La banda que siempre quiere que pisemos sin el suelo regresó por una sola noche, pero incluso quiso tocar más y sacar música nueva. Abril Sosa, uno de los bateristas, nos cuenta más sobre esta nueva etapa.

Por: Luis Ríos

A fines de 2017 Catupecu Machu anunció que hasta nuevo aviso y por tiempo indeterminado suspenderían su actividad. El líder Fernando Ruiz Díaz, pasó a dedicarse a su proyecto paralelo, el grupo conocido como Vanthra. Por su parte Martin “Macabre” González Carrera y Agustín Rocino formaron Maleboux.

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En la mañana del 23 de enero de 2021 Gabriel Ruíz Díaz, el hermano de Fernando, falleció luego de casi 15 años de aquel accidente automovilístico en el que sufrió lesiones múltiples, incluyendo traumatismo craneoencefálico grave, y del cual continuaba con un proceso de rehabilitación. De hecho, murió en su casa donde hacía tiempo vivía con su mamá, su hermana y su terapeuta.

Ese mismo año para rendirle homenaje, Catupecu anunció su regreso a los escenarios con una única presentación que ocurrió el 1° de mayo de este año en el cierre la segunda noche del Quilmes Rock 2022. De la reunión, además de Fernando Ruiz Díaz, formaron parte Abril Sosa -baterista original del grupo-, el tecladista Macabre, el bajista Sebastián Cáceres y el baterista Agustín Rocino.

“Catupecu es inmortal, Gaby es inmortal y vamos a vivir un lapso de tiempo inmortal”, aseguró Fernando en un video que compartió en su cuenta de Instagram. Parecía un presagio, porque lo que iba a ser un “ultimo baile” para esta agrupación, terminó siendo el principio de una nueva era.

Reencarnar

La banda está encarando una gira ‘de reencarnación’ como la definen los propios integrantes e incluso están ensayando canciones nuevas que podrían ser el teaser de un próximo disco. El último trabajo de estudio fue “El mezcal y la cobra” en 2011 (EMI-Odeón Argentina), recopilaciones más discos en vivo lanzados en 2014 y el último sencillo registrado fue “La piel del camino” en el 2016 (Popart).

Miguel Adolfo Sosa es más conocido por su nombre artístico: Abril y también por ser el primer baterista con el que Catupecu Machu grabó un disco. Luego de su salida en el 2001, fundó Cuentos Borgeanos en donde fue vocalista y guitarrista.

El músico pasó por mucho a lo largo de su carrera e incluso dejó la música para dedicarse a sus otras dos pasiones: la pintura y la poesía. En agosto del 2020, editó su primer libro llamado “Otros Engranajes”.

“Mi vuelta no tiene una razón puntual. Fue más bien un suceder. A nosotros con Fer (Ruiz Diaz) nos pasó que nos reencontramos después de muchos años porque tenemos una amistad de toda la vida. Él a su vez, es como mi papá, lo conozco desde los 12 años y siempre fue como mi padre en muchas cosas en la vida y lo sigue siendo”, explica a la VOS sobre su decisión de volver a la banda después de 21 años.

Cuando Catupecu recién se estaba formando, Abril Sosa con tan solo 14 años reemplazaría a Marcelo Baraj. Los Ruiz Díaz lo conocían desde los 12 años porque con un grupo punk llamado Colapsus, ensayaban en la sala de estos hermanos, pero también los seguían en sus recitales. Cuando su baterista dejó el proyecto, Fernando y Gabriel, le propusieron que toque a ellos. Incluso debido a su corta edad tuvieron que convencer a su madre para que le permitiera realizar una gira de verano.

Su partida y “Cuentos Borgeanos”

A mediados del 2002, Abril decide abandonar Catupecu Machu para dedicarse a tiempo completo a su nueva banda. “Cuando yo me fui de la banda, fue una cosa muy dolorosa para todos nosotros. Incluso entre todos pensamos quien me podía suceder y me acuerdo que quedó Javier Herrlein en ese momento”, recuerda.

El baterista fue reemplazado por un antiguo colaborador de los hermanos Ruiz Díaz antes de que la banda tuviera nombre. “Él (Herrlein) me había llamado por teléfono a contarme y yo estaba muy feliz por fue él el elegido”, subraya Abril quien no perdió tiempo y ese mismo año lanzó “Fantasmas de lo nuevo”, su primer disco con Cuentos Borgeanos y comenzaron a darse a conocer en la ciudad de Buenos Aires.

Luego de ocho años y cuatro discos, Cuentos Borgeanos se puso en pausa para dar luz a la carrera solista de Sosa. Este proyecto tendría una reunión y un disco más en el 2014 y luego parar indefinidamente. Sobre si está en sus planes volver a despertar a Cuentos así como ocurrió con su vuelta a Catupecu, el músico no cierra la puerta.

“Dadas las circunstancias de los que pasó con Catupecu, diría que no sé. En principio diría que no, pero esta vida artística es tan errática y tan contradictoria que seguramente en un par de años, esté diciendo que sí. De todas formas, siento que Cuentos ya cumplió un ciclo. No lo veo como un proyecto que pueda reencarnar”, afirma con mucha franqueza.

En esta banda, al estilo Dave Grohl, Abril dejó la batería para ponerse al frente y cantar con la guitarra al cuello. “Yo me alejé un poco de esa relación y ese amor con el canto y con la guitarra. Por eso, siento que (Cuentos Borgeanos) está en un stand by que puede ser larguísimo, que puede ser para siempre, pero no quiero decir que no porque si hace cinco años alguien me preguntaba si volvería a Catupecu, hubiera dicho que no y acá estoy”, confiesa.

Foto: Trigogerardi

Catupecu desde afuera

Mientras Abril sacaba adelante su nueva banda, Catupecu lanzaba “Cuadros dentro de cuadros” un trabajo más experimental, con un sonido distinto, y en el que se alejan del formato tradicional de una banda de rock. “Me costó digerir ‘Cuadros Dentro de Cuadros’ a pesar de que me gusta porque a mí siempre me gustó como compone y escribe Fernando”, comenta.

Ya estando por caminos separados llega “El número imperfecto” que es hasta la fecha el álbum más vendido de Catupecu y el que los consolidó en la escena del rock de su país y también los llevó a ganar público en otros países latinoamericanos.

“El Número Imperfecto me parece un discazo. Lo que pasó muy loco es que Agustín ‘El Búho’ Rocino, que era el bajista de Cuentos Borgeanos y hoy es baterista de Catupecu también, trabajaba en la sala de ellos y estuvo en ese disco como operador”, rememora.

Como la sala de Catupecu estaba con obras de construcción, la banda fue a ensayar a la sala de Cuentos Borgeanos un poco antes que salga ese disco. “Me acuerdo que estábamos escuchando. Ellos estaban ensayando y yo con los chicos de Cuentos estábamos afuera (porque allí también era la casa donde Abril vivía en ese momento) y tocaron ‘Magia Veneno’ y ‘A veces Vuelvo’. Todavía no había salido el disco y dije: ‘Acá se vienen dos mega hits y va a explotar todo’ y así fue”, confiesa.

Debido a la buena relación, Sosa siguió muy de cerca a su ex banda, tanto como amigo y admirador de su música. “Seguí toda su carrera de cerca. Soy un gran admirador de toda la obra de Fer. Incluso lo que hizo con Vanthra me gusta mucho. Si tengo que elegir un disco favorito es ‘Cuentos Decapitados’, pero soy fan de toda la discografía de la banda”, asegura.

Volver luego de 20 años

Cuando se termina una relación, ya sea de amistad de pareja y pasa un tiempo considerable, en ciertas ocasiones se puede tener el deseo de saber si volvería a pasar lo mismo que aquella vez y tomaríamos exactamente las mismas decisiones en cuanto a aciertos y errores. Además, el paso del tiempo puede ser un inconveniente o una ventaja, dependiendo de cómo se analice.

En el caso de Abril y la banda, esa conexión nunca dejó de estar. “Hace 21 años atrás cuando me separé de Catupecu, no dejamos de estar juntos. De hecho, el segundo disco de Cuentos Borgeanos lo produjo Gabriel. Yo iba a tocar de invitado por Catupecu y ellos venían a tocar gentilmente a Cuentos (De hecho, Agustín Rocino fue el bajista de ese proyecto desde su inicio hasta 2010). Salvo estos últimos años que con Fer tuvimos un desencuentro y nos unieron los últimos días de la vida de Gabriel, siempre estuvimos juntos. No es que después de 20 años nos volvimos a hablar”, afirma.

Para él, hay una química y frescura que siente intacta a pesar del paso del tiempo. “Hace unos días estábamos ensayando. Yo desde la batería veo a Fernando, a quien conozco hace 30 años, y veo lo mismo. Me siento igual que en aquel entonces. En ese sentido, siento que no cambió mucho. Pero mi sensación, más allá de que siempre estuvimos en contacto, es que si somos otras personas en este momento. Pasaron varios días en el medio, ya estamos grandes, Gaby ya no está más. Sin embargo, hay una frescura que la veo intacta”, analiza.

La conexión entre Abril y Fernando va más allá de la música. Hay situaciones en la vida que (ya sea azar o destino) las afrontaron juntos. “La hija de Fer nació cuatro meses antes que mi hijo, hasta compartimos ese comienzo en la paternidad y un montón de otras cosas en las que nos fuimos cruzando en la vida”, comenta.

La importancia de Gabriel

Gabriel Ruiz Díaz manejaba su automóvil en la madrugada del 31 de marzo de 2006, cuando chocó contra un árbol en cercanías del Zoológico de Buenos Aires. En el vehículo viajaba como acompañante el cantante del grupo Cabezones, César Andino.

Según el relato de este último habían salido de un club nocturno en el cual no habían tomado alcohol y perdieron el control del auto en una curva. El conductor sufrió lesiones múltiples que incluyeron un traumatismo craneoencefálico grave.

Desde ese entonces y hasta hoy, todo lo que pasa en Catupecu Machu es trasversal al menor de los Ruiz Díaz. “Esta es una banda que siempre fue mutando a lo largo de los años, cambiando de formación. Naturalmente, a partir del accidente de Gaby cambiaron muchas cosas, y todo eso se relaciona con este reencuentro que justamente Fernando lo tituló ‘Reencarnación’”, reflexiona el baterista.

Gabriel ya no está físicamente, pero está presente en todo. “Cuando los conocí, Fer tenía 21 o 22 y Gaby tendría 17 o 18. Desde ahí para mí siempre fueron una sola persona con dos cuerpos. Entonces, difícilmente se tome alguna decisión o se piense en algo, sin incluir la mirada de Gabriel sobre las cosas. Porque él, fue una persona con una manera de vivir y entender la música tan clara y tan concreta, que marcó nuestra manera de verlo y hace que continúe presente”, relata Sosa.

“Hace poco que estábamos grabando reversiones de temas viejos de Catupecu y grabamos de paso una canción nueva e incluso en esa instancia de trabajo, difícilmente se excluya su óptica. De hecho, hace unos días hablando de futuras grabaciones, la conversación era cómo incluimos la mirada de Gabriel en las cosas que hacemos”, detalla para dimensionar la influencia de su amigo en todo.

Foto: Trigogerardi

¿Fue el destino o fue Gabriel?

Incluso en la vuelta de Abril a la banda hay algo de Gabriel que pesó. Cuando él y Fernando se reencontraron, tuvieron una ‘hermosa charla’. Unos tres días después Fernando, lo invita a tocar con su proyecto paralelo, Vanthra.

“En el mismo momento que estábamos tocando, fue el momento en que falleció Gaby. Para nosotros, la muerte de Gabriel y nuestra unión tiene una relación directa con todo lo que nos pasa en la vida y eso incluye a Catupecu”, relata.

A raíz de eso, surgió la idea de hacer el show homenaje en el Quilmes rock de este año para honrar Gabriel. “No hay una razón puntual por la cual esto ocurra (la reunión). O quizá lo puntual tiene que ver con la presencia de Gabriel desde otro lugar para nosotros, sin ponerle una cuota mística o solemne a eso. Esa unión que se generó coincidiendo con la muerte física de Gaby, creo que derivó en esto que está pasando y en donde nosotros también lo sentimos muy presente”, profundiza.

Hasta se puede pensar que él hizo que ese encuentro homenaje se prolongue y parezca ser un nuevo punto de partida. “Yo estaba viviendo en la sala. Esta es la sala de toda la vida, donde los chicos incluso vivieron y donde comenzó todo. Entonces, hicimos lo del Quilmes Rock y queríamos hacer algo más” recuerda.

Como ya habían hecho algunos experimentos con cosas a dos baterías, terminaron haciendo todo su reportorio de esa forma. Ahí surgió que Catupecu Machu volvió a ser un power trio, pero a dos baterías. Y todo, en el fondo gracias a Gaby.

“Para nosotros él está. Hasta te diría que Catupecu hoy es un power trio con dos baterías y una persona que no está físicamente. No desde un lugar místico o religioso sino más bien energético y real. No hubo mucho que preguntarse y salimos adelante”, destaca.

Paraguay en el camino

De esa forma, Catupecu Machu llegó nuevamente a Paraguay para presentarse en la segunda noche del Festival Pilsen Reciclarte en setiembre pasado. “Es mi primera vez porque con Cuentos Borgeanos no fuimos nunca a Paraguay y yo nunca fui con Catupecu. Ir a tocar a allá es una alegría inmensa. Esta venida surgió con el time-in justo de esta reunión, nos llegó la propuesta de venir al festival y de una dijimos que sí”, detalla Abril antes del show.

La agrupación es bastante querida por el público paraguayo y por eso siempre fue un nombre constante en festivales o eventos en solitario. Si bien, esta banda vino muchas veces a tocar al país, no fue por algún motivo especial. “Fernando es un enamorado del público paraguayo. Pablo Romero, el cantante de Árbol, también me dijo que el público y las bandas paraguayas son geniales”, comenta el baterista.

Después de tantos años, ¿qué significa ser parte de Catupecu Machu? “Para nosotros, Catupecu es una cosa muy deforme. Siempre decimos que hasta el nombre es una invención que nace de cualquier lado. Esta es una banda que siempre fue cambiando de formación y mutando a lo largo de los años y de la que somos parte”, describe Abril.

Así Catupecu reencarna gracias a la memoria de Gabriel y todos sus integrantes vuelven a estar en el momento y lugar justo para escribir nuevas canciones y contar nuevas historias.

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