Los hazaras, una minoría mayoritariamente chiita perseguida durante siglos en Afganistán, tienen mucho que perder tras la llegada al poder de los talibanes. Temen que estos extremistas sunitas no les ataquen, como lo hicieron en los años 1990, incluso si los talibanes han prometido mostrarse más tolerantes contra sus enemigos de antaño.

¿Quiénes son los hazaras?

Oriundos de los altiplanos del centro del país, los hazaras se presentan como descendientes de los grupos mongoles de Gengis Kan qui arrasaron Afganistán en el siglo XIII. Aunque no hay estadísticas fiables, se estima que representan entre el 10 y el 20% de los 38 millones de afganos. Han sido marginados por los sunitas por ser en su mayoría de fe chiita, en un país carcomido por las divisiones religiosas y étnicas.

Según algunas estimaciones, alrededor de la mitad de la población hazara fue exterminada a finales del siglo XIX, cuando sus territorios tradicionales fueron conquistados por los pastunes sunitas. A lo largo de los siglos, esta minoría ha sido sometida a la esclavitud, las persecuciones religiosas, la limpieza étnica y los desplazamientos forzados.

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También fue víctima de diferentes grupos en las últimas cuatro décadas de conflicto, incluyendo cuando sus territorios fueron bombardeados por los muyahidines que luchaban contra los soviéticos en los años 1980.

Por su parte, los combatientes hazaras fueron acusados de cometer atrocidades en la guerra civil que siguió a la retirada del ejército soviético en 1989. Se cree que miles de ellos fueron ejecutados por los talibanes cuando estos tomaron el control del país a finales de los años 1990.

¿Por qué son blanco de ataques?

Los hazaras constituyen gran parte de la minoría chiita del país, menospreciada por los extremistas sunitas, que los consideran herejes. También se les acusa de estar demasiado cerca del Irán chiita, adonde decenas de miles de ellos se fueron a trabajar.

Durante esta última década, miles de hazaras han sido entrenados por las fuerzas de seguridad iraníes y movilizados en las milicias chiitas en Siria. El año pasado, el ministro iraní de Relaciones Exteriores calificó a los combatientes hazaras de la “mejor fuerza” para ser desplegada contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Afganistán.

¿Cómo puede afectarles la toma del poder de los talibanes?

Pocas comunidades se han beneficiado tanto del cambio de situación tras la intervención de Estados Unidos en el país para derrocar el anterior régimen talibán a finales del 2001. Desde hace 20 años, los hazaras pueden llevar a sus hijos a la escuela –también si son niñas– y participar a la vida política y económica del país. Pero estos avances siguen siendo frágiles.

Han seguido siendo víctimas en la escalada de violencia del país: múltiples atentados suicidas, a veces reivindicados por el EI, dirigidos contra sus mezquitas, escuelas o hospitales en el enclave hazara de Dasht-e-Barshi en Kabul han causado cientos de muertos.

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Estos últimos meses, temiendo ser de nuevo masacrados tras la retirada de las tropas internacionales el 31 de agosto, algunos miembros de esta comunidad empezaron a retomar las armas. Una milicia creada en la provincia de Wardak (centro) reclutó y entrenó a nuevos combatientes.

Poco después de la toma del poder de los fundamentalistas, la estatua de un político hazara, Abdul Ali Mazari, asesinado cuando era prisionero de los talibanes en 1995, fue parcialmente demolida con explosivos la semana pasada en Bamiyán (centro). El incidente reavivó el miedo de que los nuevos líderes del país vuelvan a arremeter contra los hazaras.

Fuente: AFP.

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