Una mujer relee el diario que llevó durante su cautiverio, mientras un policía se aferra al muñeco de trapo que cosió cuando estuvo en poder de las extintas FARC. Las víctimas del conflicto colombiano encontraron en objetos mundanos la forma de sobrellevar el trauma del secuestro.

La Comisión de la Verdad, que indaga sobre los hechos más atroces de la lucha armada, organizó una exposición permanente con elementos de las víctimas y sus familiares en el museo virtual Señales de Vida y Libertad (señalesdevidaylibertad.com). Fotografías, ropa o joyas son algunos de los objetos que forman parte de la colección.

Más de dos terceras partes de las más de 37.000 retenciones ilegales que ocurrieron en Colombia entre 1958 y 2018, según el estatal Centro de Memoria, son atribuidas a guerrillas que aún hoy utilizan el secuestro con fines políticos y económicos. Aquí algunos de los testimonios de las víctimas y sus objetos:

“Rodolfito”

Un muñeco de trapo vestido de verde militar, bautizado como Rodolfito, acompañó al mayor retirado de la policía Guillermo Solórzano mientras estuvo retenido por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), convertidas en partido político tras firmar la paz en 2016.

“Fue una figura, un muñeco que yo elaboré allá y eso me permitió a mí sentirme vivo, acompañado”, relata a la AFP el oficial de 45 años. Su martirio empezó el 4 de junio de 2007, cuando un comando lo capturó en Florida, un municipio en el departamento del Valle del Cauca (suroeste). Gracias a su creación encontró con quién “socializar”.

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“Me permitió a mí salir de ese trance, de esa depresión profunda en la que yo estaba”, agrega. La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), surgida del acuerdo de paz, ha documentado 21.396 víctimas de secuestro de ese grupo. La guerrilla incluyó a Solórzano en una lista de secuestrados “canjeables”, con la que pretendía la excarcelación de guerrilleros presos en Colombia y Estados Unidos.

Tras casi cuatro años en la selva, el mayor fue entregado a una comisión humanitaria. Los excomandantes de las FARC reconocieron su responsabilidad y pidieron perdón ante la JEP por decenas de miles de secuestros. El tribunal prevé dictar las primeras condenas a finales de año o inicios de 2022.

Páginas del encierro

“Me di cuenta que mi vida había cambiado por completo”, reza el diario de Adriana Tafur. La frase la escribió en la víspera de su liberación, tras cinco meses y medio de cautiverio. Siendo una universitaria de 20 años, fue raptada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) el 30 de mayo de 1999 mientra asistía a una misa dominical en un barrio rico de la ciudad de Cali (suroeste).

Los días que siguieron a su retención los pasó en la dura selva del Pacífico colombiano. “El secuestro (...) es estar muerto en vida”, expresa a la AFP. El manuscrito fue su única “terapia” para no desquiciarse. “Una vez al año leo el diario y hay cosas que digo: ¿Es en serio, yo pasé por esto?”, se estremece Tafur agregando que no ha habido “justicia” en su caso.

El presidente Iván Duque sepultó los diálogos que sostenía con el ELN tras un atentando contra una escuela militar en Bogotá en enero de 2019. Adriana nunca se reencontró con sus captores y anhela un proceso de paz que reconozca su sufrimiento.

Recuerdos de un ambientalista

Juliana Orozco tenía ocho años cuando su padre, el diputado departamental Nacianceno Orozco, fue secuestrado por las FARC durante una incursión en Cali el 11 de abril de 2002. “Mi papá solía ser desde antes un objetivo militar”, lamenta. Cinco años después Orozco fue asesinado en cautiverio junto a diez de sus colegas.

Un excomandante de las FARC reconoció su culpa ante la justicia de paz. Quienes acepten su responsabilidad y reparen a las víctimas podrán recibir penas alternativas a la prisión. Ahora, sujeta una figura precolombina de barro, similar a un pato, de las que solía coleccionar su padre, un político “ambientalista”.

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“De algunos miembros (...) no he percibido el más mínimo sentimiento de sensibilidad”, dice Juliana. “Otros sí los he visto derramar lágrimas”. Sostiene que conservar la memoria de su padre mediante la pieza de barro le ayuda en la “reparación” que le ha traído el proceso de paz.

En el año 2000, con el conflicto ardiendo, la policía registró un promedio de 10 retenciones ilegales diarias en Colombia. En todo 2019 se contaron 88, aunque la violencia retorna amenazante en varias regiones.

Fuente: AFP.

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