El Presidente de la República tiene una rara habilidad para crear sacudidas sísmicas dentro de su propio entorno o movimiento político. Y después trata de arreglarlas creando enemigos externos con un discurso cargado de agreste ordinariez y rústica pedantería. Quienes mejor lo conocen afirman que no es premeditado. Que le sale natural. Por lo tanto, es absolutamente inimputable.

Ya lo hizo una vez, cuando prácticamente transportó al Palacio de López a su entonces ministro de Salud Pública y Bienestar Social, Julio Mazzoleni, allá por el 28 de mayo del año 2020. Y eso que en plena pandemia la oposición y algunos medios (nuestro diario, entre ellos) denunciaron un fraude, que luego quedó en grado de tentativa, con insumos provenientes de China. Aparte de eso, ya se manifestaban las primeras desprolijidades, que con los meses se agravarían, en la campaña para enfrentar el virus del covid-19. “¿Saben por qué te atacan, ministro?, porque creen que después de esto vas a ser candidato a Presidente de la República y nadie puede creer que un burócrata público tenga el 98% de aceptación.

Eso les asusta a muchos”, argumentó Marito en defensa del secretario de Estado. A esa altura ya resultaba normal en el mandatario este tipo de afirmaciones estratosféricas en su altitud máxima. Pero ni los chistes ni la locuacidad telúrica de Euclides Acevedo (ministro del Interior en ese tiempo), que actuaban como colchón para Mazzoleni, pudieron sostenerlo por mucho tiempo más. Y, un día, se fue. Aunque después volvió con un libro de memorias que prometemos leerlo próximamente.

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Aquel jueves, hace dos años, un frío sudor corrió el espinazo de Arnoldo Wiens, ministro de Obras Públicas y Comunicaciones. El senador Silvio “Beto” Ovelar, quien militó varios años en el movimiento Añetete, confirmó días atrás lo que todos presumíamos: que el pastor evangélico devenido a político fue siempre la primera opción de Marito para sucederle -o, al menos, intentarlo- para el 2023. La segunda puerta era Eduardo Petta, quien rápidamente demostró al frente del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) que hasta ese traje le quedaba XL. Esa misma noche, del jueves 28 de mayo del 2020, en Mburuvicha Róga -no existe nada más chismoso que el entorno- eufórico le confirmó a Wiens: “Vos seguís siendo mi candidato, lo de esta mañana solo era para dar ánimo a Mazzo”.

Uno de esos comunicativos y asiduos comensales -sobre todo, de sobremesa- de la avenida Mariscal López reveló que “el mariscal de la derrota” y dueño de Yacyretá (el segundo Estado), a partir de ese momento, empezó a demoler tenaz y sistemáticamente a su antiguo compañero de culto, a través de una agencia de encuestas y asesoría política que el tutelaba. O tutela. “No pasa del 9%” dicen que decía con tono doctoral cada vez que tenía la ocasión.

Y meses después, saltó nomás la precandidatura del vicepresidente de la República, presentado por el “El Trueno” con marquesinas de Hollywood: “Toro Velázquez, el eslogan que recorre las redes”, al estilo de “un fantasma recorre Europa”. La sospecha ya adquiría categoría de certeza (lo de la conspiración del “mariscal”), porque este periódico digital es financiado por Yacyretá, por la vía de Órdenes de Compra, las populares OC.

No pasó mucho tiempo para que el mismo “Toro” lanzara contorsiones como si tuviera un estoque atorado en la nuca. No eran picas ni banderillas. Era un estoque que superaba los 88 centímetros reglamentarios. Consecuentemente, hubo saña y alevosía. Eso sí, aunque inconsciente, no premeditado. Marito se había ofrecido -oferta que sigue en la góndola- para ser jefe de campaña del ingeniero Luis Pettengill, en caso de que participara de las internas coloradas y las ganara. Menuda confianza le tiene a su actual precandidato. ¡La que se armó dentro del oficialismo! Nuestro “deep throat”, aunque sin la calidad de aquel informante del Washington Post, escandalizado, no se animó a dar más detalles. Ninguna de las madres se salvó.

Para tratar de desatar el nudo que él mismo remató con un apokytã, Marito el pálido recurrió a su viejo repertorio: tirotearle al líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes. El hijo del “padre espiritual de la juventú estronista” ya se propuso en oportunidades anteriores “fulminar” al ex presidente de la República y actual aspirante a la Junta de Gobierno del Partido Colorado. En uno de sus últimos intentos utilizó como peón de su tablero al que fuera ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio (hijo mimado de la mimada del poder, Desirée Masi, senadora por el Partido Democrático Progresista y aliada de la primera hora de Marito).

El escenario fue prolijamente preparado por la senadora Lilian Samaniego, a la sazón titular de la Comisión Permanente del Congreso. Pero, al mismo tiempo, también fueron los tres últimos minutos de fama mediática de Giuzzio, quien pretendía ser nuevamente senador de la Nación. Sus grandilocuentes y desordenadas denuncias quedaron ahogadas por su (presunta) relación con un narcotraficante de marca internacional. Llegó con ínfulas de aplanador elefante y se fue como lauchita.

Ahora es el propio mandatario el que brama en medio de cerros y collados. Es que sus candidaturas -la de él y la de su vice- no prenden ni con brea de alquitrán de hulla. Una especialidad de la casa. Invoca a los dioses del rayo y de las tormentas. Petardea contra todos. Coacciona a los otros poderes del Estado. En su alucinación apoteósica separa las cordilleras en dos, formando las columnas de Hércules, mientras la jauría presupuestívora aúlla enajenada aguardando ansiosa la parición de los montes. Y, como tantas otras veces, solo nacerá, como en la fábula de Esopo, un ridículo ratón. Esopo era un genio. Hacía hablar a los animales.


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