La Cámara de Diputados debatió ayer la derogación de la ley que implica una donación dentro de la cual se plantea el financiamiento al proyecto que el Gobierno dio en llamar Transformación Educativa. La derogación es la respuesta que se tuvo desde diversos sectores políticos para hacer lugar a los reclamos cada vez más fuertes de padres que veían al proyecto del Ejecutivo como un peligro equivalente a perder la patria potestad, probablemente uno de los derechos sagrados en la relación con los hijos.

El Gobierno planteó la Transformación Educativa como una de sus banderas electorales desde el día uno, la vendían como la solución a todos los problemas que efectivamente tiene nuestra educación, pero que son mucho más amplios que el currículum (sin duda es una pata principalísima, pero no la única), pretendían instalarla como un legado de Mario Abdo Benítez. Primero fue Eduardo Petta, quien fiel a su estilo, buscó imponer el proyecto por la fuerza, sin diálogo alguno, y eso hizo que grupos de docentes, directores y padres se pongan en alerta. Nada que se busque hacer por la fuerza y a las apuradas puede ser tan beneficioso para la mayoría, como se pretendió.

Luego de Petta, vino Juan Manuel Brunetti, quien en un estilo menos tosco que su antecesor, pero no por eso menos fanático, tomó la posta de la Transformación Educativa y los supuestos beneficios que traería para la comunidad educativa. Hay cientos de entrevistas en las que Brunetti habla maravillas sobre el proyecto, basta mirar un poco los archivos para darse cuenta. Luego de ser ungido como precandidato a vicepresidente de la República para integrar la chapa del oficialismo, Brunetti siguió hablando de la Transformación Educativa como uno de sus logros cuando se pavoneaba de su paso como ministro de la cartera educativa.

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Luego de él, vino el actual ministro, funcionario de carrera del MEC, de quien se hubiese esperado mucho mayor tino; sin embargo, no, entró con un estilo imitando al de Petta o incluso peor, porque llevó la tensión a su máxima expresión, desacreditando a quienes mostraban su oposición y llegando al punto de denostar con tal de defender lo que hasta en ese entonces era una de las banderas del Ejecutivo.

Hasta que alguien con un poco de pienso en el equipo de campaña sugirió hacer una encuesta en la que se mida la cuestión y salió lo que el oficialismo más temía: un enorme porcentaje del electorado en contra del proyecto, y otro porcentaje ni siquiera entendía de qué se trataba. Eso fue confirmado por fuentes del primer anillo del oficialismo. Y se dio el cambio de discurso, radical. Wiens tomó la cuestión como un tema en su agenda, temas de los que hasta ahora no había hablado: la familia, la ideología de género y todas sus variantes que apuntan al mayoritario segmento conservador del electorado paraguayo. Pero llegó tarde, ese discurso ya había sido tomado por el movimiento Honor Colorado desde hace mucho tiempo y no había forma de que sea ocupado por otro espacio político.

La Transformación Educativa es un proyecto bastardo al que ahora su padre quiere negar: el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y los tíos son los ministros que pasaron por la cartera de educación que el designó.

Hasta que alguien con un poco de pienso en el equipo de campaña sugirió hacer una encuesta en la que se mida la cuestión y salió lo que el oficialismo más temía.

Hay cientos de entrevistas en la que Brunetti habla maravillas sobre el proyecto, basta mirar un poco los archivos para darse cuenta.

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