Vivimos en una cultura ruidosa. Desde los bocinazos en el tráfico, las motos estruendosas a cualquier hora, la música a todo volumen y la costumbre de comunicarse a los gritos.
Existen diferentes escenarios donde la contaminación acústica se hace presente. Desde vivir al lado de una fábrica o taller mecánico, convivir con personas a las que les gusta poner el volumen del televisor o la música que escuchan bien alto, hasta trabajar en una oficina donde el barullo es normal.
Cuando el sonido nos causa malestar, lo primero que solemos realizar es pedir amablemente que se baje el volumen, pero no todos tienen el conocimiento o la empatía para entender el porqué, e incluso reaccionan mal, asociándolo a la amargura o antipatía de quien lo pide.
El punto central con el ruido es que no se puede tapar de que tiene muchas consecuencias para la salud integral. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que el ruido es cualquier sonido que supera los 65 decibelios (dB) y establece que a partir de los 75 dB es perjudicial y doloroso desde los 120 dB.
Ante esto, el organismo sugiere no superar los 65 dB durante el día y por las noches, para poder lograr una buena higiene del sueño, no debe exceder los 30 dB. Si todos tuviéramos en cuenta estos parámetros, mínimamente estaríamos menos estresados.
Cuando no se cumplen con estas recomendaciones y la exposición es prolongada puede haber una pérdida prematura de la audición, también puede aumentar la presión arterial y el ritmo cardíaco. A nivel psicológico, el estrés, la ansiedad y el nerviosismo se hacen presentes.
Por otro lado, cuando el ruido afecta la calidad del sueño el sistema inmune se debilita, el rendimiento general de la persona disminuye y hay aún más irritación. Para evitar esto, lo ideal es empezar por una misma y ser empáticas, ya que estas consecuencias no sólo las sufren nuestros pares, sino nosotras mismas.
Para evitar esto, hay que empezar desde nuestro propio accionar moderando el volumen de la tele y la música, también evitar el uso de electrodomésticos ruidosos durante la noche. Si es posible, utilizar medios de transporte alternativos como bicicletas y no gritar al momento de comunicarse con el otro.
Respecto a la vivienda hay formas de aislarla del sonido, pero esto implica una inversión y no siempre es 100% efectiva, también se puede usar protectores auditivos como tapones u orejeras.