En el 2022 se cumplen 25 años de la muerte de Lady Di, La Princesa del Pueblo, motivo por el cual se está preparando un documental que estrenará en cines y en la plataforma de streaming de HBO.
El director nomidado por la Academia de Cine, Ed Perkins, será el encargado de realizar este documental de Lady Di que estrene, por primera vez, en cines y tenga además su estreno televisivo por HBO en el verano del 2022 para conmemorar el 25 aniversario de su trágica muerte.
Diana, que llevará por título se basará en miles de horas de informes de noticias, imágenes y fotografías nunca antes vistas que se convertirá en un registro documental único de la vida y la época de un ícono global, mencionaron en el anuncio oficial en el Hollywood Reporter.
“Pero Diana no es simplemente la historia de la vida de una princesa y la crisis en la monarquía británica que fue provocada por su muerte. La película también vuelve la cámara hacia nosotros mismos, para examinar la sociedad en general en ese momento y para iluminar el profundo impacto que Diana tenía en la gente común en Gran Bretaña y en todo el mundo”, expresaron Altitude y Lightbox, las dos productoras.
Y agregaron: “Dibujando temas más amplios de la cultura de las celebridades, la intrusión de los medios y nuestro apetito insaciable por el voyeurismo y la vida privada de los demás, Diana contará una historia que es tan relevante hoy como siempre”.
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Vida, muerte, fantasía, ilusión, deseo… pulsiones y condición humana
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
“¿Fantasear o desear...?”. Ese era el dilema que, en frecuentes charlas de café, proponía un tan veterano como anónimo polemista que habitaba, cuando la tarde agonizaba, algunas de las selectas mesas en el mítico café La Paz, en la esquina de la avenida Corrientes 1593, cuando esa arteria cordial se cruza con la calle Rodríguez Peña, muy cerca del Obelisco, en Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción.
Era los años 70, en el siglo pasado. Enfrente –justo en diagonal– intentaba competir el bar Ramos. En concurrentes habituales estaban cabeza a cabeza. Inolvidables, por cierto. Pero el caso es que, luego de encender la polémica con aquel interrogante, con impostado tono académico, intentaba, aquel sanatero, zamarrearnos.
¡Me parece verlo! Acomodaba prolijamente los dos o tres libros de Sigmund Freud o de Foucault que siempre llevaba con él y lentamente –como buscando las palabras más adecuadas– iba al punto. Fumaba tabaco inglés en una pipa muy gastada y sobre su prominente nariz montaba espejuelos redondos tonalizados verde oscuro.
“El tío Segismundo –ironizaba mientras revoleaba sus manos refiriéndose a Freud– cuando compartíamos algunos puros con amigos en el Café Frauenhuber, en la inolvidable Viena, nos explicaba con claridad, jóvenes amigos, palabra más, palabra menos, que solo fantasean las personas insatisfechas”.
PULSIÓN
Lo seguíamos en silencio. Algunas veces –como la ignorancia nos impedía responder y/o, mucho menos, poner alguno de sus dichos en duda, hacía una pausa que disfrutaba y, si la memoria no me falla, en aquel caso puntual remató: “Cada fantasía surge de una pulsión para cumplir con un deseo insatisfecho, muy deseado, que corrija la realidad”.
Nunca recuerdo su nombre. En verdad, no tengo claro si alguna vez lo supe. Pero sí, sus anécdotas con pretensiones académicas y que se definía como “un libre pensador, diletante”. ¡Nos maravillaba! Aunque –debo admitirlo– teníamos dudas que no confesábamos sobre su presunta sabiduría por aquello de que entre los ciegos un tuerto es rey.
“¡Déjese de joder, farfullante…!”, recuerdo que le dijo –indisimuladamente molesto y a voz en cuello– un reconocido profesional y estudioso freudiano, de quien exclusivamente consignaré sus letras iniciales (G.G.), que incontenible por lo que también escuchó abandonó su café en una mesa cercana y lo increpó sin miramientos.
Un pesado silencio cubrió todas y cada una de las mesas. El increpado no atinó a responder. Se retiró cabizbajo –con sus tres libros bajo el brazo– enmudecido y sin plantarle cara. El increpante nos miró, se disculpó “por interrumpir la conversación sin que nadie me llame” y fue al punto: “Simple y sencillo, muchachos. La fantasía tiene que ver con el imaginario. Con lo que creemos o sabemos que muy difícilmente suceda. Con aquello que suponemos imposible y que, de alcanzarlo, imaginamos sería placentero, pero sabemos que no podrá ser. Desear es converger la fantasía con la realidad más deseada en algún momento de tu vida. ¡No entender esa diferencia es grave… y, pretender explicar desde la ignorancia y la confusión, no lo puedo dejar pasar!”.
Renovó su disculpa y volvió a su mesa. “Como una escuela de todas las cosas...”, como nos enseñó Discépolo cuando escribió aquel tangazo que llamó “Cafetín de Buenos Aires”, así era el bar La Paz. Fantasías. Deseos. Ilusiones. Me atrevo a añadir que, como entonces, en estos tiempos de imágenes exacerbadas y exacerbantes que circulan y atropellan en los avasallantes ecosistemas digitales que facilitan las comunicaciones reticulares contemporáneas, aquellas –junto con la vida y la muerte– emergen como inevitables pulsiones incrustadas en el día a día de nuestros días.
OXÍMORON
Claramente, forman parte de la condición humana. Pese a que, con el correr de los tiempos y a la democratización de las monarquías (¿oxímoron?), con mucho menos frecuencia que algún tiempo atrás y, en aquel contexto, escuchar decir “vida de príncipes”, sorprende porque pareciera ser una expresión que cae en desuso.
Aun así, hay quienes insisten con ella cuando se procura producir sentido respecto de alguna persona que –a juicio de quien así se expresa– tiene allanado el acceso a poderosos y poderosas o cuando dispone de bienes materiales en abundancia o cuando no debe preocuparse por necesidades que –como tales– sí lo son para la mayoría de la humanidad.
En ese contexto, tampoco el futuro debiera ser preocupante para quienes tienen –siempre a la vista de las otredades– tránsitos principescos o, acaso, propios de las realezas. Hambre, desocupación, falta de salud, de educación. En aquel contexto, se suponen alejados de aquellos y aquellas minorías vistosas. Sentires y decires. Pareciera, incluso, que nada ni nadie está exento, alguna vez, de emitir esos juicios o ser depositario de ese tipo de expresiones.
Hasta la muerte –en ciertas ocasiones, por la forma en que se produce y a quien afecta– hace que no sean escasas las voces que se atreven a afirmar que Mengana o Fulano “murió como un príncipe”. En el siglo XIX y buena parte del XX era frecuente que así se significara la partida de este mundo cuando las y los finados eran considerados socialmente como “patricios” o “ricos”.
Curioso, por cierto. Y tanto lo era (y es) que vaya a saber a quién y en qué situación tuvo la lucidez para destacar que “al final de la partida, reyes y peones vuelven a la misma caja”. ¿Sabiduría popular? Tal vez.
LA BODA DEL SIGLO
Aún recuerdo cuando el 29 de julio de 1981 –la tele satelital cuando el mundo era mundial y para nada global– puso “en el aire” (vieja expresión de uso común en la radiotelefonía de entonces, hoy casi olvidada), desde la catedral de San Pablo, en Londres, la que fue llamada como la “boda real o del siglo” porque, aquel día, el príncipe Carlos (32) –hijo primogénito de Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), la reina Isabel II del Reino Unido y de la Commonwealth desde 1952 hasta su muerte– contrajo matrimonio con la joven aristócrata llamada Diana Spencer (20).
Cerca de 800 millones de televidentes lo vimos. “¡Parece un cuento de hadas...!”, escuché decir a dos mujeres que – como otros muchos, frente a una vidriera colmada de televisores– vimos pasar a Carlos, por entonces príncipe de Gales, y Diana recién casados, a bordo del 1902 State Landau, como se conoce al carruaje que, en aquel año, el rey Eduardo VII –tío del contrayente– ordenó construir para ceremonias relevantes.
En la Argentina, desde poco menos de tres años, teníamos tele en colores. La novia, tanto en el ingreso a San Pablo –luego de descender junto con John, su padre, VIII conde de Spencer, de un carruaje vidriado– como en el momento en que salió de esa catedral con su esposo convertida en “alteza real”, tuvo que detenerse varios minutos para que las “damas de honor” acomodaran la cola de su vestido “de casi ocho metros de largo”, relataba la transmisión oficial.
¡Hermoso para ver! Un año y 22 días después –el 21 de julio de 1982– se anunció el nacimiento del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. El 15 de setiembre de 1984 –setecientos ochenta y siete días después que su hermano mayor– nació el príncipe Enrique.
Sin embargo, y como sostiene el dicho popular, “no todo lo que reluce es oro”. El 28 de agosto de 1996 –cinco mil quinientos nueve días después de aquella boda principesca– Diana y Carlos se divorciaron. Con el paso del tiempo la fantasía pública trocó en públicos desatinos vinculares. La princesa descubrió y confirmó que el príncipe tenía como amante a Camilla Parker-Bowles, una amiga de la Casa Real. ¡Crisis!
MULTITUD
Carlos pasó –para muchas y muchos– a ser el “realmente odiado”. Diana, en el transcurso de 1995, decidió no ocultar la situación. Habló con la BBC, la tele pública en el Reino Unido. “¿Cree que Camilla Parker-Bowles fue el factor que desencadenó el fracaso de su matrimonio?”, preguntó el periodista Martín Bashir a “su alteza real”. La respuesta fue simple, breve y clara: “Bueno, éramos tres en mi matrimonio. Y eso es una multitud”. El 31 de agosto de 1997, Diana, Dodi Al-Fayed (1955-1997), multimillonario egipcio, y el chófer, Henri Paul, murieron en un accidente de tránsito ocurrido en el interior del túnel del Pont de l’Alma, en París.
Aquel príncipe, Charles Philip Arthur George (77), desde el 8 de setiembre de 2022, es Carlos III, rey del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones. Camilla Rosemary Shand, luego Parker-Bowles (78) –la tercera de aquel matrimonio principesco que “era multitud”, como lo sentenció Diana, “la princesa del pueblo”, como la categorizó para siempre el ex primer ministro Tony Blair, el 31 de agosto de 1997– es reina consorte.
Fantasías. Deseos. Ilusiones. Condición humana. Fantasías. Deseos. Ilusiones. “Cambia, todo cambia”, canta como nadie Mercedes Sosa. Los khasi –una minoría étnica originaria que habita en el estado de Meghalaya, noreste de la India desde antes de las invasiones dravídicas pobladoras del sur en ese mismo país– desconocen quiénes de sus antecesores y cuándo comenzaron a orientar las raíces de los árboles para construir con ellas “puentes vivientes”.
Lejos de aquellas selvas inigualables, recién se supo algo de los que se conocieron entonces también como “los puentes de raíces vivas de Sohra (Cherrapunji)”, cuando era avanzado el siglo XIX. Los exploradores occidentales se asombraron con aquel descubrimiento. En La Sociedad Asiática, un histórico periódico que se publicaba en Calcuta en 1844, se consignó la información. Desde aquellos tiempos, es polo de atracción hasta nuestros días.
“AMOR RECÍPROCO”
Hacia allí, unas tres semanas atrás, partieron en luna de miel el príncipe Raj Raghuvanshi (21) y la princesa Sonam Raghuvanshi (24). Eran marido y mujer porque sus madres –en esa sociedad matrilineal– así lo acordaron. Ambos pertenecían a la misma clase social y casta. Aquel enclave natural que, además, con unos 12.000 milímetros de lluvias anuales es, según Guinness, el lugar más lluvioso de cada año, era perfecto para manifestarse amor recíproco sin interferencias. La actuación crucial de la mehndi, la celebración musical previa, la ceremonia principal, la fiesta posterior quedaron atrás.
Me explican –por Whatsapp, desde Nueva Delhi, tres diplomáticos chimenteros que me pidieron anonimato– que los fastos nupciales se extendieron por cuatro días. Las dos familias en estado de tranquilidad. Espiritual, social y económico. No faltó nada. Se observaron todos los rituales. Homa (la ofrenda al fuego) se concretó. El Panigrahena, los unió como nunca antes. Las siete vueltas al fuego –el Satapadi– hizo celebrar a muchas y muchos, sonreír a las y los más refinados y desear, ilusionarse... soñar, a otros y otras.
Samskara se instaló en la flamante pareja. Luego, silencio. Los días pasaban y... más silencio. Pero irrumpió la angustia. Primero en el que fue el pueblo de ambos, luego en la provincia, la región y, finalmente, en todo el país. “¿Dónde están?” “¿Qué se sabe?”. La falta de novedades fue parte de las informaciones de la agencia de noticias nacional. Se iniciaron las búsquedas. Los supuestos ganaron el espacio público. Las ideas conspiranoides de poderosos y poderosas ingresaron en los circuitos informativos.
Nadie respondía a las incesantes llamadas a los móviles de Raj y Sonam. La policía y los servicios de inteligencia de la India los monitoreaban inútilmente. También el de uno de los hermanos de la princesa. ¡Nada! Pero, cuando nadie lo esperaba, todo cambió. El domingo pasado aquella novia obediente de los acuerdos y mandatos familiares que se mostró alegre, ilusionada, ante los unos y los otros; que fue objeto de los comentarios de sus vecinos e incluso blanco preferente a la vista de aquellas y aquellos que por ser de clases inferiores o de castas poco respetables no debieran haberla mirado, trocaron interrogantes y angustia sociales.
DIMES Y DIRETES
Desde algunos anocheceres en las sacudidas calles de aquel país con 1.400 millones de habitantes, se sabía por trascendidos –que más tarde se confirmaron– que el cadáver de Raj fue encontrado y recuperado de las profundidades de un precipicio con abundante vegetación. Fue el momento de los dimes y diretes. Se conoció el escabroso detalle de que el cuerpo lo encontraron con el cráneo partido con dos golpes duros aplicados con algún objeto contundente y cortante.
¡Horror! Rescatistas e investigadores tuvieron la convicción de que fue asesinado. Así lo dejaron trascender. No murió como un príncipe. Pero las honras fúnebres sí lo fueron para despedir a su alteza real. Sonam, esposa por un breve tiempo –geolocalizada desde el momento en que se comunicó con uno de sus hermanos– supo por quienes la hallaron que era viuda.
Gritó. Se ahogó en llanto. Insistió con el deshilachado argumento de que fueron víctimas de secuestro. Pero no tenía una coartada que generara, por lo menos, una duda. También supo que Rai Kushwaha, un chófer a su servicio, estaba preso en otra celda. Fue apresado en su pueblo natal, Madhya Pradesh. Contrastaron sus respuestas. Eran amantes desde tiempo antes de que Sonam y Raj protagonizaran una boda principesca.
Como en el caso de Carlos y Diana –con Rai– también se constituyeron en multitud. El amante capturado también confesó. Señaló a los tres criminales que asesinaron al príncipe –sus cómplices– a los que convenció para que ejecutaran al joven esposo de la mujer que también amaba.
Los sicarios fueron apresados. Abrumados, admitieron. La exprincesa viuda dejó de ser víctima para ser victimaria. La justicia la acusa de ser quien incitó a su frustrado enamorado de la necesidad de asesinar a Raj. Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
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Kate Middleton y su futuro como reina: ¿se está preparando para el trono?
La prensa inglesa está especulando que la princesa de Gales, Kate Middleton (43) ya se estaría preparando para asumir el rol de reina consorte, tras la hospitalización del rey Carlos III y las dudas sobre su recuperación. Desde que Middleton anunció en enero que su cáncer entró en remisión, ella retomó gradualmente sus deberes reales y cambió el estilo de su guardarropa; lo que sería un guiño a la elegancia de lo que fue la reina Isabel II.
Medios británicos destacan que Kate implementó algunos cambios desde su regreso a la vida pública, lo que podría indicar su preparación para el rol de reina consorte. Entre estas modificaciones se encuentra su renovado estilo, con una preferencia por looks o outfits monocromáticos, similar a los que usaba la recordada la reina Isabel II.
Además, Kate incrementó su presencia institucional, asistiendo a eventos de gran relevancia, donde se muestra como toda una autoridad. Estos cambios llevaron a que algunos consideren que la princesa de Gales está adoptando una postura más acorde con el papel que eventualmente la convertiría en Reina de Inglaterra.
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Sobre Kate Middleton
Kate Middleton nació el 9 de enero de 1982 en Reading, Inglaterra, ella es la esposa del príncipe William y ostenta el título de Princesa de Gales desde el 29 de abril de 2011. Proveniente de una familia de clase media, estudió Historia del Arte en la Universidad de St. Andrews, donde conoció a al hijo de la princesa Diana. La pareja tiene tres hijos: el príncipe George, la princesa Charlotte y el príncipe Louis.
En marzo de 2024, Kate anunció que le habían diagnosticado cáncer tras una cirugía abdominal y comenzó un tratamiento de quimioterapia. Se apartó temporalmente de sus deberes reales para centrarse en su recuperación y en su familia. En enero de 2025, comunicó que estaba en remisión y retomó sus actividades públicas.
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La princesa de Gales confirma que su cáncer está “en remisión”
La princesa de Gales Kate Middleton ha confirmado que el cáncer que le fue diagnosticado en marzo del año pasado ha entrado en fase de “remisión” y ha subrayado el alivio que esto le supone durante una visita al hospital The Royal Marsden, donde recibió tratamiento.
“Es un alivio estar ahora en remisión y seguir centrada en la recuperación. Como cualquiera que haya recibido un diagnóstico de cáncer sabrá, lleva tiempo adaptarse a una nueva normalidad”, ha manifestado Kate Middleton en una publicación en su perfil oficial de la red social X.
Así las cosas, la esposa del príncipe Guillermo ha trasladado su agradecimiento al personal del hospital londinense por los cuidados que le prestaron a lo largo del año pasado, así como a todos aquellos que “han caminado silenciosamente” junto a ella y su familia durante todo este proceso.
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“No podríamos haber pedido más. La atención y el asesoramiento que hemos recibido durante todo el tiempo que he sido paciente han sido excepcionales”, ha añadido una Middleton que fija como un objetivo que su colaboración con la institución sirva para “salvar muchas más vidas y transformar” las de los pacientes de cáncer.
Durante su encuentro con pacientes, la princesa ha aprovechado para conversar con pacientes de cáncer y trasladarles su experiencia propia. “Crees que el tratamiento ha terminado y que puedes seguir adelante y volver a la normalidad, pero eso sigue siendo un verdadero desafío”, ha dicho, según la BBC.
Desde el Palacio de Kensington han destacado la importancia de esta visita a nivel personal para la princesa Catalina, quien en enero del año pasado fue sometida a una cirugía abdominal y semanas después, ya a mediados de marzo confirmó que había sido diagnosticada de cáncer y estaba recibiendo un tratamiento de quimioterapia.
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Meses después, a comienzos de setiembre, la princesa británica celebró el “alivio” que sentía al terminar el tratamiento tras “nueve meses increíblemente duros”. El objetivo a partir de entonces era el luchar por estar “libre de cáncer”, una meta que con esta remisión de la enfermedad parece ahora más cerca.
Fuente: Europa Press
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Princesa de Gales se prepara para celebrar su cumpleaños en plena batalla contra el cáncer
La princesa de Gales Kate Middleton cumple mañana jueves 43 años mientras lucha contra un cáncer que le fue diagnosticado en marzo, de cuya naturaleza no informó y que le obligó a someterse a una quimioterapia que completó en setiembre.
“Aunque he terminado la quimioterapia, mi camino hacia la curación y la recuperación total es largo y debo seguir afrontando cada día como viene”, señaló Kate Middleton aquel 9 de setiembre, al anunciar el término de su tratamiento, en las redes sociales X e Instagram.
Desde el anuncio alarmante de su cáncer, el 22 de marzo, dos meses después de someterse en enero a una operación “abdominal”, de la que tampoco la monarquía británica fue pródiga en detalles, la princesa de Gales se ha mostrado poco en público. En la era de las redes sociales, el silencio a principios de 2024 sobre los motivos de su misteriosa operación “abdominal” y su larga ausencia posterior generaron muchas especulaciones.
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El 10 de marzo, con motivo del día de la madre en Reino Unido, apareció una fotografía oficial de Catalina sonriendo, rodeada de sus tres hijos, la primera tras su operación de enero. Pero la princesa tuvo que admitir que la imagen fue retocada y pedir disculpas, lo que generó más conjeturas, hasta que se anunció su cáncer poco después.
Primera aparición pública
Tras anunciar su enfermedad, la princesa apareció en público por primera vez el 15 de junio en el balcón del Palacio de Buckingham, para el desfile de cumpleaños del rey Carlos III, también afectado por un cáncer del que tampoco se conocen detalles. Habían pasado casi tres meses tras conocerse su enfermedad y aquella aparición significó un momento esperanzador para la princesa, como cuando anunció el 9 de septiembre haber completado la quimioterapia.
El príncipe Guillermo, esposo de Catalina e hijo de Carlos III, confesó el 8 de noviembre, en un viaje a Sudáfrica, que 2024 fue una dura prueba para él. “Fue espantoso. Es probablemente el año más difícil de mi vida”, dijo el heredero de la corona en aquella ocasión.
La segunda aparición pública de Catalina llegó el 14 de julio, en la final del torneo londinense de tenis de Wimbledon, ganada por el español Carlos Alcaraz al serbio Novak Djokovic. En aquella ocasión no le acompañó su esposo, que ese día asistía en Berlín a la final de la Eurocopa de fútbol, ganada por España a Inglaterra.
Tras completar la quimioterapia, Middleton expresó en septiembre sus “ganas de volver al trabajo y emprender algunos compromisos públicos en los próximos meses”. Y tras aquel anuncio, la princesa de Gales y su esposo asistieron el 11 de octubre en Southport (noroeste de Inglaterra), a un homenaje a tres niñas que murieron apuñaladas a finales de julio en un ataque que desencadenó varias jornadas de disturbios en Inglaterra.
“El amor y la empatía”
Después, el 9 y el 10 de noviembre, Middleton asistió a dos ceremonias militares en Londres. La última aparición pública de la princesa llegó el 6 de diciembre con su tradicional concierto de villancicos navideños, en la londinense Abadía de Westminster, que dedicó a todos los que “atravesaron momentos difíciles”.
El evento, al que fueron invitadas unas 1.600 personas, fue otro paso más en su regreso gradual a sus deberes públicos. “El concierto de este año ofrece un momento para reflexionar sobre la importancia del amor y la empatía, y cuánto nos necesitamos los unos a los otros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestras vidas”, afirmó en aquella ocasión.
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La princesa, que no realiza viajes oficiales a otros países desde que hace catorce meses fue al Mundial de rugby de Francia, podría retomar pronto sus desplazamientos al extranjero. “Espero que Kate haga (viajes) en 2025, por lo que es posible que tengamos algunos planeados”, dijo su esposo, Guillermo, en su visita a Sudáfrica en noviembre.
Fuente: AFP