Dentro de siete días Argentina tendrá un presidente electo. Un total de 33.841.837 ciudadanas y ciudadanos están legalmente habilitados para elegirlo, informó la Cámara Nacional Electoral. En las presidenciales del 2015 votó el 80,77% del padrón. La media histórica. Además del jefe de Estado, la ciudadanía también elegirá un vicepresidente, 24 senadores y 130 diputados nacionales. Para ganar sin balotaje, la ley exige que el triunfador obtenga, por lo menos, el 45% de los votos, o más del 40% con más de 10 puntos de diferencia a su favor respecto de quien resulte segundo. De ser necesario un segundo turno comicial este año, se habrá de realizar el venidero 24 de noviembre.
POR RICARDO RIVAS
Corresponsal en Argentina
Seis son las fórmulas que –luego de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se desarrollaron el 11 de agosto último– habrán de competir en los comicios del próximo domingo 27 de octubre. La oficialista, integrada por Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto; la del Frente de Todos, con Alberto Fernández y Cristina Fernández; Consenso Federal; que lidera Roberto Lavagna, acompañado de Juan Manuel Urtubey; Nicolás del Caño con Romina Plá, por el Frente de Izquierda y los Trabajadores; José Luis Espert junto con Luis Rosales, Frente Despertar, y Juan José Gómez Centurión con Cynthia Hotton, por el Frente UNOS. Sin embargo, solo dos, la peronista Frente de Todos, con Alberto F., y la oficialista Juntos por el Cambio, que encabeza Macri, especialmente la primera, son las que tienen más posibilidades de quedarse con el mayor porcentaje de la voluntad popular.
La totalidad de las encuestas que se difunden cada día señalan como poseedora de la mayor intención de voto a Frente de Todos, en un cuadro de enorme polarización que, de mantenerse en los niveles que reportan esas compulsas, será el más alto desde hace poco más de dos décadas. Ninguno de los trabajos de investigación estima que la diferencia a favor de Alberto Fernández será menor del 15% ni mayor del 24%.
El consultor y académico Ricardo Rouvier, en diálogo con este corresponsal, después de consultar telefónicamente a 1.200 personas sostiene que “el binomio integrado por Alberto y Cristina lidera con claridad las preferencias expresadas por el electorado y supera por 18 puntos a la dupla Macri-Pichetto”. Agrega el especialista que “si se proyectan las respuestas de quienes se manifiestan como indecisos, el Frente de Todos supera el 52%, en tanto que Juntos por el Cambio se mantiene en torno al 34%”.
“Detrás se ubican Consenso Federal, con Roberto Lavagna, en 7,6%, y luego, con bajos guarismos, los otros tres candidatos”, añadió Rouvier, quien destacó que “con estos resultados queda totalmente descartada una segunda vuelta. El domingo 27 de octubre habrá un nuevo presidente en la Argentina”, concluyó.
Otros analistas y académicos que prefirieron mantener sus identidades en reserva, con marcada visión crítica sobre la situación y apoyándose en las compulsas realizadas por una decena de consultoras, destacan “como preocupante” que “en promedio, casi el 54% de la ciudadanía tiene valoración negativa de los candidatos”, que “cerca del 12%, cuando son requeridos, dice no conocerlos o que no saben de ellos o prefiere no responder”, por lo que sostienen que “no son buenas señales sobre lo que opinan sobre las élites”. Coinciden en señalar que “en ese contexto no aparece como positiva que la media de valoración de los candidatos y candidatas se ubique en torno al 42%”.
El politólogo Luis Tonelli, académico de larga trayectoria en este país y en universidades europeas, sostiene que “la elección de un nuevo presidente puede ordenar un tanto el cuadro de situación política en la Argentina”, aunque resalta que “se percibe algún grado de incertidumbre, tanto en la sociedad como en el establishment, ante la posibilidad de que un eventual triunfo del Frente de Todos, como lo insinúan las encuestas, dé lugar a múltiples tensiones en el futuro oficialismo como consecuencia de una conducción bifronte, como miradas sustancialmente distintas entre quienes tengan que definir, generar y aplicar políticas públicas posibles para resolver la crisis”.
Consultado acerca de si las históricas crisis recurrentes que padece la Argentina son emergencias que dan cuenta de los avatares de un ecosistema social alterado, Tonelli responde que “la situación es la menos deseable porque genera una enorme volatilidad que, en no pocos casos, roza la hipocresía o la crueldad”.
¿CONVERGEN O DIVERGEN?
De hecho, mientras Alberto Fernández una y otra vez asegura “queremos pagar la deuda” y envía a Sergio Massa, el primero de los candidatos bonaerenses a diputados nacionales, para que en Wall Street repita esas palabras, la candidata a vicepresidenta Cristina Fernández, en sus dos últimas apariciones públicas, advirtió que “vamos a tener que saber en qué se fue la plata del endeudamiento que se ha tomado en estos años”. No desmiente ni niega las afirmaciones de Alberto, pero queda claro que la intención expresa de una eventual judicialización de la deuda, “para saber”, supone la intervención de un Poder Judicial independiente que podría disponer del diferimiento de las obligaciones asumidas con los acreedores.
¿Cuál es la complejidad que importa el endeudamiento argentino? El analista Salvador di Stefano, que lidera la consultora Salvador di Stefano & Asociados, durante un coloquio organizado por la revista Fortuna días atrás, sostuvo –apoyado en datos oficiales– que “la deuda corresponde a casi 80 puntos del PIB”, estimado por el Fondo Monetario Internacional (FM) en unos US$ 460.000 millones.
Sin embargo, advirtió que, en realidad, si se descuentan las deudas intra-Estado y con los organismos multilaterales, “la verdadera deuda es de US$ 210.000 millones”, por lo que afirmó que “el nivel de deuda argentina es muy bajo”.
“Si uno toma (como objeto de análisis) la deuda en el mundo, se aprecia que Europa tiene un endeudamiento de 250% del PIB, al igual que Estados Unidos y China”, añadió Di Stefano, quien en ese contexto resalta que “Argentina no está en el top 30 de los países más endeudados”. Con esa argumentación, el especialista aseguró que “es la primera vez que ve que un país entra en default con una deuda como la que registra la Argentina que, además, no tiene déficit fiscal primario y la mayor parte de esa acreencia la tiene tomada al 4% anual con el FMI”. Definitivamente, sentenció: “No es explicable”.
HISTORIA COMPLEJA: DEUDA, POBREZA…
El gobierno que viene asumirá cuando los indicadores de pobreza, indigencia y desempleo se muestren en crecimiento. El Indec (Instituto Nacional de Estadística y Censos) reporta que la pobreza alcanza al 35,4% de la sociedad y que la indigencia afecta al 7,7%. En total, 15.800.000 personas son pobres, en tanto que 3.100.000 se encuentran en la indigencia. El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que lidera Agustín Salvia, estima que, para cuando concluya el presente año, “aumentarán nuevamente estos indicadores y la pobreza se ubicará cercana al 38%”.
Por su parte, el más reciente informe del Indec sobre el mundo del trabajo da cuenta que la desocupación alcanza a 10,6% de la población activa, en tanto que la subocupación se ubica en 13,1%. Los niveles más altos verificados en los últimos cuatro años.
En el plano económico y financiero, desde el primero de los días de enero de 1970, la Argentina tuvo cinco signos monetarios diferentes. Desde aquella fecha, el que entonces era un peso fue empujado 13 dígitos a la derecha. Hoy, nominalmente, aquel peso es $ 0,0000000000001.
Entre 1992 y comienzos del 2002, la economía argentina fue dolarizada. $ 1 equivalía a US$ 1. En los primeros días de ese año, esa paridad en el tipo de cambio –por disposición del presidente designado por la Asamblea Legislativa, Eduardo Duhalde– se ubicó en $ 1,40 por cada dólar. Diecisiete años más tarde –por estos días–, cada dólar cuesta poco más de $ 61.
Entre 1982 y 1983 se suspendieron los pagos de la deuda externa. Entre 1986 y 1991, las situaciones de mora y sucesivas refinanciaciones fueron constantes. En el 2001, el entonces presidente Adolfo Rodríguez Saá, ante la Asamblea Legislativa, formalmente declaró el default. Fue ovacionado por la Asamblea Legislativa, cuyos integrantes –sin distinción ideológica– aplaudieron de pie aquella decisión. La historia da cuenta que se ejecutaron programas económicos conservadores, liberales, desarrollistas, socialdemócratas, keynesianos, estatistas, neoliberales y populistas. Fueron fuentes de financiación constante la totalidad de los organismos multilaterales, el Club de París, los mercados voluntarios.
No son datos menores. Cada una de aquellas operaciones políticas tuvo alto impacto en el conjunto social, dejó huella, generó habitus en el sentido que lo propuso Pierre Bourdieu e indujo a prácticas sociales de supervivencia que se prologaron y mantienen en el tiempo. La ciudadanía argentina no descree porque sí.