• Por Augusto dos Santos
  • Analista

Paraguay debe ser el único país del mundo en donde la unidad de un partido político se observa como un hecho irregular. Debe ser el único país del universo en el que se genera escándalo por ello y el único de la vía láctea en el que una persona que integra otro partido político que se encuentra unido se enfada públicamente porque sus contendores políticos se aprestan a unirse igualmente.

Transpolar, que aparte de ser un buen nombre para un helado, es una palabra que indica “aplicar a un ámbito determinado conclusiones obtenidas en otro”, esto que sucede en nuestro país sería muy divertido: es como que en Brasil Jair Bolsonaro llamara a una conferencia de prensa para quejarse porque todo el Partido de los Trabajadores se ha unido “vergonzosamente” para sostener la postulación de Lula (y es muy capaz de hacerlo) o que en Uruguay, el Pepe Mujica baje del tractor para expresarse vehemente en contra de cualquier intento de unidad del Partido Nacional. Uno trata de entender las razones de un extravío conceptual tan importante cuando ya salta otro argumento: “sí, pero no se pueden unir, si en sus internas nomás se estaban peleando”.

¿Cómo hace uno para explicar que las internas sirven justamente para que se cotejen, se enfrenten y muchas veces se peleen? Lo obvio es harto difícil de explicar. Pero más allá o mas acá de la ignorancia de cómo funciona la política detrás de este síndrome de “por qué te uní bobo” hay algo mucho más descriptivo y se trata del horrible acostumbramiento de la oposición a estar colgada de la probable división de la ANR para intentar una victoria electoral y eso, definitivamente, es muy nocivo para el crecimiento de las denominaciones de oposición, ya que genera dinámicas de dependencia de variables externas, subalterniza la construcción de un discurso basado en programas y por sobre todo atrofia los músculos de la competencia electoral.

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Volviendo a transpolar es como participar de un certamen de fútbol en el que tu estrategia de victoria se encuentre exclusivamente centrada en la posibilidad de que el equipo rival llegue con la mitad de sus jugadores lesionados. Mínimamente es muy triste para no decir deshonroso.

La oposición tiene que construir mayorías que le permitan la alternancia desde argumentos y personas que vayan más allá del rebusque esotérico de la división del enemigo. Las guerras no se ganan con el supuesto de debilidad del contrario, sino con la certeza de la fortaleza propia.

¿Cómo hace uno para explicar que las internas sirven justamente para que se cotejen, se enfrenten y muchas veces se peleen? Lo obvio es harto difícil de explicar.

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