Por: Jazmín Ruíz Diaz

Ser mujer, hoy. Significa ser parte de un momento que nunca antes vivimos. Implica replantearnos lo que sentimos, lo que queremos, lo que nos define y lo que no. Cuestionarse todo. Esa fue la misión de los filósofos a lo largo de la historia. El problema es que desde Hypatia —considerada la primera mujer filósofa, científica, matemática y astrónoma-— son pocas las mujeres a las que se les ha permitido cuestionar o filosofar. El mandato social siempre fue cumplir. Entonces, es corto aún el tiempo en el que hemos tenido la oportunidad de tener una participación activa en la vida social y son muchos los cambios que se han vivido en ese periodo. Por eso, tenemos muchas preguntas y no siempre todas las respuestas.

Las discusiones que suceden hoy nos interpelan en nuestro quehacer cotidiano, en cómo nos ‘exponemos’ en las redes y hasta en cómo vivimos nuestra intimidad. En mi caso, después de haberme sumergido en profundas discusiones y lecturas feministas para concretar una tesis de máster, tengo algunas cosas más claras pero, sobre todo, muchas más dudas que antes. Cometeré muchas incoherencias en ese proceso de convertirme en la mujer que quiero ser, eso seguro. Pero lo valioso es que la discusión se mantenga abierta, y que en ella hagamos partícipes a nuestras madres, tías, hermanas, amigas, colegas, parejas sentimentales y amantes casuales. Y que las respuestas con las que nos quedemos nos hagan sentir más libres. Si reprime, no sirve.

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En este camino de construcción y deconstrucción constante, hay un sinnúmero de mujeres que nos abrieron camino reflexionando desde diferentes ámbitos. En la cuenta regresiva al Día internacional de la Mujer, quiero dedicar estas líneas a las autoras que me ayudaron a encontrar respuestas en los últimos años.

En el campo de la teoría de la moda, Elizabeth Wilson me enseñó que no estaba equivocada en querer encontrar un punto de convergencia entre el vestir y la liberación femenina. Que defender el valor de expresarnos a través de lo que nos ponemos tiene que ver con reconocer la seriedad de temas que históricamente se han vinculado al plano femenino y que, por lo tanto, han sido menospreciados. Para entender los complejos procesos culturales que nos han privado de vivir nuestra sexualidad de una manera activa, descubrir el Antimanual de sexo, de Valérie Tasso, me resultó fundamental. Pero pocos temas hay tan problemáticos como el de las mujeres y el cuerpo. En ese sentido, hay dos filósofas que resultan imprescindibles: en un plano más académico, Sandra Bartky y, a través de sus memorias personales sobre el Hambre, Roxane Gay.

Luego, están las escritoras, que me inspiraron tanto con sus historias como con sus modos de contarlas: Naomi Alderman me regaló con su distopía feminista El Poder una de las novelas más atrapantes que haya leído en el género de ciencia ficción. Lauren Elkin y sus ensayos reivindicando a las flâneuses —las mujeres que pasean por las ciudades— es un homenaje a las mujeres libres. De Latinoamérica, las lecturas más interesantes las descubrí a través de las redes: Vanessa Rosales, desde Colombia, y Carolina Aguirre, en Argentina, escriben sobre el cotidiano femenino con un estilo fresco que traduce temas complejos.

En esta lista quedan todavía muchos nombres por agregar, pero el espacio obliga a terminarla aquí, con las ganas de que inspire las ganas de leerlas. Y con el deseo de que los nombres de autoras ya no sean nunca más minoría en ninguna biblioteca.

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