierto, pero también quiere bailar.
La atracción principal fue el frontman Julián Kartun. El actor, cantante, guionista y comediante que popularizó a Caro Pardiaco, mostró toda su capacidad para mover al público justo en el momento en que la lluvia se volvió intensa y copiosa de nuevo. Y había más puntos de diferentes colores saltando en el tablero marrón. Mezclando candombes con el freestyle, logró que la gente se olvide de los rayos, el agua y se entregue a la música.
Era un partido reñido en el que la música parecía tomar la delantera, pero la lluvia se negaba a perder y mandó a la cancha a un refuerzo: el viento. Mientras tanto, Kevin Kaarl, el compositor mexicano de música folk se subía al escenario.
Recorrió sus dos discos de estudio durante casi una hora de presentación. Hubo algo en su presentación que hizo adormecer al agua y el clima se calmó. O a lo mejor fue el viento que no midió su fuerza y sacó del partido a su amiga la lluvia. Como sea, los astros se alinearon en el momento justo.
La banda record
Con casi 20 minutos de retraso y presentando su último disco: “The Other Side of Make-Believe”, Interpol se presentaba por tercera vez en Paraguay (y la primera fuera de un Asuncionico). La primera con el sol cayendo en un muy caluroso jueves de marzo, la segunda en medio del barro y con una tormenta que pasó. La tercera, con una tenue llovizna que adornaba su estética.
Ni bien se subieron al escenario, Brad Truax regaló las notas más famosas que su bajo puede ofrecer. “Evil” era una invitación a bailar de entrada y por 40 minutos sólidos en donde el Él y Sam Fogarino funcionaron tan sincronizadamente e hicieron que –como siempre- la banda de Manhattan vuele sobre el escenario.
Recordemos que “Los Matadores” desde hace algunos años desarrollaron un amor por México y la cultura latina. Su anterior trabajo “Marauder” los hizo trasladar todo a la capital de ese país y el resultado es que el aceitado español de Paul Banks ahora esté marcado por ese acento característico. En cuanto a las canciones, un mix de las del nuevo álbum más clásicas como “Rest My Chemistry” o “Passenger”. Banda rendidora si las hay. Muy de nicho pero que sabe tocar fibras.
En la temática indie de este primer día, no podía faltar la banda más representativa de este estilo en Sudamérica. Ya cerca de las 21:15, a los lejos en el segundo escenario, El Mató a un Policia Motorizado se cobraba revancha del Asuncionico de este año y se reencontraba con un festival en Paraguay.
Justamente este año se cumplieron 10 años de su primera presentación en Paraguay. Era una noche similar a esta pero más fría, con problemas con el venue original, hicieron que el show se mude al Casino de Asunción. Con suerte éramos 50 personas. Pasó el tiempo, pasaron los años y vino más gente. Luego de 70 minutos, Santiago y sus vecinos de La Plata, dijeron: “Muchas gracias Paraguay, chau”.
Llegó la hora del ritual
Hasta el clima quería ver lo que se venía. El cielo se quedó quieto, las nubes se juntaron y en el fondo, la luna asomaba tras ellas. Puntualmente a las 23:30, “It’s Not Unusual” de Tom Jones va recibiendo a la gente. Los anfitriones, todos de trajes estilizados de la época, con pañoletas, corbatines y pura actitud. Arctic Monkeys está solo como en un salón abandonado que encierra un misterio. Nosotros estábamos ahí para pasar el umbral.
El magnetismo de Alex Turner es innegable. Con solo pararse en el escenario ya tenía al público comiendo de su mano. Una mirada penetrante y algunas gesticulaciones que acentúan su intención. Es dueño de su escenario, de su mundo y su universo. Se propuso ser el Elvis de esta generación y lo logró.
Un setlist mechado entre las canciones de su nuevo disco “The Carr” con los clásicos para saltar y que fueron ‘reseteados’ al estilo AM 2022. “Sculptures of Anything Goes”, para hipnotizar y romper enseguida con “Brianstorm”. Ese segmento brillante con “Crying Lightning”, “Don’t Sit Down ‘Cause I’ve Moved Your Chair” y “Why’d You Only Call Me When You’re High?” de corrido.
Una banda que domina su esencia y sabe hacerla explotar. Una banda que es simple y estrambótica al mismo tiempo. Una banda inteligente. Conforme pasaba el show, los elementos de ese universo se nos hacían más presentes. Hablando de presentes, arriba, como una bola de discoteca, marcaba presencia la luna: su casa.
El encore con “There’d Better Be a Mirrorball”, “I Bet You Look Good on the Dancefloor” y el apoteósico final con “R U Mine?”, fueron 94 minutos que pasaron en un pestañeo, pero seguro así corre el tiempo en alguna parte del espacio, como nos enseñó Interestellar.
Así pasó Arctic Monkeys, dejando suspiros, interpelaciones, caricias y depresiones. Así pasó una noche en la Luna. El Kilkfest continúa este viernes con una jornada electrónica (para los que no llegaron o no querían ir a La Nueva Olla) y el sábado la segunda fecha fuerte con un choque generacional: Wos vs. Liam Gallagher.