Había una vez...

Canciones pegadizas, sonidos de otra dimensión e ilustraciones fantásticas. Así es el mundo de Paz Guerra, la protagonista del primer audiolibro para niños y adultos creado por John Cashiãi.

Texto: Micaela Cattáneo

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“Esta es la historia de la hija del señor Guerra, un hombre que aborrecía tanto su apellido, que juró que si algún día fuera padre de una niña, la llamaría Paz”. Estas líneas escribía a puño y letra Esteban Panza Aguirre, la noche antes del nacimiento de su hijo. De ese momento, pasaron cinco años. Recuerda el cuaderno, los garabatos sobre el papel y los pensamientos que caían de golpe, uno tras otro, como lluvia sobre techo de zinc: “Fue una especie de ataque de pánico registrado”, cuenta entre risas.

Sin embargo, aquel miedo documentado había sido efímero. A diez días del parto, él volvía a encontrarse con sus grafitis hechos literatura. Las palabras impresas sobre el papel blanco de su bloc lo sumergían a un viaje nuevo dentro de otro más reciente: el de la paternidad. “Aquella noche había anotado una serie de nociones que, algún día, quería contar a mi hijo. Cuando, luego de dos semanas, saco el cuaderno y releo la historia, la descubro de verdad y me engancho”, relata Aguirre.

Desde entonces, pone en marcha su historia. Y sueña con un libro. Lo imagina en sus manos. Lo empieza a crear con la fiel intención de leerlo, alguna vez, en la cama con su hijo al lado. “En setiembre del 2013 me reúno con Luis Bogado, el productor general, y convertimos el relato en un proyecto cross-media”, resume sobre los diversos formatos que abarca: impreso, digital, e-book, audiolibro, web y soundtrack.

En el camino, el equipo humano se fue formando. El diseñador gráfico Alejandro Valdez los ayudó a estructurar la historia. Los ilustradores Edu Vago y Valdo Torres se sumaron, luego, para aportar su visión artística. “De hecho, Edu dibujó el storyboard para organizar todas las partes del cuento. La idea era que él y Valdo hicieran las ilustraciones. Pero por motivos de fuerza mayor, Edu no pudo continuar con esa parte del trabajo”, explica el productor. Y aclara: “Contamos todo esto porque es la primera vez que encarábamos un proyecto así. Estábamos descubriendo. Conocíamos gente que había hecho libros, discos, etc., pero unir todas esas cosas fue un ejercicio enorme”.

Los intentos no cesaron. Recurrieron a una ilustradora australiana que, luego de una serie de contactos vía Skype, no aceptó trabajar en el proyecto. En eso, Aguirre descubre una cuenta de Instagram que propone luz en medio de tanta oscuridad.

“Venía siguiendo muchas cuentas de ilustradores. De pronto, descubro la de Royor (Rodrigo Samudio) y veo dos imágenes. Una de ellas tenía un dibujo con la estética de Edgar Allan Poe, o sea, de cierta manera se burlaba de él, tenía su impronta. Cuando vi que, el que estaba detrás era un ilustrador paraguayo, dije: con él tenemos que trabajar”, recuerda.

La voz de Rodrigo Samudio se escucha tímida, pero a medida que la crónica de su llegada al proyecto se revela, se suelta un poco más. “Fue genial dibujar los personajes y escenarios porque ellos me dieron total libertad. Mi proceso creativo es muy espontáneo. Trato de prescindir (lo más que pueda) de hacer bocetos. En el momento en que me contactaron, estaba muy obsesionado con Alfred Kubin. Me gusta esa atmósfera onírica de su obra, que es justamente lo que quería lograr en Paz Guerra. Los personajes son interpretaciones de seres o cosas que sueño”, destaca.

Hasta entonces, el mundo de Paz Guerra era formas y sonidos por separado, porque en paralelo estaba el músico Rodrigo Afi Ferreiro, dándole una identidad musical a la historia, a los personajes, al contexto y a la forma de ver la vida de la protagonista. No conocía el rostro de ella, ni el encare gráfico de los lugares donde se movía. Pero podía escucharla, y con eso, en ese momento, era suficiente.

“El personaje de Paz Guerra me puso en crisis varias veces: ¿para dónde debo ir con esto?; ¿cómo tiene que sonar?; ¿cómo encuentro sus voces? Para mí, este trabajo representó la historia misma de Paz Guerra, por eso me refugié en ella, en su necesidad de estar en paz luego de sentirse perdida. Le suceden situaciones muy humanas, cosas que a todos nos pasan. Cuando la gente disfrute del audiolibro, va a poder conectarse con su vida”, analiza el productor musical, quien trabajó además con el músico Pablo Blaya.

Cambio de planes

El “había una vez...” de Paz Guerra ya no era garabatos en un cuaderno. Todo indicaba que su universo empezaba a tomar forma. Hasta que casi como villanos de ficción, aparecieron dos consultores que cambiaron el rumbo del proyecto, que pincharon el globo del equipo y desmoronaron sin tapujos la pirámide de naipes que, hasta entonces, se había construido.

“En ese momento estaba trabajando para Teletón y le consulto a una psicopedagoga si podía leer la historia de Paz Guerra. Cuando me da su devolución, me dice que el texto está escrito para un público infanto-juvenil. A su vez, nos sentamos a escuchar el audio junto a Luis Aguirre, el otro consultor, y nos dimos cuenta que el sonido no encajaba, ya que estaba orientado a niños”, comenta el guionista.

En ese sentido, el coordinador musical Lucas Toriño, asegura que —a partir de estas críticas— viajaron a otra realidad; una muy distinta a la inicial. “Desde ese momento, leímos la historia de otro modo. Ya no tenía la voz infantil del principio. Por eso creo que la personalidad de Paz Guerra fue construyéndose de a poco, a la par que mutaban las gráficas y los audios”.

Sobre esa travesía sonora, Ferreiro resalta un dato: “Si bien el audio es fantástico, queríamos que se escuche real, de acá. Todo se grabó en una estancia de Alto Paraná. No quería usar sonidos descargados de un banco de audio, por eso me instalé en una cabaña del interior del país y capté todos los sonidos del bosque. Nunca pongan un micrófono en medio de la nada, ¡la cantidad de pasos y seres que se escuchan!”, remata con humor.

Los últimos detalles

La aventura de la creación del audiolibro llegaba a su fin. Antes de que los lectores conozcan a Paz Guerra, y como si se tratase del último capítulo de una obra, aparece Guadalupe Lobo, quien aporta su mirada en lettering, diseño y diagramación. “Son 90 páginas de cosas que nos suceden a todos. Es una historia con muchas reflexiones. Por eso un adulto puede leerla perfectamente”, adelanta.

Al respecto, el productor ejecutivo Esteban Aguirre menciona cuán importante fue el aporte de todos los colaboradores y consultores. “Hubo mucho testeo. Christian Kent hace la locución del cuento, por ejemplo, pero acompañó mucho en la edición del texto. Por eso hay un sólo autor y es John Cashiãi. Él representa el trabajo de cada uno. Al final del libro se escribe: “John Cashiãi es:” y se citan los nombres de todos”, explica el guionista.

El audiolibro Paz Guerra acaba de ser lanzado por la Editorial Dos Maletas y está disponible en todas las librerías de Asunción (a G. 100.000). Aguirre expone su deseo de hacer una gira por las escuelas, colegios y universidades para debatir y charlar con los alumnos sobre el proyecto. “Las preguntas nos ayudarán a entender un montón de cosas. La idea es que, a partir de esto, John Cashiãi continúe trabajando como un autor colectivo”, señala.

“Finalmente, ¿le leíste el cuento a tu hijo?”, le pregunto. Él contesta: “Justo le decía al equipo que tuve mi pequeño lanzamiento (antes del oficial) porque pude leerle el cuento a mi hijo en la cama. Ahora anda con un maletín en la mano, donde guarda su libro”, aquel que nació con él, cinco años atrás.

¿Dónde encontrar a Paz Guerra?

  • La versión impresa está disponible en Books, Overall, La Quesería, La Herencia, La Cafebrería, Papillon, Galería Hepner, entre otros.   
  • El audiolibro (de 21 minutos de duración) y el soundtrack del cuento, en Spotify.   

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