Aldo Mariategui, analista peruano desde Madrid

Paraguay en estos momentos es la envidia de Sudamérica en lo económico, político y otras áreas. Con todas las críticas válidas que se puedan hacer, va a tener este año el crecimiento más alto de la región (4,8 %) junto a una de las deudas públicas (solo 37 % del PIB al momento) e inflaciones más bajas (5 %), con una moneda “dura”, que es la menos volátil de la zona junto al sol peruano. La macroeconomía siempre es fundamental y Paraguay la tiene muy bien.

Vayamos a lo político: Paraguay hoy es una democracia de libertades plenas, que para el próximo lustro ha elegido a un joven y capaz presidente, que integra un partido de derecha moderada y que al tener una sólida mayoría parlamentaria no va a enfrentar los riesgos de destitución tan comunes en la región. Y salvo el excéntrico político “Payo Cubas” (detenido con justicia por revoltoso), la oposición se mueve dentro de cánones bastante razonables para lo que se observa en otros países.

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Uno no percibe la agobiante polarización política que sufren Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador o Colombia, donde los odios hasta dentro de las familias son comunes por este nefasto fenómeno.

En otros aspectos de vida cotidiana, Asunción carece de un buen sistema de transporte público y clama por más infraestructura, pero su tráfico es fluido en comparación a ciudades donde ir a cualquier sitio cercano toma horas, como Bogotá, Caracas, Santiago, San Pablo y Lima. En cuanto a seguridad pública, cualquier paraguayo que se queje que observe como se sufre en otras ciudades latinoamericanas, donde los asaltos con motociclistas suceden incesantemente, a cualquier hora y en cualquier lugar (hasta lo más exclusivos). Los limeños, porteños, chilangos (ciudad de México) etc., salen cada día asustados a la calle. Y las extorsiones a los negocios son imparables. Por ejemplo, uno de cada tres peruanos ha sido víctima de un crimen y las encuestas arrojan que la seguridad es la principal preocupación en Perú. Cifras similares se repiten por toda Sudamérica.

Mucho de este fenómeno delictivo se origina en la gigantesca emigración venezolana (siete millones de 30 millones de habitantes. Solo a Colombia y Perú llegaron dos millones de venezolanos respectivamente y en solo cuatro años). Mucha gente buena emigró, pero también eso trajo la llegada de muchísimos delincuentes y así, por ejemplo, la violentísima mafia del Tren de Aragua se ha extendido por casi todo el subcontinente.

Paraguay ha escapado felizmente hasta ahora a este fenómeno, pero urge la imposición de visados a venezolanos (Costa Rica, Chile, Perú, Panamá, Ecuador y México ya lo han tenido que hacer) antes que el tsunami les alcance y una migración masiva y repentina se reoriente a Paraguay ante el cierre de otras fronteras y su buena situación y así complique abruptamente su cuadro social con delincuencia incontrolable, mendicidad rampante y distorsiones de salarios en el mercado de trabajo. Paraguayo, eres la envidia sana del vecindario. Aprecia lo que tienes y no lo pierdas.

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