La multiforme arcilla conquistó a Leila Buffa, quien dejó su vida en la Ciudad que nunca duerme para regresar a Asunción y seguir su pasión. Tazas, aros, platos, cucharas; todas sus piezas son objetos de diseño que se lucen en tiendas y restaurantes.

Por: Jazmín Gómez Fleitas

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Fotos: Fernando Riveros

Producción: Juan Ángel Monzón

Leila Buffa (32) vivió 15 años en Nueva York. Se mudó con su familia a los 15 años y allí terminó el colegio, la universidad y un máster. Su familia regresó al país pero ella se quedó para trabajar en en el área de marketing de una empresa de finanzas. Fueron unos años complicados.

Donde yo trabajaba era ese tipo de lugar en el que te quedás hasta las dos de la mañana e incluso fines de semana. Era muy pesado y con mucho estrés. El tema es que allá todos los ambientes son hipercompetitivos y hay mucha desconexión humana. Estaba en una ciudad rodeada de gente, pero súper aislada. Fue así que di con la arcilla. Mi refugio era hacer manualidades”, describe.

Desde chica le gustó pintar y dibujar, por lo que tomaba clases de lo que podía o aprendía sola, para distraerse. Eso le ayudó a liberarse del estrés cuando aún estaba en Estados Unidos, sin embargo, cuando se encontró con la cerámica fue “amor a primera vista” y decidió hacer algo al respecto. Se puso como meta ahorrar todo un año para luego regresar al país y hacer el cambio.

Me di cuenta que era algo muy forzado en mí, algo que ni disfrutaba ni me salía natural. Estaba todo el día en un cubículo y realmente pensaba que era antisocial, pero el hecho era que no había momentos para hacer amigos y la calidez de las personas era distinta. Empecé a tomar clases de cerámica en el 2013. Me iba al taller después de la oficina o los fines de semana y pasaba más tiempo ahí que en mi propia casa”.

Volvió a Asunción en noviembre del 2015 y las cosas se dieron. Conoció a la amiga de otra amiga que la contactó finalmente con Selene Rodríguez, del Atelier Yapepó. “Justo un restaurante me había preguntado si me animaba a hacer platos en cerámica. Y yo no tenía horno ni nada, pero como le conocí a Selene y había montado recién su taller, le hablé para hacerlo en conjunto. Nos tomó unos seis meses, y también surgió Yapepó. Trabajamos por casi un año pero después nos separamos, yo quería seguir haciendo piezas y Yapepó enfocarse en dar clases y mucho más”.

Dar forma a la arcilla

En Nueva York, Leila aprendió a moldear arcilla en torno, pero en Asunción aprendió a hacerlo a mano. Contrariamente a lo que el común denominador cree, el torno es más fácil que el modelado a mano, el cual lleva mucho más tiempo de trabajo.

Las quemas de las piezas las realizaba en Areguá hasta seis meses atrás, cuando finalmente adquirió un horno eléctrico para su taller. “Es complicado hacer las piezas y trasladarlas hasta Areguá para la cocción, porque son muy frágiles cuando están en crudo”, señala.

Sus primeras piezas en cerámica fueron utilitarias: platos, tazas, bols, vajillería culinaria en general. “Quizás me motivó el amor muy grande que tengo hacia la comida. Me gustaba muchísimo ver una comida servida en un plato hecho a mano. Que algo que es arte o artesanía, también tenga un uso”, dice.

A la par destaca que esto la ayudó a reflexionar sobre el origen del plato en el que comemos, a pensar sobre los productos y químicos que tiene, al igual que con la arcilla. “Para mí es muy importante usar materia prima nacional, la más natural y sustentable posible”, destaca. La arcilla la compra de Areguá, de la Asociación de Artesanos Aregueños, y para experimentar suele utilizar arcilla de otros colores que le brinda Claudia Migone, propietaria de una tienda de insumos en Fernando de la Mora.

En sus piezas se puede ver la predominancia de los colores tierra, ya que su inspiración viene de la naturaleza. “Los colores más vivos como el rojo o el naranja suelen tener plomo, quizás por eso no los uso tanto. Quiero seguir aprendiendo mucho más; los que realmente estudian cerámica y se especializan, aprenden de la composición química de los esmaltes, de la arcilla. Me encantaría aprender a hacer mis pigmentos, aprender a hacer tus esmaltes está a otro nivel”, asegura.

En su taller tiene pigmentos óxidos de diferentes colores, los cuales se usan para diferentes cosas, como por ejemplo, mezclar con la misma arcilla en estado líquido, y con eso hacer el engobe. Y eso mismo, utilizar para pintar las piezas o hacer el esgrafiado o diseños, sin necesidad de esmaltar. “Los esmaltes pueden ser usados de manera decorativa como también para los utilitarios, para higiene, para que no se manchen los platos. Hay esmaltes que se aplican con pinceles y otros que son de chorro, en los cuales metes y sacas las piezas con una pinza. Muy útiles para trabajos de producción, de gran cantidad”.

Cuando visitamos su taller, se encontraba preparando un gran pedido de platos, a los cuales Leila le aplicaría el bruñido. “Es una técnica originaria en la que la pieza está a punto cuero, es decir, se empieza a secar pero al tocar sigue fría. Al frotar la superficie con una piedra lisa por mucho tiempo, se va alisando, es decir, se cierran los poros, lo cual impermeabiliza la pieza, hace que ya no necesita de esmaltes y es apta para uso culinario. Queda un lustre muy delicado y la van a amar quienes prefieren el barro crudo. Además es muy relajante de realizar. A mí me encanta. Puedo bruñir por horas con música”, asegura.

La pieza lista

Antes de poder vivir de la cerámica, Leila daba también clases de Inglés. “Empecé de a poquito y es un proceso. Las redes también ayudan a visibilizar las piezas pero por sobre todo, hay que aprender a hacer de todo. Hago piezas sobre pedido, las tengo a la venta en las tiendas, hago talleres y también voy a ferias, como la Agroecológica de la Plaza Italia, los sábados de mañana. Junto una cantidad de piezas hechas y las llevó allí una vez al mes”.

A Leila, la cerámica le enseñó muchas cosas que pueden traducirse a la vida diaria: a ser paciente, a que las cosas se rompen y que no se puede estar tan arraigada a lo material, a respetar los procesos (porque no se puede apurar la quema) e incluso a superar la frustración (porque la cerámica tiene muchos pasos). También descubrió lo gratificante que se siente sacar una pieza del horno y como solo hasta cierto punto se tiene control del proceso, ya que al esmaltar nunca se sabe cómo saldrá la pieza final, pues se trata de una reacción química en el horno.

Ahora estoy mucho más feliz con mi vida acá. Hice más amigos que en los 15 años que estuve allá. Es una mezcla de cosas porque estoy haciendo lo que me gusta, rodeada de gente que quiero y para mí esto es calidad de vida. El éxito no se mide por lo que uno gana o lo que tiene, sino por saber dónde invertís tu tiempo, si lo estás invirtiendo en algo que te gusta y te apasiona o no”.

Capacitación constante

Leila quiere que más gente aprenda a modelar en arcilla, es por eso que además facilita talleres en su espacio. Este viernes 13 y sábado 14 de julio, la ceramista argentina Azul Cian, dictará unas clases intensivas sobre “Olla Japepo” (piezas tradicionales guaraníes) para fuego directo con las técnicas antiguas (sin esmalte) y la construcción de horno a leña. El taller incluye materiales y horneada, y tiene un costo de G. 300 mil.

Para más información escribir a leilabuffa@gmail.com o visitar su cuenta en Instagram: @leilabuffa.

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