Posee la soberanía del sabor irresistible y la autoridad de reinventarse sin perder su esencia. De su trono, nadie la quita. Con ustedes, su majestad, en este recorrido por su ciudad de producción: Areguá.
Por: Micaela Cattáneo
Fotos: Javier López
Se sonroja cuando la cámara la enfoca, orgullosa de mostrar su intenso color. Viste una corona verde, a sabiendas del furor que causa en la temporada. Cada año, el imperio de La Dover y La Sweet Charlie -variedades de la frutilla- gana seguidores en las vidrieras y mostradores. Es consciente de que, entre julio y agosto, todos la buscan en sus diferentes formas y presentaciones.
Comparte su día a día con la gente, abriendo las puertas de su castillo a 28 kilómetros de Asunción, en Areguá. Entre artesanías de barro, se deja ver por primera vez en los puestos ubicados sobre la Avda. Mcal. Estigarribia de la ciudad. Y a la hora de presentarse al público, le gusta mostrarse multifacética: mermeladas, licores, helados, tortas y postres de frutilla.
Su dulzura crece acorde pasan los kilómetros en la Ruta Areguá-Patiño y se reinventa en manos de sus más antiguos productores. "Este año sacamos dos productos nuevos: el sandwich de frutilla, que tiene la base del pionono, además de chantilly, kiwi y durazno, y la pizza de frutilla, hecha con masa dulce casera, mermelada de frutilla, chocolate blanco derretido y trozos de frutilla", explica Pedro Portillo, de la Asociación Frutihortícola San Miguel Poty.
Al contrario de sus colegas -las frutillas de Asunción-, los sábados y domingos trabaja desde temprano en la Expo de Areguá. Pero entre semana se toma un descanso y recién a partir del mediodía sale a conquistar corazones dulceros. "Ahora está a G. 25.000 el kilo. Los precios varían según la producción: si hay mucha, el costo baja, y si hay poca, el costo sube. En junio la vendíamos a G. 40.000, pero empezó a buen precio; ya que el año pasado se vendía a G. 60.000 el kilo", comenta Pedro.
Se autodefine "aliada del frío", porque las mejores cosechas las dá en invierno, preferentemente a temperaturas de entre 10ºC y 20ºC. Los amantes de las frutillas la consideran "heroína de las siestas", porque juega a tentar paladares cuando el día marca su horario PM. "Lo que más se vende es frutilla con chantilly, que podés adquirirla a partir de G. 5.000. Los postres hechos a base de frutilla y nutella también tienen éxito este año", cuenta Dora Ortega, al frente de uno de los stands.
Pero, sin duda, la parada obligatoria es Estanzuela, ubicada entre Areguá e Itauguá, distrito que está en boca de los turistas cuando de conocer la producción local se trata. El letrero de bienvenida sumerge a los visitantes a un espacio donde las plantaciones parecen infinitas y los paisajes no pierden el característico rojo y verde de la fruta de estación. "Desde las 05:00 hasta las 07:00 se recolectan las frutillas para que lleguen frescas al mercado. De una planta se puede obtener entre 300 a 350 gramos de frutilla", explica Carlos Quintana, propietario de una de las cosechas que se ven en el camino, las cuales pueden ser visitadas sin previo aviso.
De la huerta a la mesa
La producción de la frutilla recorre, al igual que la Tierra, los 365 días del año; ciclo en el que el día y la noche también son parte fundamental para una buena cosecha. La primera etapa incluye a las "semillas madres" -en sus variedades dulce (Sweet Charlie) y agridulce (Dover)- y unas macetas. Arranca en noviembre y las reglas para pasar a la siguiente, son sencillas: "Cuando están ubicadas en el vivero, hay que regarlas día de por medio. Una planta madre puede multiplicarse en 200 o 300 plantines", comenta el dueño del terreno.
Para el productor, la mejor época de cultivo es entre el 1 y el 20 de abril; se transplanta de la maceta a la tierra y, a partir de ahí, se desarrolla. "En mayo ya florecen y, desde junio, ya se pueden obtener las primeras frutas cosechadas", relata sobre el proceso. "Si uno planta a raíz desnuda, así como la lechuga, sin maceta previa, en 90 días se obtiene la primera cosecha. Pero si es amacetada, en 60 días ya puede salir al mercado, con 30 días a favor", ejemplifica.
Y alguna que otra maceta en los stands, despierta la curiosidad de quienes cruzan a pie de una vereda a otra. Es la venta de la semilla madre plantada (G. 10.000) y florecida para que la producción se extienda a los hogares del país. "Se debe evitar el exceso del agua, por eso sólo se riega día de por medio y, si le da el sol, hay que colocarla a media sombra para que dé una buena fructificacción", señala Quintana.
Que Areguá sea una de las pioneras en la producción, no es producto de una casualidad. Su cercanía con el Lago Ypacaraí hace que el ecosistema sea óptimo a la hora de obtener resultados. "El rocío y la frescura de la madrugada alimentan la plantación, por ende la oxigenación del suelo es buena y la frutilla sale más roja y dulce que en otro lugar", agrega.
De entre todas las frutas, es la más admirada. Su corta estadía la hace aún más interesante, despertando el antojo de sus fanáticos durante los meses en los que está ausente. Los más de 2.000 kilogramos vendidos al año por cada productor indican una larga vida para su reinado.