En la actualidad parece un hábito reservado para las ocasiones especiales, pero deberíamos hacerlo con más frecuencia. La ciencia estudió sus efectos y resulta una actividad muy positiva para el círculo familiar y más aún en los niños.

Si vivís sola, es algo que solo se da durante visitas, pero en los casos de unidades familiares es muy poco frecuente que los miembros compartan la mesa. Muchas no dejan de trabajar mientras comen a las apuradas, están quienes lo hacen solas mirando el celular o mientras se ocupan de sus cosas. Esto tampoco es bueno.

En las últimas décadas se realizaron muchas investigaciones sobre este hábito y todas coincidieron en que tiene muchos impactos positivos. Desde mejorar la comunicación, convivencia, reforzar las relaciones, aumentar el autoestima y prevenir el riesgo de obesidad.

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Uno de los tantos factores que contribuyeron a que haya una pérdida de esta costumbre son los socio-económicos, según apunta Anne Fishel, terapeuta y directora ejecutiva de Family Dinner Project. La especialista señala que es un “lujo” que las familias más pudientes se pueden dar, mientras que otras deben ocuparse de todas sus responsabilidades, llegando a no coincidir en los encuentros.

¿Cuáles son los beneficios?

- Ayuda a desarrollar las habilidades sociales. Desde la capacidad de mantener una conversación fluida, la lingüística o adquirir buenos modales. La charla que se genera mientras se comparten los alimentos resulta especialmente provechosa para los más peques del hogar.

- Influye en el estado anímico. Los niños y adolescentes se sienten acompañados, seguros y protegidos por el núcleo familiar. Esto incrementa cuando la costumbre se mantiene en el tiempo; también favorece a que ellos comuniquen sus sentimientos, pensamientos, anhelos y confíen en sus padres y hermanos.

- Previene la ansiedad y la depresión. Vinculado al punto anterior, un estudio indicó que los adolescentes mostraban menos signos de depresión y ansiedad. También, eran menos propensos a presentar problemas emocionales.

- Mejora la nutrición. Los padres pueden llevar un mejor control de lo que consumen sus hijos; ya sea aprender a comer verduras, que terminen su ración alimenticia, beban suficiente agua, pero por sobre todo, que se alimenten con tranquilidad.

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