Si de algo podemos estar seguros en medio de un contexto de tanta incertidumbre es que el home office llegó para quedarse. La pandemia potenció el teletrabajo y permitió que muchas personas encuentren espacios dentro de sus casas más cómodos para realizar sus tareas profesionales.

Una encuesta de la firma CraftJack, realizada a 1.520 estadounidenses que trabajaron total o principalmente desde sus hogares entre el 16 y 25 de junio de 2021, reveló que el 45% de los empleados trabaja regularmente desde el sillón. En cambio, el 38% respondió que lo hace desde su cama y el 20% en algún lugar fuera de su casa (bar, espacio de coworking, casa de un amigo, etc.).

Aunque este universo muestre la realidad de un solo país, fácilmente refleja lo que se vive en el resto del mundo durante el distanciamiento social. El home office sigue siendo una opción para muchas empresas. Sin embargo, no es la más eficiente para los trabajadores que no cuentan con las comodidades propias de un ambiente laboral.

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Foto: Pexels.

Muchas compañías, viendo los resultados positivos del teletrabajo, han brindado ayudas o incentivos a sus empleados, ya sea proveyéndoles de sillas cómodas o en algunos casos pagándoles internet. Pero esta no ha sido la realidad de una mayoría, que tuvo que buscar la forma de seguir trabajando a distancia.

Los empleados con más ingresos han invertido miles de dólares para instalar una oficina en sus casas, gastando un promedio de 268 dólares para mejorar sus entornos de trabajo remoto y viendo que la situación sanitaria se extendía cada vez más. No todos los trabajadores tuvieron esta posibilidad, por lo que han tenido que ingeniárselas, compartiendo la mesa del comedor con sus roomies, con otros miembros de su familia o simplemente hacer del sofá o la cama un escritorio temporal.

Desde que el home office se instaló a causa de la pandemia, se habla de los pro y contra de esta forma de trabajar. Y aunque hay muchas opiniones al respecto, de lo que sí podemos estar seguros es que llegó para quedarse.

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