- POR ÓSCAR TUMA
- COMENTARISTA
El rating de la TV Cámara y de los programas de espectáculos se dispara por los cielos cuando llegan las sesiones del Congreso, que tienen más entretelones que lo ocurrido con Luis Miguel en esa desenfrenada fiesta llevada a cabo en el Hotel Faena de Buenos Aires. Los sucesos que salen a la luz pública son dignos de observar atentamente porque terminan siendo espectáculos tragicómicos, generando la burla y la ira al mismo tiempo de la ciudadanía, que tildan a las mismas de vergonzosas.
Los escándalos no paran, siendo el último el que se generó días atrás entre el senador Paraguayo Cubas y el presidente de la cámara, Silvio Ovelar, cuándo este último autorizó a la senadora María Eugenia Bajac a dirigir una oración para todo el pleno de la Cámara de Senadores, en plena sesión. Esto molestó con justa razón al senador Cubas, que trataba de recordar al presidente que tenemos un Estado laico.
Es importante no olvidar el alcance de lo que significa Estado laico, el cual afecta de forma directa al Congreso, por ser uno de los poderes del Estado. Soy cristiano, pero tengo que decir que lo ocurrido está fuera de lugar, sobre todo teniendo presente que los senadores juraron respetar la Constitución.
El presidente del Congreso olvidó el alcance del artículo 24 de la Constitución Nacional, que claramente establece el Estado laico que nos rige como país, independiente de cualquier organización religiosa al cual pertenezcan las autoridades. En un sentido laxo, un Estado laico es aquel que es neutral en materia de religión. Más claro agua. Los senadores violaron la Constitución.
Me pregunto qué hará ahora el presidente de la cámara, el senador Ovelar, si alguno de los senadores, por ejemplo, le solicita leer el Corán, libro de la religión musulmana que contiene las revelaciones que Dios hizo a Mahoma, o llevar adelante un acto religioso de cualquiera de estas religiones como el judaísmo, hinduismo, bahaísmo, islam, taoísmo, sintoísmo, budismo, sijismo, brahmanismo o el jainismo. Lo claro y concreto es que por sobre nuestras creencias religiosas debemos respetar lo que establece la norma, más aún cuando nos encontramos ejerciendo la representación de todos los paraguayos.
Espectáculos como el ocurrido justifican el malestar ciudadano contra la clase política, que ya no está de acuerdo con la famosa frase del difunto ex senador Julio César Fanego, quien en el 2005 manifestó: “El político es un mal necesario”. Hoy los ciudadanos con justa razón levantan su furia contra los malos políticos y, sobre todo, contra los corruptos, y desean algo diferente, desean que tengan conducta, que sean honestos y que respeten la norma. ¡Hoy los malos políticos no son necesarios!
Es hora de que los parlamentarios respeten la ley porque si ellos que tienen la representación ciudadana no lo hacen, tampoco el ciudadano común –al decir del diputado Portillo– está obligado a hacerlo. Y más que nunca me viene a la memoria la frase de George C. Lichtenberg “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Por eso estamos como estamos.
La próxima, oren desde su curul en silencio, sin hacer un espectáculo, y cumplan con sus obligaciones.