Tal vez la mayoría recuerde cómo fue ese primer beso que recibió o la primera vez que se armó de valor para dar ese gesto de amor. Cada 13 de abril se celebra el Día Internacional del beso, ¿sabés por qué?

Esta fecha es un homenaje a una pareja tailandesa: Ekkachai y Lksana Tiranarat, quienes en el 2013 rompieron el récord al beso más largo de la historia. Tuvo una duración de 58 horas, 35 minutos y 58 segundos.

Y también fueron ellos, quienes en el 2011, habían registrado este gesto con una duración de casi 47 horas. Todo esto, en el marco del concurso del beso más largo celebrado en su país y que concuerda con el Día de San Valentín en Tailandia.

Existen muchas teorías acerca del origen del beso, pero lo cierto es que desde la Revolución Industrial este acto se fue normalizando en público, ya que la sociedad censuraba esas muestras públicas de cariño hasta entonces. Ya con el romanticismo, las personas empezaron a gozar de más libertad y fue algo que se extendió hasta nuestros tiempos con la modernización.

Lo cierto es que desde que empezó la pandemia los besos y las muestras de afecto que implicaban contacto físico, quedaron de lado con las normas sanitarias, pero actualmente que de a poco se va volviendo a la normalidad, empezamos a ver nuevamente abrazos y besos.

La ciencia demostró también que besar a las personas que amamos puede generar reacciones químicas muy beneficiosas para nuestro cuerpo. Hacerlo quema calorías, fortalece nuestro sistema inmune y crea vínculos afectivos entre las personas. Su poder es tan grande que muchos especialistas lo comparan con una droga natural.

Cuando besamos, nuestro cerebro libera oxitocina, la hormona que genera cambios físicos y neurológicos como el placer, el amor y todo lo que tenga que ver con el plano afectivo. Las parejas que se demuestran afecto constantemente de esta manera, tienen mayores chances de vivir más y felices. El beso es terapéutico y psicológico, cuando se besa a quien se ama, todos los resultados son positivos.