Mantener una buena higiene bucal es fundamental para prevenir diferentes afecciones, pero lo que se suele pasar por alto es que la lengua también necesita limpieza; por eso te contamos las razones y cómo realizarlo correctamente.

Cepillarse los dientes es un hábito que todos tienen incorporado, pero olvidar la lengua durante la rutina de aseo es bastante frecuente. Este órgano móvil desempeña un papel muy importante en la cavidad oral y su cuidado es fundamental.

Entre sus funciones, la lengua interviene en el proceso de ingerir alimentos, la hidratación, el habla y el sentido del gusto, pero además posee terminaciones nerviosas y una gran irrigación, lo que la hace muy sensible. Su dorso está cubierto de papilas que participan en la percepción del gusto, el tacto y la producción de saliva.

Normalmente este órgano tiene una apariencia rosada, húmeda y con movilidad. Además de mantener buenos hábitos, la higiene ayuda a que esté saludable y que desarrolle todas sus funciones, caso contrario, puede haber una acumulación de bacterias y restos alimenticios en la superficie.

Una falta o mala higiene lingual puede contribuir a que la persona tenga mal aliento, alteraciones en el gusto, cambios en la flora de la boca por micosis, una apariencia blanquecina o negra, y favorecer la proliferación de bacterias patógenas que provocan caries, gingivitis y otras afecciones.

¿Cómo higienizarla correctamente?

Lo primero es incorporar este hábito a la limpieza habitual. Cotidianamente nos cepillamos los dientes después de cada comida y luego utilizamos hilo dental para quitar los posibles residuos que queden entre los dientes.

Una buena manera de no saltear este paso, es limpiar la lengua después de cepillar los dientes y antes de pasar al hilo dental. Lo ideal es contar con un limpiador lingual, pero si no se tiene este accesorio, se puede utilizar de todas formas el cepillo común.

Durante el proceso hay que realizarlo de forma cuidadosa y suave, ya que el cepillo está diseñado para limpiar superficies duras y no un órgano blando como lo es la lengua. Hay que realizar el movimiento de raspado desde la zona posterior de la superficie hasta llegar a la punta y los costados.

Este procedimiento hay que repetirlo varias veces y enjugar, también hay que tener en cuenta que en un principio puede dar arcadas y esto se puede contrarrestar realizando respiraciones profundas. Luego de unos días, esta sensación de reflujo disminuirá por la adaptación.

Por último, hay que realizar buches con un enjuague bucal para eliminar posibles residuos, y visitar a un dentista que brinde un control general cada seis meses.

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