“Amar es para valientes porque no hay amor sin riesgo” afirma el escritor y psicólogo Walter Riso. Y según explica la ciencia, nuestro cerebro atraviesa varios procesos químicos que justifican nuestras emociones y actos durante el enamoramiento.

Todo empieza cuando conocemos a alguien que nos atrae físicamente, luego se despierta el interés personal y seguido a eso, si sospechamos que hay reciprocidad puede comenzar el enamoramiento. Para la neurobiología del amor, las hormonas, feromonas y neurotransmisores son las protagonistas de este proceso.

Durante la atracción física la hormona que entra en juego es la dopamina, según afirma Fisher Scientific. La actividad cerebral en el área ventral tegmental que tiene la persona en esta etapa es muy intensa, entonces cada vez que se piensa o se ve de quien gusta, se siente placer.

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También hay otras partes del cerebro que se activa como el hipotálamo, la corteza prefrontal, la amígdala y el núcleo accumbens. Puede suceder también que empecemos a actuar diferente cuando estamos cerca de quien nos atrae, lo cual tampoco es casualidad, ya que existen evidencias de que las hormonas también influyen sobre las transmisiones cognitivas de alto nivel.

La dopamina es la principal responsable de las emociones que sentimos al relacionarnos con alguien que nos gusta y de generarnos esa sensación de querer estar juntos. Luego, cuando empezamos a fantasear, proyectar y extrañar, la acetilcolina y las endorfinas se ocupan de generar la sensación de anhelo.

Seguido a eso, la oxitocina y la vasopresina desarrollan el amor romántico, la sexualidad y el apego. Estas hormonas interactúan con el centro cerebral de la emoción: la amígdala, y le entrega la toma de decisiones. Es por eso que muchas veces las personas actúan diferente o irracionalmente cuando están enamoradas.

Cuando empieza el contacto físico nuestro cerebro estalla en oxitocina y endorfinas. Estas hormonas alcanzan su punto máximo integrando el placer, la euforia y el deseo. Durante esta etapa, si aun no hay nada definido ni compromiso, es natural sentir miedo al rechazo, a la pérdida, celos o ciertas inseguridades.

Esto se debe a que nuestro cerebro percibe la posibilidad de perder el vínculo que recién empieza y libera cortisol, la hormona responsable del estrés, el miedo y la ansiedad. Lo más interesante de su efecto es que no nos vuelve realistas, sino por el contrario, nos engancha aún más porque el cerebro libera más vasopresina y aumenta la atracción.

Por último, la serotonina es la responsable de hacernos sentir bien, nos genera felicidad y tranquilidad sin esa dosis de euforia. Y lo que sucede cuando nos alejamos de la pareja, es que esta hormona disminuye y nos hace pensar, fantasear y anhelar el próximo encuentro.


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