• POR GUILLERMO SOSA
  • Comentarista

Las oportunidades son valiosas e importantes, especialmente si se trata de trabajo y empleo.

Esta es una pandemia de dos caras; una de salud y otra eco­nómica y social.

Hoy en día, en lo económico y social debería prevalecer la consigna de cuidar al máximo los empleos actuales y todas las políticas públicas deberían ser redireccionadas hacia el man­tenimiento y, sobre todo, a la creación de nuevos empleos.

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Eso es posible. Se pueden gene­rar nuevos empleos porque la crisis de salud ha establecido parámetros que, por ejemplo, abren las puertas a programas y proyectos de sustitución de importaciones. La mayoría de los países han prohibido o regu­lado fuertemente la exporta­ción de insumos médico-hos­pitalarios y países como el nuestro fuertemente impor­tadores deben cambiar 360 grados su estrategia y empe­zar a fabricar en nuestro país los productos que la industria sea capaz.

Tapabocas, batas, gorros, cubrecalzados, mamelucos, pueden ser fabricados en el Paraguay y fácilmente. No sola­mente industria de confeccio­nes, sino también fábricas de gafas, máscaras protectoras y, por qué no, respiradores y camas hospitalarias.

Los hospitales y centros de atención demandan personal idóneo. Si se necesita personal sanitario especializado en aten­der pacientes de alta compleji­dad, esto crea oportunidades para capacitar profesionales y abrirles las puertas al empleo.

Esta segunda faceta de la pan­demia, en el caso económico como epicentro en el empleo, debe tener coherencia de parte de las instituciones y funciona­rios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda enfáticamente a los países rea­lizar test masivos. Sin embargo, en nuestro país el Laboratorio Central del MSPyBS no está otorgando permisos, a la velo­cidad requerida, a las empre­sas y laboratorios privados para importar los kits de análisis.

Un caso real es la experien­cia de una empresa, que nos muestra lo que debemos ajus­tar. Esta empresa cuenta con 50 máquinas de coser y se dedi­caba a fabricación de ropa para escolares. Se quedó sin ventas a consecuencia de la pande­mia; decidió cambiar de rubro, comenzar a fabricar tapabocas y batas hospitalarias. Publicó en las redes sociales un afiche para contratar costureras. Inmediatamente recibe el lla­mado de un supuesto funciona­rio de la Dirección de Vigilan­cia Sanitaria (Dinavisa), que le indica que debe interrumpir el proceso de contratación de las mismas debido a que la empresa no cuenta con habilitación y los productos que quiere fabricar carecen de registro sanitario. El empresario ya había iniciando los trámites de habilitación contratando un regente para el efecto.

Al mismo tiempo, se abocó a contratar costureras y tienen registradas a 300 personas interesadas. La primera exi­gencia de Dinavisa para otor­gar la habilitación consiste en la presentación del plano del esta­blecimiento y contratación de un arquitecto “habilitado” por dicha institución.

El Ministerio de Industria comunicó hace dos semanas que había tramitado un “canal verde” para habilitación y regis­tro rápido de estos productos, el que hasta la fecha habría habi­litado a una sola fábrica auto­matizada, sin mayor generación de mano de obra. La exigencia y rigurosidad en la expedición de registros sanitarios de parte de Dinavisa se justifica plena­mente en época de paz. Pero en una situación de emergen­cia mundial, como la que esta­mos viviendo, es un contrasen­tido inoportuno.

Vencer a la pandemia del COVID-19 requiere del esfuerzo, responsabilidad y conciencia humanitaria de todos. La ineptocracia y la clep­tocracia serían nuestros peo­res enemigos y nos haría perder esta “guerra”.

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