El 17 de marzo del 2021, un grupo de instigadores fue hasta la sede de la Asociación Nacional Republicana (ANR) con el objetivo de generar destrozos al sitio partidario, atacando en realidad a un sitio de ayuda social ofrecido en el edificio y en el cual se encuentran jóvenes de escasos recursos.
A más de un año, ese ímpetu por provocar daños a un partido que pudo terminar en la pérdida irreparable de vidas, sigue presente como una herida que no termina de sanar por el trauma y el miedo infundidos, a decir de quienes presenciaron el suceso.
Matías Torres, un joven universitario que se encuentra viviendo hace cuatro años en el edificio atacado, manifestó a La Nación/Nación Media que hoy en día prevalece un temor inevitable a que los hechos se vuelvan a repetir, con estragos más terribles que deban lamentarse.
“Lo que yo destaco es el miedo implantado desde esa vez; los chicos siguen con miedo y, con cada posible manifestación a realizarse o marchas relacionadas contra la ANR, la mayoría se retira y ya no quiere quedarse en el edificio”, indicó.