Cincuenta años después de que los soldados británicos mataran a 13 manifestantes, una marcha honró este domingo la memoria de las víctimas del “Domingo Sangriento”, uno de los días más oscuros de la historia reciente del Reino Unido.

Fue “una masacre en nuestras calles”, subrayó Michael McKinney, a cuyo hermano mataron durante la manifestación pacífica por los derechos cívicos que terminó en un derramamiento de sangre el 30 de enero de 1972, en Londonderry, segunda ciudad de Irlanda del Norte.

“Hemos hecho un largo camino desde el horror de ese día”, añadió, subrayando que las familias continúan pidiendo “que los criminales de uniforme que mataron a los nuestros sean procesados”. El desfile, en el que participaron centenares de personas, con rosas blancas y enarbolando los retratos de las víctimas, pasó por el monumento que rinde homenaje a los fallecidos en aquel “Domingo Sangriento”.

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El primer ministro irlandés, Micheal Martin, fue el primer dirigente de la República de Irlanda en participar en esa ceremonia, de carácter anual. Tanto él como su ministro de Relaciones Exteriores, Simon Coveney, depositaron un ramo de flores al pie del memorial.

Por la tarde se convocó otra manifestación, en las calles de Derry -apelación que los habitantes prefieren, en lugar del nombre oficial de Londonderry, que ven como una muestra de la dominación británica-, coincidiendo con la hora en la que los paracaidistas del primer batallón abrieron fuego contra los manifestantes católicos.

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Entonces, el ‘Bloody Sunday’ (“Domingo Sangriento”) empujó a muchos jóvenes católicos republicanos a abrazar el IRA (Ejército Republicano Irlandés), un grupo paramilitar opuesto a que los británicos estén presentes en la isla de Irlanda.

Hubo que esperar a 1998, cuando se firmó el acuerdo de paz del Viernes Santo, para poner fin a tres décadas de un conflicto que dejó 3.500 muertos. El ejército británico afirmó que los paracaidistas respondieron a los tiros de los “terroristas” del IRA, una versión que más tarde apoyaría un informe realizado a toda prisa en las semanas siguientes.

Pero, a pesar de todos los testimonios que contradijeron esa versión, hasta 2010 no se reconoció oficialmente la inocencia de las víctimas, a algunas de las cuales se les disparó por la espalda o incluso estando en el suelo, agitando un pañuelo blanco.

“Amnistía”

Al cabo de la investigación más larga, de 12 años, y más cara que haya conocido el Reino Unido (casi 200 millones de libras esterlinas, unos 240 millones de euros o 268 millones de dólares al cambio actual), el entonces primer ministro David Cameron se disculpó oficialmente por unos actos “injustificados e injustificables”.

Ningún soldado fue procesado por el “Domingo Sangriento”. El caso que se abrió contra uno de ellos fue abandonado por cuestiones jurídicas y el gobierno británico presentó un proyecto de ley para terminar con cualquier caso que se pueda abrir relacionado con el conflicto, algo que todas las partes vieron como una “amnistía”. A la entrada del barrio católico de Bogside, el lema “No hay justicia británica” ocupa el lugar que anteriormente delimitaba la entrada del “Derry libre”.

Nubarrones en el horizonte

Hace unos días, una bandera de los paracaidistas izada en un barrio leal a la corona británica de la ciudad causó un gran revuelo, y llegó incluso a hablarse de ella durante una sesión en el Parlamento, en Londres. El primer ministro británico, Boris Johnson, calificó el “Domingo Sangriento” como un “día trágico” y uno “de los más sombríos”.

En los últimos meses, las consecuencias del Brexit han subrayado la fragilidad del equilibrio establecido por el acuerdo de paz de 1998. Las criticadas disposiciones aduaneras, destinadas a evitar la imposición de una frontera terrestre con Irlanda -pero que establecen una frontera marítima de facto con Gran Bretaña- se están negociando actualmente entre Londres y Bruselas.

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También han atizado las tensiones comunitarias: durante unos disturbios acaecidos en Belfast en primavera, los “muros de la paz” que separan los barrios católicos y protestantes ardieron.

Las elecciones locales de mayo se anuncian decisivas para el delicado equilibrio político instaurado. Con un retroceso de los unionistas (favorables a permanecer dentro del Reino Unido), una victoria de los republicanos parece factible. El Sinn Fein, antaño brazo político del IRA, desea que se convoque un referéndum en un plazo de cinco años sobre la reunificación de la isla.

Duelo en Irlanda del Norte

Domingo 30 de enero de 1972, Londonderry. Poco después de las 16h30, los paracaidistas británicos abren fuego contra una manifestación pacífica de activistas católicos, matando a 13 personas. El “Bloody Sunday” se convierte en una tragedia para Irlanda del Norte.

Este es el relato, basado en notas de la AFP de la época, del “Domingo Sangriento”, un momento clave en las tres décadas de conflicto que enfrentaron a los republicanos --en su mayoría católicos, partidarios de la reunificación de Irlanda--, con los unionistas protestantes, defensores de la pertenencia del Ulster a la Corona británica.

Manifestación pacífica

Ese domingo, la manifestación convocada por las asociaciones para la defensa de los derechos civiles de los católicos fue prohibida por el gobierno provincial británico. La provincia estaba dominada política, económica y socialmente por los protestantes desde la partición de la isla en 1921.

Sin embargo, varios miles de personas se manifestaron en las calles de Bogside, el barrio nacionalista de Londonderry (Derry para los republicanos) donde, más de dos años antes, comenzó una revuelta contra la discriminación practicada por el “gobierno del apartheid” protestante.

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Tras los disturbios intercomunitarios y el inicio de los “Troubles” en la provincia, el ejército británico se desplegó allí en el verano de 1969. Encabezados por Bernadette Devlin, una joven diputada católica de Westminster, los manifestantes mostraron pancartas en las que exigían el fin del internamiento de activistas católicos sin juicio.

Este régimen, impuesto en agosto de 1971 por Londres en Irlanda del Norte, simbolizaba para el movimiento republicano la arbitrariedad británica y la “resistencia nacional”.

“Stop, stop, go home”

La catástrofe se produjo poco después de las 16h30 horas. Los paracaidistas británicos del 1er. Batallón, traídos desde Belfast, estaban apostados en el cruce de Bishop Street y Rossville Street, justo al lado del barrio de Bogside. Al terminar la manifestación --la más grande jamás celebrada en Londonderry--, algunos jóvenes se dirigieron al puesto de avanzada de los soldados. La situación empeora.

Con su voz estridente, Bernadette Devlin dio la orden de dispersarse, cuenta un periodista de la AFP en la época. “Se subió a una silla, era muy pequeña, despeinada, con la boca abierta para gritar: ‘Stop, stop, go home’”. Pero los paracaidistas salieron de detrás de sus barricadas. Se les ordenó entrar en el Bogside.

“Atmósfera de apocalipsis”

Una vez dentro de esta fortaleza del catolicismo en el Ulster --continúa el relato de AFP-- los manifestantes y los soldados desaparecen en un laberinto de calles pequeñas y mal iluminadas donde ningún policía o soldado se había atrevido a entrar durante años. Entonces, de repente, estalla el drama. La gente dispara, grita y huye. Es de noche, hace frío, hay la niebla de los gases lacrimógenos y una atmósfera de apocalipsis.

El número de muertos por el tiroteo fue de 13 civiles, seis de los cuales tenían 17 años. Todos murieron por balas, la mayoría por la espalda. Otro herido murió unos meses después de un tumor. También hubo 16 heridos, varios de ellos graves.

El silencio se apoderó de Londonderry. La segunda ciudad del Ulster se cerró sobre sí misma. “Detrás de las fachadas decrépitas de las casas del Bogside, maltratadas por el viento, la gente se ha encerrado en el miedo y el odio”, escribió la AFP el día después de la matanza.

“Masacre colectiva”

Para los habitantes, no hay duda de que los paracaidistas “perdieron la cabeza” y dispararon indiscriminadamente a todo lo que se movía. Bernadette Devlin dijo que “fue una masacre cometida por el ejército británico”. Denis Bradley, un sacerdote católico que presenció la tragedia, acusó a los paracaidistas de disparar “indiscriminadamente” y “casi con placer” sobre la multitud.

Un diputado del Parlamento de Irlanda del Norte, Ivan Cooper, afirma que los soldados le dispararon cuando agitaba un pañuelo blanco mientras intentaba ayudar a un herido. Un portavoz del ejército dijo que los soldados estaban respondiendo a los disparos de los manifestantes armados, señalando a los “terroristas” del IRA. La organización clandestina --que verá aumentar el número de miembros-- negó haber provocado la “masacre” y anunció represalias.

Acto “injustificable”

La versión del ejército, recogida en las controvertidas conclusiones de una investigación realizada a toda prisa en 1972, fue finalmente desmentida en un informe de investigación publicado en 2010. El informe establece, tras doce años de investigación, que los paracaidistas británicos fueron los primeros en disparar. Las víctimas estaban desarmadas y no eran del IRA. En una solemne disculpa a las familias, el Primer Ministro de entonces, David Cameron, calificó la acción del ejército de “injustificable”.

Breve historia del conflicto norirlandés

Irlanda del Norte sufrió tres décadas de violencia entre las comunidades católica-republicana y la protestante-unionista que acabaron con el Acuerdo de Viernes Santo firmado hace 23 años. La mayoría protestante de la provincia británica defendía seguir perteneciendo al Reino Unido mientras que la católica quería la reunificación con la República de Irlanda. Este es un resumen del conflicto, conocido como “The Troubles”, en que murieron más de 3.500 personas.

El inicio

La violencia estalla en 1968 cuando la policía reprime con fuerza una manifestación republicana pacífica en Londonderry, la única ciudad de la provincia de mayoría católica. La situación degenera y se suceden las protestas y los enfrentamientos con la policía y la comunidad protestante. Londonderry y Belfast se sumen en la violencia y el ejército se despliega en las calles de la provincia.

El IRA irrumpe

En 1970, el Ejército Provisional Republicano Irlandés (IRA), un grupo armado, inicia una campaña de atentados contra los militares. En el otro lado, responden los grupos paramilitares protestantes, matando sobre todo a católicos, lo que acaba de levantar un muro entre ambas comunidades.

Las tensiones aumentan tras la violenta represión de una manifestación el 30 de enero de 1972 en Londonderry. El “Domingo Sangriento” (“Bloody Sunday”), como pasó a la historia esa jornada, dejó 14 manifestantes muertos, víctimas de disparos de paracaidistas británicos.

Administración desde Londres

En marzo de 1972, Londres suspendió el parlamento y el gobierno norirlandés y tomó el control directo de la administración de la provincia. En 1974, el IRA extiende su campaña de atentados con bomba en suelo británico colocando artefactos en pubs de Guildford, Woolwich y Birmingham, y matando en total a 30 personas.

Además, la organización apunta a altas figuras y en 1979 asesina a Lord Louis Mountbatten, el primo de la reina Isabel II, haciendo estallar su barca. El mismo día, el IRA tiende una emboscada al ejército y mata a 18 soldados británicos.

Huelgas de hambre, bombas

En 1981 se vivió un punto de inflexión cuando el preso del IRA Bobby Sands y 9 camaradas mueren en una huelga de hambre en una cárcel de Belfast para solicitar estatus de presos políticos. Sus muertes despiertan simpatía internacional hacia la causa republicana. En 1982, el brazo político del IRA, el partido Sinn Fein, logra sus primeros escaños en la asamblea norirlandesa.

Al año siguiente, Gerry Adams toma las riendas del partido. El IRA sigue golpeando, y en 1984 coloca una bomba contra el Grand Hotel de Brighton donde se alojaban la primera ministra Margaret Thatcher y su gobierno durante un congreso del Partido Conservador. Cinco personas murieron. En 1992 y 1993, dos grandes atentados contra el distrito financiero de la City de Londres dejaron 4 muertos y causaron enormes daños.

Iniciativas de paz

El primer ministro conservador Edward Heath ya había tratado en 1973 de establecer un gobierno de coalición entre católicos y protestantes. Thatcher firma un nuevo acuerdo anglo-irlandés en 1985, con una gran concesión: admite que la República de Irlanda debe tener voz en los asuntos norirlandeses.

A mediados de los 1990, los esfuerzos de paz se encallan de nuevo y el IRA pone fin a su alto el fuego. En 1996, coloca bombas en Londres y Mánchester que matan a dos personas y causan grandes desperfectos.

El hito de Viernes Santo

En julio de 1997, después de que el laborista Tony Blair se convierta en primer ministro y de que el IRA decrete un nuevo alto el fuego, el Sinn Fein es invitado a la mesa de negociaciones. Tras largas negociaciones, el 10 de abril de 1998 se firma el Acuerdo de Viernes Santo entre Londres, Dublín y los partidos políticos norirlandeses, con la bendición del IRA. Irlanda del Norte recupera la autonomía, con un gobierno de coalición entre protestantes y católicos.

La mayor atrocidad: Omagh

Cuatro meses después del acuerdo, un grupo disidente del IRA, el IRA Auténtico, perpetra la peor matanza del conflicto al colocar una bomba en un día de mercado en la ciudad norirlandesa de Omagh, matando a 29 personas, incluyendo a numerosas mujeres y niños. Entre los muertos había dos españoles, una mujer de 23 años y un niño de 12. Lejos de hacer quebrar el acuerdo de paz, los norirlandeses cierran filas en repulsa al atentado y lo refuerzan.

Supervivientes de la “masacre”

Denis Bradley, entonces un joven sacerdote de 26 años, estuvo en la manifestación por los derechos civiles del 30 de enero de 1972 en la ciudad norirlandesa de Londonderry, donde soldados británicos mataron a 13 personas en el denominado “Domingo Sangriento”.

Las piedras volaban. “Nada extraordinario”, recuerda este septuagenario de mirada viva, que dejó la Iglesia católica a finales de los años 1970 y que ya había testificado para la AFP en las horas siguientes al baño de sangre.

Poco interesado en escuchar discursos que ya conocía, Bradley, que llevaba viviendo 18 meses en Derry -denominación que los republicanos prefieren al nombre oficial británico de Londonderry- estaba a punto de marcharse a casa, rememora.

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“De repente oí disparos, lo que me sorprendió. Entonces vi a mucha gente corriendo”, explica. Recuerda a un grupo de jóvenes cargando un cuerpo: era “un joven que estaba muy gravemente herido, al que estaba claro que le habían disparado”.

“Mientras rezaba una oración por este joven que se estaba muriendo”, sonaron más disparos y cundió “mucho pánico”. “Un grupo llevó al joven a una casa algo más lejos”, agrega. “Me arrodillé junto a él” para “intentar rezar algunas oraciones”.

“La gente corría de un lado a otro”, “había disparos todo el tiempo”, “recuerdo el color de la cara de este joven”, una especie de gris “que acompaña a la muerte”, afirma. “En aquella época ya había visto morir a gente, pero no mucha. Era el principio del conflicto” que sacudió a Irlanda del Norte durante tres décadas.

Soldados de aspecto “feroz”

En aquel lugar, dominado por altos edificios, “pude ver a muchos soldados disparando”, “apuntando”, recuerda el exsacerdote. Recuerda la disyuntiva de quedarse a resguardo o ir a ayudar a quienes yacían en el suelo: “Si voy, me matarán. Si no voy, no me sentiré bien conmigo mismo”, se decía.

“Hice un intento”, afirma, antes de que le hicieran cambiar de opinión y “me quedé con un grupo de personas que se refugiaron aquí”, dice en el barrio católico de Bogside. Entonces se acercaron los paracaidistas, soldados de aspecto “feroz”. Uno de ellos “seguía disparando, no sé dónde disparaba, pero disparaba”.

Cuando los soldados se disponían a llevarse al grupo de unas 20 personas con las que estaba Bradley, “vieron mi alzacuellos de sacerdote” y uno de los oficiales dijo “déjenlo ir”. Al partir en dirección de la catedral, se encontró con un capellán del ejército británico que le preguntó: “¿Está usted bien?”. “Le dije ‘es una masacre’, recuerdo esas palabras ‘es una masacre’, me dijo ¡no sé qué ha pasado, pero vamos a rezar una oración’”.

“Estaba desarmado”

Jimmy Toye, que entonces tenía 16 años, también recuerda el estruendo de los vehículos del ejército y los disparos. “Empecé a correr, la gente corría, se empujaba. Uno de los chicos que corría a mi izquierda recibió un disparo en la espalda”, relata, explicando que entonces creyó que los disparos provenían de uno o dos soldados británicos “enloquecidos”.

Recuerda que una de las víctimas, Barney McGuigan, recibió un disparo del “soldado F”, como posteriormente se le denominó en una investigación judicial que declaró la inocencia de las víctimas y desencadenó una disculpa oficial del entonces primer ministro David Cameron en 2010.

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“Llevaba las manos en alto, su pañuelo blanco, y le disparó en la cabeza”, asegura Toye. “Se podía ver claramente que estaba desarmado, no era ninguna amenaza”. “McGuigan estaba frente a mí, no voy a describirlo, pero fue... horrible...”, explica a la AFP.

“Querían darnos una lección y hundirnos, pero afortunadamente tuvo el efecto contrario. La semana siguiente hubo otra marcha, con 40.000 personas”, prosigue. “¿Ve el monumento con los nombres?”, dice, señalando una estela que honra a las víctimas. “Vivirán para siempre.

Canción de U2

Medio siglo después del “Bloody Sunday”, Irlanda del Norte conmemora este domingo en un contexto de tensión uno de los episodios más sangrientos del conflicto que durante tres décadas opuso a republicanos católicos y unionistas protestantes en esta región británica.

Para John Kelly, cuyo hermano Michael murió por los disparos de un soldado británico durante la manifestación del 30 de enero de 1972 en Derry, como los republicanos prefieren llamar a la ciudad de Londonderry, este aniversario marca “un hito importante en el camino que hemos recorrido durante todos estos años”.

El domingo por la mañana, marchará como lo hizo con su hermano hace 50 años, antes de que lo mataran con 17 años. Aquel día, los paracaidistas británicos abrieron fuego contra una manifestación católica pacífica y dejaron 13 muertos. Una 14ª persona que falleció meses más tarde es a menudo contada entre las víctimas.

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Michael era un adolescente “tranquilo”, “lleno de vida” y “bromista”, respetuoso con sus padres, que había pedido permiso para ir a la manifestación por los derechos civiles de los católicos, explica Kelly, que trabaja en el museo Free Derry. También era un amante del chocolate, para el que su madre compró ese día una barrita Mars, que John atesora desde entonces.

El episodio, inmortalizado por U2 en la canción “Sunday Bloody Sunday”, sigue siendo uno de los más dramáticos del conflicto que, hasta el acuerdo de paz de 1998, enfrentó a los republicanos partidarios de la reunificación con la vecina República de Irlanda y a los unionistas férreamente apegados a su pertenencia a la corona británica, con la implicación del ejército británico.

En aquel momento, el ejército británico afirmó que los paracaidistas habían respondido al fuego de los “terroristas” del IRA (Ejército Republicano Irlandés). A pesar de todos los testimonios que contradecían esta versión, recién en 2010 se reconoció oficialmente la inocencia de las víctimas, algunas de las cuales recibieron disparos en la espalda o incluso estando en el suelo, mientras agitaban un pañuelo blanco.

En los brazos del IRA

“Estoy orgullosa de que hayamos llegado tan lejos”, afirma Kate Nash, cuyo hermano William murió aquel día con 19 años, tras décadas de “encubrimiento”, “mentiras” y “retrasos”.

Para Denis Bradley, testigo de primera mano de los acontecimientos y sacerdote en aquella época, el “Domingo Sangriento” supuso la muerte del movimiento por los derechos civiles y arrojó a muchos jóvenes católicos en los brazos del IRA.

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Fue el camino que siguió Tony Doherty. Tenía nueve años cuando su padre recibió un disparo por la espalda de un soldado británico. “Esa masacre fue completamente injustificable, el proceso que siguió añadió la distorsión a la tragedia, y tuvo efectos a largo plazo en personas como yo que crecieron en Derry en ese momento”, explica a la AFP.

Lejos de calmarse, el enfado del niño y luego la revuelta del adolescente llevaron a Doherty a poner una bomba unos años más tarde. El artefacto no explotó y el entonces joven de 18 años fue detenido y pasó cuatro años en prisión, de 1981 a 1985. “Podría haber sido mucho peor”, dice hoy, “la gente podría haber muerto o resultar herida.

“Esta isla es demasiado pequeña”

En el último año, los efectos del Brexit han puesto de manifiesto el frágil equilibrio del acuerdo de paz de 1998. Las controvertidas disposiciones aduaneras, que para evitar una nueva frontera terrestre con la República de Irlanda -inaceptable para los republicanos- imponen barreras administrativas entre la región y el resto del Reino Unido -indignando a los unionistas- vuelven a ser objeto de intensas negociaciones entre Londres y Bruselas.

En 2021 volvieron a atizar las tensiones intercomunitarias, provocando en primavera violentos disturbios en que ardieron los “muros de la paz” que separan los barrios católicos de los protestantes. En Bogside, los murales de cada esquina recuerdan el doloroso pasado que los familiares de las víctimas cuentan a los visitantes día tras día.

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En el museo, Kelly comienza la visita con una bala del calibre 7,62 entre los dedos, como la que mató a su hermano, delante de un grupo de jóvenes de su misma edad. En el exterior, en el mismo lugar donde su padre recibió un disparo en la cabeza, por la espalda, Paul Doherty -hermano de Tony- habla a los visitantes sobre el “Domingo Sangriento” para que conozcan la “historia real” de “los afectados directamente por la masacre”.

En cuanto al futuro, los familiares de las víctimas quieren ver una Irlanda pacífica y unificada. “Espero verlo”, dice Kelly, “esta isla es demasiado pequeña para estar dividida”.

Fuente: AFP.

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