- Por Felipe Goroso S.
Al igual que la política, narrar una historia es de las primeras actividades que hicimos los humanos desde que comenzamos a caminar más o menos erguidos sobre el planeta. Probablemente la primera haya aparecido un poco antes, cuando los cavernícolas decidieron tener a un líder. Así sea a garrotazos, pero de alguna manera estaban dirimiendo quien debería predominar y quien finalmente terminaría expulsado y solo. Un poco después, cuando empezaron a garabatear en la tierra o con las primeras pinturas rupestres, fue cuando iniciaron el proceso de contar sucesos. Luego vino la palabra, la narración oral, los discursos y ya nada detuvo a nuestros antepasados.
Dato mata narrativa, se escucha con histérica frecuencia. Debería de llamarnos la atención que, actores que dicen dedicarse a la política o la comunicación minimicen el acto de narrar con una simpleza y facilidad solamente digna de la tabla del uno. De hecho, es una profunda contradicción, ya que saber narrar es parte esencial de la política y ni que decir de la comunicación. Pero ojo, está visto que se puede seguir en ambas actividades sin saber hilar una buena historia. Tal vez con inusitada y penosa frecuencia. Eso sí, no se pasará de ser uno más del montón. Una buena narrativa que proporcione el marco de discusión que nos interesa y que responda a nuestra estrategia es lo que hace la diferencia. Más aún en un mercado político como el paraguayo que en su mayoría prefiere restarle valor.
Sin embargo, la realidad es que los datos por sí solos no matan un carajo. Hay que tener en cuenta que cuando se da un mensaje, no somos los únicos en emitirlos. Miles de millones de elementos, plataformas, medios y emisores que compiten por llegar al corazón y cerebro (lugares donde se toman las decisiones) del receptor. Luego, si lo que se pretende es generar atracción, diferencial y capacidad de recordación, lo que menos hay que hacer es lanzar solo datos o cifras, por más beneficiosas que en un primer vistazo puedan parecer que ayudan a nuestros objetivos. Una tabla de Excel, un Power Point, una gráfica de barras, un cartel o spot con miles de números, no emocionan ni nunca lo harán. No movilizan, y en la comunicación política eso es lo que se busca.
Todas esas cifras, cálculos matemáticos, porcentajes y demás, pasarán al olvido a la siguiente milésima de segundo de la persona a la que apuntamos. Son elementos fríos per sé. Más allá del título de este Contexto, a los datos hay que darles superlativa importancia, son el ingrediente fundamental para armar un buen relato. Ahora bien, hay que revestirlos de la narrativa más potente y emotiva que se pueda lograr, gracias a un trabajo de asesoría profesional. Y se precisa de mucha disciplina para repasarla una y otra vez, hasta que el emisor se encuentre compenetrado de que se está en el camino correcto.
Lean y escriban y háganlo en abundancia. Busquen un asesor y una vez que lo tengan, déjense asesorar. Valoremos el bello acto de narrar una buena historia. No es fácil, no lo hace cualquiera, pero una vez que se lo encuentra podrán sentir la diferencia que les genera de manera positiva entre ustedes y el segmento de la población, ciudadanía o electorado al cual se dirigen y quieren que su mensaje le llegue al corazón. Y, por último, pero no menos principal: desconfíen de quienes le den más importancia a un gélido dato antes que a una buena y bien elaborada narrativa que emocione. Peor, si los mismos dicen dedicarse a la Comunicación Política.
Todas esas cifras, cálculos matemáticos, porcentajes y demás, pasarán al olvido a la siguiente milésima de segundo de la persona a la que apuntamos. Son elementos fríos per sé.
Una tabla de Excel, un Power Point, una gráfica de barras, un cartel o spot con miles de números, no emocionan ni nunca lo harán. No movilizan, y en la comunicación política eso es lo que se busca.