Por Lea Giménez

Mi especialización es en políticas públicas, pero hoy quiero hablarles de política partidaria, respondiendo a la pregunta del título.

Mi bisabuelo paterno, Alberto Espinoza, fue un caudillo colorado de Ypacaraí que murió asesinado en la revolución del 47. Una cuadrilla de insurgentes le cercaron, le derribaron de su caballo y le ahogaron en las arenas de Huguá hũ. El próximo año, mi madre cumplirá medio siglo de afiliación, lejos aún de los 75 que acumuló mi abuela materna. Y, sin embargo, yo no soy colorada por tradición familiar sino por una decisión personal adoptada sobre dos fundamentos muy sólidos: el sentimiento y la razón.

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Mis padres siempre hablaban de las realidades sociales y políticas del país, eran muy críticos y en nuestra familia hubo siempre un ambiente de constante análisis y debate. Recuerdo que ellos decían que ningún partido, salvo el colorado, estaría preparado para liderar un proceso de transición hacia la democracia. ¿Por qué? Porque era el único que, desde su inicio, mantenía vivo el germen democrático en las elecciones que celebraban regularmente las seccionales. Porque esas mismas seccionales fueron las que mantuvieron viva la cadena de unión de la fraternidad republicana, aún en los 40 años del partido en la llanura (1904-44). Y, por un hecho no menos importante, porque en su seno las mujeres ya habían conquistado espacios políticos ejerciendo su derecho al voto para la elección de autoridades partidarias, dos décadas antes que esas mismas republicanas, organizadas en la Comisión de Damas Coloradas, no dudaron lanzarse a las calles liderando la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer (LPDM) hasta lograr finalmente el reconocimiento legal de sus derechos políticos a sufragar y ser electas (Ley No 704/1961).

Cuando decidí afiliarme, ya mayor, seguí lo que me dictó el corazón, pero sin dejar de escuchar lo que me decía la razón. Lo hice después de tener la oportunidad de conocer las realidades de muchos países y de ser testigo de cómo la fragmentación política complejiza los procesos de desarrollo y el arribo a consensos. Los partidos políticos son instrumentos que facilitan la participación, representación e involucramiento cívico de los ciudadanos en la toma de decisiones de política, allí radica la importancia de su fortaleza e institucionalidad. Comparto con ustedes mi análisis crítico y las razones inherentes a la naturaleza de la ANR que le convierten, para mí, en la mejor opción política.

Nuestro partido nació nacionalista. Su nacionalismo es la esencia del pueblo paraguayo que supo salir adelante a pesar de dificultades geográficas y adversidades históricas, reclamando y ocupando su legítimo lugar en el mundo. Sin embargo, no todas las personas que lideraron nuestro partido fueron capaces de entender la esencia de ese nacionalismo. Lamentablemente, fue un gobierno colorado el que eliminó el canto del Himno Nacional en las escuelas al mismo tiempo que pretendió alinear la ANR al socialismo chavista, pisoteando nuestros principios celosamente preservados a través de nuestras convenciones. Pero el partido es más grande que los individuos y su visión primigenia hizo que no perdiéramos el rumbo.

Desde su nacimiento, nuestro partido se definió agrarista y eso tiene relación con las bases de nuestra competitividad en el escenario mundial. Nuestro agrarismo no es sectario ni clasista, sino profundamente integrador del agro, la ciencia y la industria y promotor de la productividad y el bienestar del productor rural sea pequeño, mediano o grande. No podemos dejar de reconocer que esta visión agrarista tuvo sus altibajos y no ha sido compartida por todos nuestros líderes. Un gobierno colorado cometió el error de cortar abruptamente el subsidio del algodón sin haber desarrollado alternativas de reconversión productiva, provocando una migración masiva a Europa, mayoritariamente de mujeres, en busca de sustento para sus familias que quedaron resquebrajadas o destruidas por esa diáspora forzada. Aun así, como partido sabemos que nuestro futuro y nuestra fortaleza están en el fortalecimiento de la productividad y la calidad de vida del productor rural.

Nuestro partido es sensible y atento a las reivindicaciones sociales de los más vulnerables, lo que nos lleva a la búsqueda de constante mejora en la calidad de vida de los paraguayos y la justicia social, enfocando nuestras en políticas a la realización del ser humano en el seno de la familia y, a través de ella, la sociedad toda. Esta es tal vez la tarea más compleja de un gobierno que exige una muy alta capacidad de gestión. Durante el periodo democrático, la ANR consolidó un modelo de gestión en base al equilibrio macroeconómico que contribuyó importantemente a nuestro desarrollo. Mas recientemente hemos consolidado la transparencia en la gestión pública como política de Estado. Pero no todos los gobiernos colorados han estado a la altura del desafío. Repartir dinero sin control y en un ambiente de corrupción termina golpeando muy pronto a los beneficiarios y a los no beneficiados al cobrarles con inflación el doble o el triple de lo que han recibido. Tenemos que reconocer que hemos tenido más de un gobierno colorado que se caracterizó por la falta de idoneidad para la gestión pública y por el despilfarro de recursos. Los índices de inflación los señalan muy claramente en cada periodo.

Nuestro partido nació republicano desde su manifiesto fundacional del 11 de setiembre de 1887, hace 135 años: «La soberanía popular es el gran fundamento de la República. El pueblo se ha reservado el derecho de designar los mandatarios que han de dirigir sus destinos …» Este republicanismo que reivindica el poder del pueblo expresado en el sufragio fue ratificado en la Convención partidaria de 1967, ¡anticipándose más de dos décadas al inicio del proceso democrático!.

La vocación republicana explica por qué, durante los últimos 30 años que constituyen el periodo más largo de democracia y alternancia de nuestro país, el Partido Colorado, a diferencia de otros partidos tradicionales latinoamericanos que perdieron protagonismo y contribuyeron al debilitamiento de la democracia en muchos países, ha seguido liderando el proceso político debido, con seguridad, a su capacidad de renovarse y permitir el disenso en su propio seno. El republicanismo también explica algo que sorprende a los que miran al partido desde afuera: en los procesos electorales los colorados tenemos siempre duras confrontaciones de ideas y propuestas, pero esas confrontaciones se subordinan a la voluntad de los correligionarios expresada en las urnas, voluntad que incluye el mandato de reconciliación fraterna y concluye en el abrazo republicano. Pero creo que lo más importante de esa práctica democrática es la conciencia cada vez mayor de los colorados de la importancia de exigir rendición de cuentas a sus mandatarios y de evaluar su gestión por resultados lo que sin duda, redunda en una mejor utilización del voto. La vida es un proceso continuo de aprendizaje y nuestro partido está muy vivo y sigue aprendiendo.

Quiero en este espacio dirigirme especialmente a los jóvenes republicanos. Este es el momento de la participación ciudadana, es el momento decidir quiénes serán, a criterio de cada uno y de la mayoría de los electores, las personas más idóneas para ocupar los cargos electivos que la Constitución Nacional consagra. Estas elecciones nos sorprenden con un gran caudal de nuevos afiliados, mayoritariamente jóvenes, que serán responsables de hacer crecer el viejo roble partidario renovándolo para que, sin perder sus principios republicano, nacionalista, agrarista y humanista, siga sumando adherentes y administrando el poder en función del interés general, adaptándose a las exigencias de los nuevos tiempos.

La ANR sigue siendo el único partido preparado y con la madurez suficiente para liderar el proceso de cambios que hoy requiere nuestro país. Debemos volver a nuestras raíces, aprender de nuestros errores, construir sobre ese fuerte cimiento republicano y sobre nuestros aciertos y hacer que nuestros hijos vuelvan a entonar el himno nacional en todas las escuelas. Es un orgullo ser paraguayo. Considero que no existe mejor lugar para vivir y ser feliz que nuestro Paraguay y, el mejor espacio cívico y político para trabajar en favor de su progreso, sigue siendo, gracias al esfuerzo y al compromiso fraterno de sus afiliados, nuestra gloriosa Asociación Nacional Republicana. Abrazo la bandera republicana porque quiero ser protagonista de los cambios que hoy día requiere nuestra sociedad.

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