El gobernador del departamento Central, Hugo Javier González, participó del programa “A punto” del canal GEN, donde habló sobre sus dos años de gestión y el orgullo que siente por el trabajo que se hizo. Precisó que el contacto que ya tenía con la gente facilitó la labor y valoró el trabajo en equipo de todas las secretarías.
“Asistimos a la gente en época de dengue, sequía, inundación, incendios, pandemia y vamos construyendo lo que siempre quisimos, el capital social”, expresó el gobernador de Honor Colorado y aclaró que todavía se necesita mucho en el departamento Central, que cuenta con la mayor densidad poblacional del país.
Consultado sobre las consecuencias de los temporales y cómo afectan a las ciudades del departamento Central, González indicó que trabajan sobre la base de los “territorios sociales” y como ejemplo comentó el trabajo que realizarán en Victoria V, en Ypacaraí, donde un arroyo arrasó con todas las casas de la zona. Así también, mencionó trabajos en San Antonio y Villa Elisa, donde colapsaron infraestructuras. “Prácticamente todo el departamento Central fue afectado”, indicó.
Seguidamente, agregó que la población asciende a 2.500.000 habitantes, producto de las migraciones del área rural que, a su vez, generaron grandes cinturones de pobreza, identificados durante estos dos años de gobierno. “Al venir bien de abajo sabemos que la gente necesita”, acotó.
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“ANR construye una mayoría para apoyar gestión del Gobierno”
“El Partido Colorado tiene una hoja de ruta muy clara, de construir y consolidar las mayorías en todos los segmentos para dar respaldo al gobierno de Santiago Peña”, indicó el secretario político de la Asociación Nacional Republicana (ANR), Juan Carlos Baruja, ante la intención de la oposición y medios de comunicación afines de instalar la campaña de supuesto copamiento de la nucleación en las diferentes instituciones y poderes del Estado.
“La mayoría consolidada permitirá que se aprueben los proyectos del Ejecutivo. No es un hecho menor de que nosotros vengamos sumando y construyendo una mayoría a diferencia de otros sectores que quieren instalar la palabra del copamiento, cuando en realidad es la construcción de una mayoría”, indicó Baruja ayer lunes en una entrevista con el programa “Así son las cosas”, emitido por el canal GEN y Universo 970 AM/Nación Media.
El también ministro de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH) puntualizó que la consolidación del Partido Colorado en los diferentes estamentos de poder se debe en primer lugar al trabajo electoral realizado en las últimas elecciones generales y la apertura para fijar acuerdos con referentes políticos pertenecientes a otros partidos y movimientos.
“Tenemos una mayoría importante en el Senado, prácticamente, luego de 9 años. Desde el año 2015 hasta julio del pasado año el Partido Colorado y, en particular, el movimiento Honor Colorado nunca tuvo una mayoría y no nos hemos quejado nunca del copamiento. Lo que hicimos fue trabajar para lograr tener una mayoría. Estos no son hechos aislados”, refirió.
Las declaraciones de Baruja surgieron tras realizar un análisis político de los resultados que arrojó la última Convención Ordinaria del Partido Colorado, el sábado pasado, en su sede partidaria, que permitió la integración consensuada de los diferentes espacios de poder y la reincorporación de dos senadores que militaban en la oposición, Patrick Kemper y Norma Aquino.
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Comunicación de Gobierno, esa pata floja de siempre
- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
Se ha extendido la creencia de que la comunicación puede ser manejada sin considerar su estatus de ciencia, despojándola de sus jerarquías epistemológica y metodológica como fundamentos para la reflexión teórica. Así que todos meten las manos en ella con impenitente osadía. Todos son “expertos” en la materia, incluso los más profanos.
Las consecuencias son naturalmente previsibles. Lejos de contribuir a romper los compartimentos estancos que dificultan la comprensión compartida de un mismo hecho, levantan barreras de interpretaciones equívocas, concediendo significados diferentes a una palabra o a un suceso. Esos encontronazos lingüísticos o divergencias semánticas provocan crisis y conflictos que podrían ser evitados con mensajes expresados en forma clara, pulcra y correcta. En los últimos años, mediante investigaciones de campo, la eficacia de los mensajes puede ser medida y cuantificada. Aun así, todavía existen personas que siguen confiando en la simple intuición o la casualidad de un éxito improvisado.
Una campaña construida desde la mala fe, sostenida por falsedades, contra cualquier gobierno, en un plano estrictamente político, puede ser fácilmente desmontada por una buena estrategia comunicacional. Una que reúna en sí los clásicos requisitos de la claridad, la honestidad intelectual, la sencillez y la oportunidad. Y que, al mismo tiempo, evite las agresiones verbales y el lenguaje de la descalificación ad hominem, y, al revés, la ausencia de dicha estrategia puede instalar fácilmente contenidos que desluzcan una gestión eficaz, minimizando o sepultando sus resultados.
La comunicación no es una asignatura más dentro de la administración temporal del Estado. Es la asignatura que une y complementa a todas las demás. De su práctica idónea (que incorpora la ética) dependerá el juicio del futuro. Debe ser siempre la representación veraz de lo bien hecho o de aquello por hacer con signos auspiciosos para la sociedad. El humo puede distraer a algunos por algún tiempo, pero son las obras, culturales y materiales, las que prevalecen en la memoria colectiva.
Vayamos a lo concreto. La creación de la Superintendencia de Jubilaciones y Pensiones es un imperativo constitucional, postergada por más de tres décadas. Pero hubo debilidades en la formulación de una comunicación cooperativa como eje integrador en la dialéctica acuerdo-desacuerdo. Es decir, no pudo evocarse en común un mismo concepto. Mientras desde el Gobierno se anunciaba que con esta normativa se buscaba precautelar los intereses de los trabajadores que cumplieron su ciclo laboral (las diferentes cajas tuvieron un manejo discrecional que ponía en peligro su sostenibilidad), desde la oposición y las corporaciones mediáticas de inocultable aversión hacia las actuales autoridades se instaló la agresiva campaña en contra de la presunta intención de manotear los recursos jubilatorios de parte del Estado. Al final, hubo modificaciones de fondo aportadas por el propio gobierno, situación que satisfizo las expectativas de quienes abogaban por la ley, pero que discrepaban en algunos de sus artículos. A los detractores de oficio ninguna corrección será suficiente.
Los consensos esporádicos o circunstanciales son posibles cuando los actores de los procesos deliberativos son capaces de someterse al peso de los argumentos fundados en la irrebatible razón. Y es ahí donde la comunicación vuelve a jugar un papel crucial, porque, como sostiene el profesor Jacques Gerstlé, del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de la Sorbona, “sin ella, la política sería imposible”. La elocuencia no es suficiente cuando el orador no consigue que el auditorio vea lo que sus palabras están describiendo. Esa es una habilidad comunicativa imprescindible para convencer y conmover. Salvo, claro está, que el fanatismo o los rencores se antepongan a las explicaciones con justificaciones lógicas.
De este hecho puntual el gobierno del presidente Santiago Peña podrá extraer lecciones para los días por venir. Ya ha demostrado que no es ajeno a los reclamos ciudadanos, cuando la razón es la guía de dichas acciones. Estoy convencido de que la transformación del país, para dar un salto cualitativo al progreso, precisará de otras leyes de alcance popular.
Dos senadores de la Asociación Nacional Republicana, provenientes del movimiento Honor Colorado, a mi entender, dieron dos pistas clave para escenarios posibles y similares: mayor socialización del tema (Gustavo Leite) y mejor comunicación (Silvio Ovelar). La democracia, hay que repetirlo para que alguna vez quede fijada en la mente de la clase política, es un régimen de opinión pública.
Y como tal, precisa de una comunicación que haga previsible los actos de gobierno, reduzca la tensión social y evite la innecesaria crispación ciudadana. La paz es la última residencia de este modelo de gobierno que hemos elegido para la convivencia pacífica y el destino compartido. Aunque todavía nos cueste asimilarlo. Buen provecho.
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“La paz es siempre el único camino”
El mandatario paraguayo, Santiago Peña, ofreció un discurso ayer ante el pleno de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Washington D.C., ocasión en que conmemoró el centenario de la Convención Gondra y abogó por la paz, la democracia, el respeto a los derechos humanos y una economía sostenible en el continente americano. Al respecto, afirmó que la Convención Gondra es un hito en el derecho público internacional, que desarrolló la solución pacífica de las controversias entre Estados como respuesta a la barbarie. Esta convención, aprobada en 1923, sentó las bases para el Pacto de Bogotá y marcó el compromiso del Paraguay con la paz como valor supremo.
“Es enormemente simbólico que recordemos la Convención Gondra, cuando vemos una vez más que lastimosamente triunfa el odio, la incordia y la violencia: fracasan las instituciones y se enseñorea el fantasma de la guerra, y las imágenes de Oriente Medio nos recuerdan lo peor de la naturaleza humana, eso nos duele y nos quiebra el alma”, puntualizó.
“Nuestro pasado nos indica que la paz, el idealismo, son la única vía en el concierto de las naciones; miremos ese pasado, saquemos fuerza del mismo, y apuntemos a un futuro mejor”, dijo el mandatario.
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¿Cuándo no? Siempre la Embajada
- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
En la primera semana de abril de 1982, Augusto Roa Bastos, el más universal de los paraguayos, ingresaba al país para inscribir en el Registro Civil a su hijo Francisco, de nueve meses. Venía en silencio. Casi en penumbras, apuntamos alguna vez, rehuyendo las estridencias de los reflectores que andan a la caza de estrellas y famosos. Pero llegaba precedido de una polémica generada a partir de su presencia en el Tercer Encuentro Internacional de Escritores que se había desarrollado en ciudad de México entre el 22 y 28 de febrero de ese mismo año.
La razón del escozor en algunos de sus colegas es que una agencia de noticias atribuyó al autor de “Yo el Supremo” que “la única literatura que existe (en Paraguay) es la folletería”. Decide enviar una “carta al director”, solicitando su descargo al periódico (el ya desaparecido Hoy, en su versión impresa), que reaccionó con fuertes críticas por aquella supuesta expresión. Ese mismo día (lunes 12 de abril), Abc Color publica una entrevista –casi biografía– con el título: “Desde hace unos días está en Asunción Augusto Roa Bastos”.
El mundo cultural explota, enviando, colateralmente, fuertes coletazos al régimen político de entonces. La del dictador Alfredo Stroessner. Ya no puede evitar la avalancha de periodistas –muchos de ellos amigos o amigas de él– y monopoliza todas las revistas que incorporan los diarios los fines de semana. Pero, sobre todo, una juventud expectante y ansiosa empieza a organizar encuentros en colegios, universidades y centros culturales. Siempre con la cautelosa presencia de los pyrague o espías del Departamento de Investigaciones que, cámara fotográfica y grabadora en manos, se mimetizaban en hombres de prensa.
La dictadura registraba todas sus actividades buscando un pretexto para adoptar alguna medida represiva: o apresarlo o expulsarlo. Sin embargo, Roa, sereno y sobrio, solo hablaba de lo que más le gusta: una literatura que hunde sus raíces en el infortunio y la tragedia de nuestro pueblo. Nada que apuntara directa y explícitamente al corazón de la dictadura. Entonces, la Embajada de Estados Unidos en Asunción le proveyó los argumentos para fundamentar su segundo exilio (el de Roa). Y la tarde del 30 de abril de 1982, un auto se detiene frente a la casa de su hermana donde estaba residiendo, y sin tiempo para juntar siquiera sus pertenencias, es alzado en el vehículo y tirado al otro lado del río, más precisamente, en Clorinda. En ese trayecto recordaría posteriormente el escritor, “nunca la parquedad paraguaya rayó más alto y al mismo tiempo llena de ‘suspense’”.
El 2 mayo, quien ejercía en aquella época el cargo de ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, declaró escuetamente que “fue expulsado por sus ideas bolcheviques, ultramoscovitas, y por intentar adoctrinar a la juventud del país con dichas ideologías”. El subsecretario de Informaciones y Cultura de la Presidencia de la República, Aníbal Fernández, fue el que se extendió sobre las causas de la expulsión: “Nosotros tenemos que salvaguardar la paz de la Nación, porque sabemos que esos que ahora miran con simpatía al marxismo serán los que golpearán sus cabezas contra el muro de los lamentos si por desgracia alguna vez deben vivir bajo el yugo de ese régimen”. Y remata: “Roa Bastos es un comunista peligroso en la línea de Oscar Creydt”.
Y para demostrar que Roa Bastos era “comunista” alegaron que había viajado a Cuba, en la década de los 60. Tal versión es desmentida por el mismo escritor y en el mismo diario Hoy. Édgar L. Ynsfrán, antecesor de Montanaro, corrobora la defensa de Roa en una carta personal que es publicaba por el semanario católico Sendero, en la cual el firmante asegura que “en el período de 1956-1966, jamás apareciste como afiliado al Partido Comunista Paraguayo; hasta mi retiro del Ministerio del Interior en 1966, no se tenía viaje alguno que hubieras hecho a Cuba”. El encargado de refutar a Ynsfrán fue el subsecretario de dicha cartera de Estado, doctor Miguel Ángel Bestard. Y lo hace exhibiendo (aquí entra la mano del imperio) “una fotocopia correspondiente a una de las hojas de un documento expedido por la Embajada de los Estados Unidos de América, en la cual consta que Augusto Roa Bastos viajó a Cuba en los años 1964 y 1968 y otra fotocopia del periódico Unidad Paraguaya, órgano del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo, donde se publica un artículo relativo a Roa Bastos”.
Como corresponde, Roa Bastos reclama una explicación a la representación diplomática de los Estados Unidos en nuestro país sobre el documento que tenía la inscripción “Secret”. La directora de la Agencia de Comunicación Internacional de la Embajada norteamericana, Donna Oglesby, se limitó a responder: “No hay comentarios que hacer”. La rectificación solicitada por nuestro escritor jamás llegó. El embajador de entonces, Arthur H. Davis, por su lado, declaró que nada tenía que agregar “al informe de Donna Oglesby”. De nuestra parte, solo nos queda repetir la misma respuesta en cuanto a la grosera y sistemática injerencia del país del Norte en cualquier parte del mundo: “Sin comentarios”. Buen provecho.