POR ELVIO VENEGA AMARILLA, ABOGADO Y COMUNICADOR INSTITUCIONAL

GENTILEZA

El Mercado Común del Sur (Mercosur) cumplió 30 años de existencia. Si fuese una persona física, se podría afirmar que está en plena adultez. Sin embargo, a juzgar por su desarrollo y vaivenes en su relacionamiento vecinal, cabría pensar que llegó a la segunda edad con desafíos pendientes para tener una “mayoría” consolidada. Es decir, la ansiada integración plena, el soñado mercado común, cuyo tratado fundacional, que se concretó un 26 de marzo de 1991 en Asunción, parece un destino lejano aún.

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Pero si de años y de balances se trata, la recordación de este trigésimo aniversario es una excelente oportunidad para una mirada retrospectiva de lo andado. Y es muy probable que, a pesar de algunos cuestionamientos y objeciones que aún cosecha por su imperfección este proceso, el resultado ofrezca fortalezas y debilidades, pero con saldos positivos para nuestro país.

EL CAMINO DE LA INTEGRACIÓN

Si bien las primeras ideas integracionistas en América Latina ya emergen en las postrimerías de la Colonia española, en los albores libertarios de Bolívar y San Martín, no será hasta la década de los años 60 que los países de América del Sur comienzan a plantearse efectivamente la necesidad de la integración regional y de constituir bloques para negociar con países desarrollados. Los primeros pasos recalaron en la firma del Tratado de Montevideo de 1960, creando la Asociación Latinoamericana de Libre Cambio (Alalc) con el objetivo de hacer una zona de libre comercio. Durante la década del 70, comienza una etapa de reapertura comercial. Algunos países de la región empiezan a reconsiderar las políticas proteccionistas, muy propias del modelo de sustitución de importaciones.

En 1980, un nuevo Tratado de Montevideo crea la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), en un intento de dar nuevos ánimos a la integración regional. Esta iniciativa tenía como objetivo final la creación del Mercado Común Latinoamericano, aunque el objetivo tampoco llegó a cumplirse. Pero Aladi se convirtió en el “paraguas” bajo el cual se desarrollaron todas las instancias de integración subregional surgidas desde entonces, entre ellas el Mercosur. Paraguay fue suscribiente fundador de ambos tratados, primero Alalc y Aladi después.

Un antecedente más próximo de la creación del bloque regional es la cercanía que establecen Brasil y Argentina en 1985, con la Declaración de Foz de Yguazú en la ciudad brasileña del mismo nombre, suscripta por los presidentes de Argentina, Raúl Alfonsín, y del Brasil, José Sarney.

RAZONES DEL MERCOSUR

Más allá de las razones económicas, puede tenerse también como fundamentos de la creación del Mercado Común del Sur la necesidad de consolidar los regímenes democráticos recientemente recuperados, primero en Argentina, en 1983; en Uruguay, en 1984; en Brasil, en enero de 1985, y en el Paraguay en febrero de 1989. El Mercosur, en gran medida, se constituyó en un elemento positivo y en un factor fundamental de estabilidad, de defensa de la democracia y de la integración regional. En poco tiempo, se proyectó como una “zona de paz” y los países plasmaron una “cláusula democrática”, compromiso vigente e ineludible de los países para lograr su admisión y permanencia en el bloque regional. “El Mercosur, además de la alianza comercial, era un club democrático (…). El que no era democrático, allá él con su suerte, pero no integraba simplemente este club…”, expresó en su momento el ex presidente del Uruguay Julio María Sanguinetti.

ACTO DE FUNDACIÓN

Cuando en 1991 los entonces presidentes de Argentina, Carlos Saúl Menem; de Brasil, Fernando Collor de Melo; de Paraguay, Andrés Rodríguez, y de Uruguay, Luis Alberto Lacalle Herrera, firmaron el Tratado de Asunción pensaban en un proyecto de integración económica que promoviera el libre intercambio y el movimiento de bienes, personas y capitales. La iniciativa apuntaba a una zona libre de aranceles con el objetivo de llegar a la verdadera unión aduanera, con un mercado que abarcaba una extensión cercana a los 15 millones de kilómetros cuadrados y con poco más de 295 millones de habitantes.

A las 10 horas de aquel 26 de marzo de 1991, en el Banco Central del Paraguay, con un nutrido auditorio de autoridades nacionales y de los países integrantes del bloque, con la presencia de los jefes de Estado, se firmaba el instrumento fundacional conocido como Tratado de Asunción. Multitud de medios de prensa gráficos, radiales y televisivos en transmisión vía satélite estaban presentes, pues, sin dudas, era un acontecimiento inédito en el continente. Algunos especialistas señalaron en ese momento que el acto era solo comparable con aquel evento de la conformación de la Unión Europea.

“Ese día me tocó hacer una larga lectura, más larga incluso que los discursos pronunciados por los jefes de Estado. Tuve que leer por casi 45 minutos la totalidad del tratado que firmaron los cuatro presidentes presentes en el acto, cada uno a su turno y acompañado de los respectivos directores de protocolo y de tratados de sus respectivas cancillerías. Fue una experiencia única e inolvidable en el ejercicio de mi profesión”, recuerda Eduardo Palacios, maestro de ceremonia que tuvo a su cargo conducir el acto protocolar que se desarrolló en el entonces principal auditorio del Banco Central del Paraguay.

Cómo surgió el nombre de Mercosur es la incógnita que develan Jorge Campbell, Ricardo Rozemberg, Gustavo Svarzman en su libro “Mercosur, entre la realidad y la utopía”. En él se señala que “a propuesta del entonces coordinador del Grupo Mercado Común por Paraguay, embajador Antonio López Acosta, el flamante bloque adoptaba como nombre Mercado Común del Sur (Mercosur), decisión que respondía a dos motivos: por un lado, se dejaba en claro la posibilidad de incorporar después de un periodo de cinco años a cualquier otro país miembro de la Aladi –aunque para el caso chileno se preveía un plazo menor– y, por otro, se explicitaba lo que era el objetivo último que perseguía la integración, esto es, la creación de un mercado común”.

HITOS PRINCIPALES DEL MERCOSUR

No se puede desconocer que el Tratado de Asunción ha marcado un hito en las relaciones internacionales de la región. Más allá de nuestra condición de país sin litoral y de que aún persisten asimetrías y desafíos para el perfeccionamiento del bloque, cabe sin embargo resaltar algunos aspectos positivos de este proceso.

“Creo que el logro más importante del Mercosur fue su propia existencia”, sostiene al respecto el embajador paraguayo en Brasil, Juan Ángel Delgadillo, quien al ser consultado sobre cuál es a su criterio el logro más resaltante que ha obtenido el bloque en estas tres décadas, afirma que “si no existía el Mercosur había que crear un sistema que regulara el comercio entre Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, al igual como existe ahora en la Aladi, todo un sistema y una red de comercio que regula entre todos los países miembros”.

El Mercosur ayudó a la consolidación del proceso democrático en el Paraguay, y contribuyó mediante diferentes actividades y negociaciones a la capacitación del capital humano del país. Fortaleció la competitividad de la producción nacional, pues para acceder a los mercados de los demás socios las empresas tuvieron que dar un salto de calidad en los productos y estandarizar los procesos de producción. Actualmente, más del 50% del comercio internacional de nuestro país se realiza con el Mercosur y casi la totalidad de las exportaciones con valor agregado se realizan al Mercosur. La conclusión de las negociaciones con la Unión Europea y EFTA es un avance importante que cabe resaltar en cuanto a las negociaciones de acuerdos comerciales con países y grupos de países con los cuales el Paraguay, de forma independiente, no hubiese podido suscribirlos. Son importantes también los acuerdos suscritos con Israel, India y Egipto, así como las avanzadas negociaciones con Corea, Canadá y Singapur.

Para el embajador Delgadillo, quien en su momento fue uno de los coordinadores nacionales del Grupo Mercado Común (GMC), “un beneficio muy importante dentro del proceso de integración fue el de instalar el concepto de trato especial y diferenciado a favor del Paraguay, así como las asimetrías. Esto permitió que el Paraguay tenga algunas ventajas que son propias de la situación económica que tiene con relación a los socios y su situación geográfica. Ser un país en desarrollo y sin litoral de hecho tiene que enfrentar mayores desafíos y mayores costos para su comercio y eso prevaleció siempre en las negociaciones externas y dentro de las negociaciones del propio Mercosur”.

El reconocimiento de las asimetrías es un capítulo aparte, muy particular y de gran trascendencia para el Paraguay. Este reconocimiento dio origen a la creación del Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (Focem), como un fondo destinado a financiar proyectos que promuevan la convergencia estructural, el desarrollo de la competitividad y la cohesión social, así como el apoyo al funcionamiento de la estructura institucional y al fortalecimiento de la integración. Desde el inicio del Focem el monto total de los proyectos aprobados para los países del Mercosur ha superado los 1.000 millones de dólares, de los cuales el Paraguay se benefició con el 89% de los fondos.

A modo de ejemplo, el Focem ha contribuido al desarrollo de poblaciones vulnerables de frontera mediante la construcción de viviendas, centros de salud y equipamientos comunitarios, redes viales y energéticas, además de la inversión en infraestructuras sociales y la capacitación para la autogestión y el empleo en las comunidades. La concreción del proyecto de construcción de la avenida Costanera Norte, que beneficiará a miles de ciudadanos mejorando el acceso al centro de la capital de Asunción, con una circulación rápida, fluida y segura, es una muestra de la importancia del Focem.

En el primer trimestre del 2020, a poco de iniciarse la pandemia, el Mercosur aprobó un Programa Adicional del Focem de 16 millones de dólares adicionales para el proyecto plurinacional de “Investigación, educación y biotecnologías aplicadas a la salud”, destinado en su totalidad al combate coordinado contra el covid-19. Dichos recursos no son reembolsables y sin cobro de intereses financieros.

La integración ha posibilitado también la instalación en Paraguay del Tribunal Permanente de Revisión (TPR), órgano que convierte a Asunción como capital jurídica del bloque. Otra institución de relevancia, cuya sede también se encuentra en la capital paraguaya, es el Instituto Social del Mercosur.

DESAFÍOS

“El Mercosur es un bloque que aún busca su camino, extremadamente dependiente de la visión política de los gobiernos y, en su conjunto, poco comprometido con los objetivos iniciales. Su futuro dependerá del liderazgo de sus dirigentes y de su disposición a sacrificios en favor del grupo, especialmente en reforzar sus instituciones y cumplir los compromisos asumidos”, sostiene el embajador Rigoberto Gauto, ex viceministro de Relaciones Económicas e Integración.

“Hoy vemos nuevamente que las reglas comunes, las reglas multilaterales, dan garantías a países como el Paraguay. Mercosur debería seguir construyendo con base en lo que logró y, sobre todo, mejorar y perfeccionar lo mucho que aún necesita… Estamos aún lejos del ideal, pero no por eso debemos renunciar al sueño de construir juntos un lugar mejor para vivir”, sostiene el embajador Delgadillo.

Los grandes desafíos que tiene el futuro del Mercosur son básicamente su perfeccionamiento y adecuación a los nuevos tiempos, fundamentalmente porque se ha puesto en duda el valor del multilateralismo y el sistema de negociación por bloques.

IMAGEN POSITIVA

Es inobjetable que formar parte del Mercosur ha repercutido positivamente en la imagen de nuestro país, incentivando la atracción de inversiones y posibilidad de acceder con arancel cero a los mercados más importantes de Sudamérica, como lo son Brasil y Argentina.

CONCLUSIÓN

Los 30 años del Mercosur encuentran al Paraguay en un escenario difícil y lleno de complejidades. La aparición de un virus muy contagioso ha convulsionado la salud mundial y ha puesto en el escenario regional nuevas dificultades que ponen en tela de juicio principios integracionistas, que anteponen esquemas de “sálvese quien pueda”, prevaleciendo individualismos nacionalistas y factores de mejor desarrollo en aras de la protección de los conciudadanos.

En este complejo escenario es necesario más que nunca una apuesta firme al multilateralismo y la integración. Las ventanas de las oportunidades siguen abiertas. El tan mentado mundo globalizado, renombrado y reiterado exige la integración. La individualidad de los Estados con escasas oportunidades económicas como el nuestro, si no se integra, está condenada a perecer.

En conclusión, la integración regional es un imperativo, no una opción, y el elemento promotor es la complementariedad de recursos, capacidades y mercados de los Estados partes. Debemos capitalizar la gran potencialidad de nuestra región como productora de alimentos para el mundo. A pesar de los detractores y cuestionamientos, es válido sostener que la integración es una herramienta imprescindible de la cual el Paraguay no debe renunciar; en todo caso, deberá insistir en su perfeccionamiento.


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