Aunque cada vez hay más información sobre cómo llevar una alimentación saludable, con frecuencia sucede que quienes quieren querer bajar esos kilitos demás, adquieren un estricto régimen y al momento de darse un gusto, sienten culpa.

Desde planes “detox”, ayuno intermitente, seguimientos con una nutricionista y actividad físicas; todas buscamos nuestra mejor versión mediante diferentes métodos, pero ¿qué pasa cuando llega un acontecimiento, juntadas con amigas o simplemente nos antojamos de chocolate porque nos bajó el periodo?

Si alguna vez te diste el gusto de comer algo rico en pleno régimen de descenso de peso, y luego sentiste culpa, es un error. Más allá de lo estético, lo importante de alimentarse bien es estar saludable, y nunca está mal darse un gusto, siempre y cuando los buenos hábitos predominen.

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La culpa está vinculada a subir de peso por una cuestión fisiológica. Este sentimiento genera estrés, y el estrés se traduce en un aumento de la hormona cortisol. El organismo entra en un estado de “alerta” y el proceso metabólico se vuelve más lento, es decir, reserva energía.

Por otro lado, esta hormona provoca un aumento de insulina que favorece aún más el almacenamiento de grasas, eleva los niveles de sustancias inflamatorias en el hígado y, a su vez, produce más apetito.

Otras de las consecuencias de esta hormona es que debilita el sistema inmune, favorece los dolores articulares y musculares, además de generar una sensación de malestar general.

Por eso, lo ideal es comer de forma inteligente: un alfajor, un chocolate, incluso una cerveza bien degustada no hará que todo el esfuerzo se vaya por al tacho; lo importante es no irse por los excesos y sostener los buenos hábitos, desde las comidas que te indica tu nutricionista a tu actividad física regular.

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