La DJ que se mueve entre el campo y la ciudad, se suma a la ola de artistas latinoamericanos que fusionan música electrónica y folklore.

Por: Jazmín Gómez Fleitas

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Fotos: Negib Giha

Producción: Juan Ángel Monzón

Constanza Zavala (31) estuvo conectada al mundo artístico desde pequeña. En el colegio actuó en obras de teatro (musicales); ejecutó el violín y el clarinete en la orquesta, incluso tuvo una pequeña banda con sus compañeros en donde era vocalista, y además practicó ballet.
Su nombre artístico, Koko, también nació en su niñez, de un apodo cariñoso otorgado por sus familiares. Sin embargo, de la misma forma en que amaba la música, disfrutaba de la naturaleza, de la vida de campo. Y fue esa la razón por la cual se graduó de Ingeniera Agrónoma y realizó una especialización en producción avícola.
Tras culminar sus estudios dejó la ciudad y se mudó a Emboscada para dedicarse a su granja, pero al mismo tiempo decidió volver a esa pasión artística que seguía latente. Descubrió la música electrónica y se enamoró, se volcó de llenó y no pasó mucho para que naciera Dollhouse de la mano de Nati Doljak y Victoria Mussi.
Juntas conforman un grupo de mujeres DJ’s que se caracteriza por realizar ciclos electrónicos temáticos, en donde ellas mismas se encargan de la decoración, y sirve como plataforma para impulsar la escena electrónica local. “Desde hace unos años tenemos un programa de radio, que ahora está en radio Urbana, desde las 22 horas. Allí asisten tanto talento local como invitados extranjeros, durante dos horas de pura música”, detalla.
Además, desde la fanpage de Dollhouse realizan transmisiones en vivo desde un estudio propio, el Red Light Studio. ¿La temática? Ver a DJ´s mezclar en vivo, ya sean invitados nacionales o internacionales. “Es una forma más desnuda de apreciar la labor detrás de la consola, por decirlo así. No es de noche, ni en una fiesta, así que uno puede ver todo lo que el DJ hace de manera directa, para lograr sus mezclas”, explica.
Desde el campo
¿Una DJ que vive en las afueras de la ciudad? Sí, es posible. Koko no cambiaría por nada su decisión de estar lejos de la urbe. “Creo que la gente, más que ver a la electrónica como algo urbano, lo ve como algo de farra. No se detienen a pensar en todo el trabajo detrás de ello, en las horas de investigación, en el bagaje musical, en las mezclas, etc.”, señala.
Vivir en el campo y visitar la ciudad para pasar música, es el equilibrio perfecto para ella. “La música es algo que respeto muchísimo. Tengo una habitación donde estudio, escucho música y hago mis mezclas. Me levanto temprano y mi horario preferido es, sin duda, la mañana. Me encanta aprovechar la energía de la luz del sol a esa hora y ver como entra de lleno allí, y los contrastes de los colores en el patio. Me inspira”, confiesa.
Si se presenta alguna urgencia, va a resolverlo a la ciudad, pero en el campo puede estar más enfocada. No tiene distracciones, no se atasca en el tráfico, lo cual le permite dedicarse de lleno a la granja y a la música. Le dedica, como mínimo, cinco horas al día a la música, toda una mañana o en horarios repartidos, dependiendo de sus tareas en la granja.
Fuera del país
Hace dos años viajó a tocar a Nueva York por primera vez, pero también recorrió otros países como Ecuador, donde estuvo en Lost Beach Club, un club muy reconocido internacionalmente; República Dominicana, varias ciudades de México y Brasil, su logro más importante actualmente.

El año pasado me invitaron a tocar dos veces a São Paulo, y luego D’ Agency me dijo que me quería tener en la agencia, hecho que se concretó a partir de este año. Brasil es un mercado muy importante porque es gigantesco, con gente muy abierta a la música y que que tiene mucha exposición. Así que, es genial estar allí”, asegura.

Además, para ella es importante lograr este tipo de exposición en un país vecino, ya que no está en sus planes mudarse a vivir otro país. “Tengo mis raíces paraguayas demasiado fuertes. Es curioso porque si hago un viaje, después ya quiero venir a mi granja, le extraño a mi perro, busco mi ritmo normal”, menciona entre risas.
No obstante, viaja bastante. A finales de agosto volvió a Nueva York, para pasar música en el Amaya Club y en el TBA Brooklyn; además del Liaison Room, de Philadelphia. Ya el próximo 15 de setiembre tocará de nuevo en Asunción, con Dollhouse.
La constante búsqueda
Koko explica que, para tener visibilidad afuera, uno debe estar a la vanguardia, esté donde esté. “Tengo amigos de mi edad en otros países, que llevan el mismo tiempo que yo en la electrónica, pero vienen mamando la música electrónica desde mucho tiempo antes. La exposición que este género tiene en Europa o Estados Unidos es sumamente diferente, entonces uno tiene que ponerse las pilas para absorber todo ese conocimiento que ellos ya tienen”, señala.
Lee entrevistas de artistas que admira para ver qué cosas los inspiran, qué hacen, cuáles artistas los han motivado. Si viaja, aprovecha las disquerías para bucear en antiguas cajas de vinilos que luego escucha por horas hasta encontrar alguna joyita. Su Disneyland: Nueva York.

Si uno está predispuesto a escuchar, va sacar inspiración de cualquier parte, todo sirve para investigar más. Hace poco vi el documental de Dr. Dre, conocido como el mejor productor de todos los tiempos, y aprendí sobre la historia del hip hop, y me gustaron muchísimo algunas canciones que pensé: ¿Cómo será que puedo meter también esto dentro de lo que quiero decir?”.

¿El desafío de un DJ? Encontrar ese sonido propio que lo identifique. “Ese es un viaje que lo embarca uno solo para descubrirlo”. ¿La rentabilidad? “Mucho de todo esto es a pulmón. Siempre se gasta más de lo que entra. Por eso también tengo lo de mi granja. Es una constante inversión. Hay que comprar música, cosas de producción y la demanda que requiere que una esté nutriéndose constantemente”, reconoce.
Folklore electrónico
Si bien todo lo que Koko toca actualmente es de los años 90 y máximo de comienzos de los 2000, ya que “tiene un enamoramiento con toda esa etapa de la electrónica y la mezcla con música más nueva, más abstracta”, tiene otro proyecto gestándose.
Junto a Derlis Ibarra —quien trabajó en la musicalización de 7 Cajas y es tecladista y productor de Music Lab— se encuentra desarrollando un proyecto de folklore electrónico, también conocido como electrónica regional o mestiza, en Sudamérica. A través de esta nueva propuesta, buscan tomar ritmos paraguayos como la guarania y la polka, desde la electrónica.

En la computadora tenemos un montón de instrumentos que podemos usar para ello y es genial. Varios países ya lo están haciendo a un nivel muy profesional y con mucha aceptación en Europa, más que en Sudamérica de donde salen principalmente los ritmos. Por ejemplo, Dengue Dengue Dengue, de Perú; Chancha Vía Circuito y El búho en Argentina; Nicola Cruz, en Ecuador. Él toma sonidos andinos y de cumbia y los convierte más como en un chill out”, cuenta.

La idea es que Koko y Derlis tengan listo un álbum a fin de año; mientras pueden escuchar su trabajo en el canal de YouTube de Ibarra Music Lab la mezcla: Ka’aguy. “Queremos que la generación más joven pueda tener un acercamiento a la música folklórica con la que nuestros padres crecieron. Normalmente uno ve a gente mayor que toca música paraguaya o se junta a hacer peñas. Así que va también por ese lado, de rescatar algo que perdió nuestra generación”, finaliza.

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