Por: Javier Barbero

Este es un tema por demás relevante —si me permiten el juicio— porque tiene que ver con la gestión de la energía en nuestras relaciones interpersonales.

Hay, en este sentido, muchas valoraciones sociales en el tema de estar o no estar para los otros. Por lo general, son valoraciones muy negativas si es que un ser humano decide decir que no y elige priorizarse.

Cuando miramos el vivir y las relaciones sin las pátinas idealizadas por la literatura o los mandatos culturales en general, podemos ver que “estar juntos” es un reto. Es un reto por nuestra complejidad inherente, ontológica, porque en cualquier persona nos encontramos con una trenza única e irrepetible de biología, antropología, cultura, religión y muchas dimensiones más.

En este “estar juntos” también acontece el humano fenómeno de valernos unos de los otros como mamíferos sociales porque —en definitiva— soy porque somos y sos porque soy. Es en este factor relacional donde nos realizamos en nuestros múltiples roles y somos productivos generando resultados y “sentidos”. Y es también en este factor relacional donde muchas veces nos debatimos entre estar disponibles para nosotros mismos y/o para los demás.

Es cierto que todos tenemos múltiples relaciones que cuidar. Y que en cierto sentido los otros/as esperan que les demos insumos como atención, amor, tiempo o cuidados. Y también es satisfactorio sentir eso y poder darnos a quienes nos regalan la posibilidad de construir un nosotros.

Sin embargo, también coexistimos con un mandato a veces velado o explícito de incondicionalidad. Por lo general, no está bien visto que dejemos de estar disponibles para los demás. Podemos ser juzgados como egoístas, malos o inadecuados.

Desde mi rol como coach, en el trabajo de las relaciones encuentro que muchas personas pagan con culpa el derecho a estar sólo disponibles para sí mismos cuando el cuerpo no da más, cuando el corazón necesita de auto caricias, cuando la mente pide silencio.

Y es que apagarnos para los demás también es necesario como balance. A veces estamos rotos y cansados, y es nuestra responsabilidad estar disponibles para nosotros mismos.

Sólo desde esta disponibilidad podemos recuperarnos, rediseñarnos, refrescarnos y tomar hasta cierta perspectiva de los demás, las relaciones y las cosas. Y eso es por demás saludable, porque estando con nosotros mismos podemos asumir una forma ecológica para construir un vínculo.

La creencia del sacrificio asociada al amor es —desde mis ojos— generadora de mucho miedo y de tantísima frustración. Puede que eventualmente me olvide de mí por amor a un hijo o a una persona. Sólo que el balance de estar disponible también para mí me vuelve el administrador de mi propia energía vital.

Hay vampiros energéticos solo porque hay personas dispuestas a dejarse “vampirear” en nombre del amor y de formas relacionales que nunca se cuestionan ni se rediseñan.

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