El diputado Mauricio Espínola tiene un problema, al menos uno que se puede citar hoy: su impenitente capacidad para ser aburrido, tedioso y repetitivo. Si tiene un asesor, seguro que es el oso perezoso de Zootopía.
Previsible, poco creativo y cada vez más solitario. Desde luego, al ser como era: un apéndice de Marito, (al que incluso le imitaba su forma de hablar) su total ausencia de identidad, terminó quedando aislado como en un botellón de hospital.
Ayer jueves apareció en las redes con una caradurez extraordinaria a reclamar sobre la cantidad de jóvenes que fueron reingresados a Itaipú y los pocos que fueron reprobados. ¿Qué quería Espínola?, ¿que fueran reprobada la mayoría e ingresados los menos? Es el mismo que hace tres semanas se quejaba por la intervención sobre el acceso a los ingresantes por la razón justa y necesaria de revisar todas las pruebas.
O sea, el mismo que se quejaba porque fueron despedidos es quien hoy se queja porque son readmitidos. Si no fuera tan estúpido, hasta parecería un chiste.
En cuanto a los 20 casos, que el “ilustre " diputado considera muy “poquitos casos”, el diputado debe saber que los mismos representan la violación a la integridad del proceso y del sistema informático, provocando un rotundo daño institucional. Y los funcionarios, aplaudidos por el gobierno donde Espínola era “apéndice e imitador” de su presidente, que provocaron este desastre que obligó a las autoridades a generar tan drástica medida, tales funcionarios son los mismos que fueron sumariados y terminarán destituidos por su mala gestión institucional.
Es difícil explicar a Espínola lo que significa la transparencia, porque viene del gobierno que metió la mano en la lata durante el dolor de la pandemia, pero por lo menos quedará el tratar de explicarle que recuperar a la Itaipú Binacional, una de las empresas más estratégicas del Paraguay, de las garras de la corrupción y el sectarismo, no es una misión sencilla. Conlleva paciencia, actitud y capacidad de soportar la crítica de los medios que lucraron con millones del bolsillo publicitario de la binacional y hoy, apartados de la plata dulce, empiezan a ver mal todo lo que se pretende hacer.
El despido masivo de los ingresantes, cuyas pruebas debían ser revisadas, era inevitable; entonces, porque coincidía con el fin del periodo de prueba, no apartarlos para proceder a la revisión suponía el riesgo de terribles procesos judiciales y burocráticos. Tomarse el tiempo para generar una auditoría seria permitió dar con la clave de lo que ocurrió. Los reingresantes, que fueron 165, se corresponde exactamente con el número de personas que rindió y aprobó todos los exámenes. Los que quedaron afuera ingresaron mediante alguna matriz irregular (de varias existentes) que hizo evidente la situación de amaño.
Volverán las oportunidades y las nuevas pruebas seguramente, pero ya no hechas por el sectarismo de los amigos del diputado Espínola que condenaron a muchos jóvenes a esos sobresaltos.
El que no se va a rectificar es Mauri, porque, además, no cambia nada si sigue equivocándose, es lo que siempre hizo y es lo que mejor le sale.
Tomarse el tiempo para generar una auditoría seria permitió dar con la clave de lo que ocurrió.
Es difícil explicar a Espínola lo que significa la transparencia, porque viene del gobierno que metió la mano en la lata durante el dolor de la pandemia.