• Por Josías Enciso Romero

Fracasaron en sus repetidos intentos por enjuiciar políticamente a la entonces fiscal general del Estado, Sandra Quiñónez. Cadenas mediáticas, periodistas funcionales a los intereses de sus patrones, parlamentarios de la oposición y algunos que respondían a las directivas del presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Era el garrote final que les faltaba para aplastar a sus enemigos políticos, después del mamotreto de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad), que fue filtrado por el propio Gobierno a dos diarios: Abc color y Última Hora. El calificativo de “fulminante informe” era la confirmación de que ambos periódicos trabajan en sintonía. En el pasado ya hemos exhibido cómo se copian textualmente los títulos de tapa. Con los hechos a la vista, es dable pensar que la matrona de la calle Yegros es la que lleva el ritmo de la batuta. Parece que el jefe del clan del perrito faldero anda más preocupado por trazar triángulos, marcando sus territorios en zonas fronterizas que los muchachos andan todos por su cabeza. Se cumple así, según aportes de mi vecino, don Cecilio, la recomendación del fundador de aquel diario que nació “con fe en la plata”: “Si no sabe, copie, compañero”.

Fracasaron en su campaña para que al avión iraní arrastrara al enemigo número uno de este conglomerado mediático-político-gubernamental. Pusieron en boca de sus entrevistados lo que ellos –los periodistas– querían que dijeran. Las contradicciones entre los titulares y el texto eran de antología. De colección, de cómo no hay que hacer periodismo. Las palabras “podría”, “sería”, “estaría”, convertidas en tinta de panfleto, se transformaban en certezas absolutas. Las oraciones condicionadas, por magia del redactor o editor, asumían la categoría de afirmaciones irrebatibles. Pasó lo mismo cuando quisieron contaminar las elecciones de dos ministros que debían cubrir vacancias por renuncias en el Tribunal Superior de Justicia Electoral. El que se autoproclamó como el “Lula paraguayo”, Efraín Alegre, aseguró, como si tuviera pruebas irrefutables, que el actual presidente de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana, Horacio Cartes, estaba “distribuyendo 500.000 dólares por cabeza” para sobornar a los miembros del Consejo de la Magistratura, para ubicar en la máxima instancia electoral a “uno de sus leales”. Nada de eso pasó.

Y las infamias quedaron impunes. Al final, la Cámara de Senadores designó a un liberal (César Rossel) y Jorge Bogarín (ligado al Frente Guasu, aunque él mismo se declaró independiente). Pero las campañas sucias, lejos de darse por derrotadas, seguían gozando de buena salud. Y de nula vergüenza.

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Bueno, no todo fue fracaso. Tuvieron una victoria pírrica cuando el TSJE, por mayoría, decidió que en las internas de la Concertación Nacional opositora se utilice el Registro Cívico Permanente o Padrón Nacional, que incluye a los afiliados al coloradismo. Era la única manera de que los partidos y movimientos menores se aliaran al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), creyendo vanamente que los republicanos en masa iban a votar por ellos. Los escuálidos resultados se encargaron de desmentir rotundamente tan peregrina suposición. En ese ínterin, tanto las cadenas periodísticas de Natalia Zuccolillo como de Antonio J. Vierci, rebenque en mano, fueron jinetes de los sucesivos caballos del comisario (primero Hugo Velázquez y, luego, Arnoldo Wiens) y del mismísimo comisario, Mario Abdo Benítez, quien ya se declaraba anticipadamente que iba a ser el “próximo presidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado”. Pero las urnas les dijeron nones. Igual estrategia e igual resultado para las generales: la rueda de la voluntad popular les cantó “colorado el 1″.

Ahora levantan polvareda por cualquier cosa. Es una cortina de distracción para que el público, a fuerza de martillazos, se olvide de la tragedia y corrupción que representó el gobierno de Abdo Benítez y que sus medios aliados jamás se animaron a denunciar. Como mínimo, son cómplices por omisión. Que el “copamiento” de las cámaras de Diputados y Senadores; que el “equilibrio de poderes está en terapia”; que “casi ninguno de los ministros designados por el presidente electo está a la altura de sus cargos”; que “señales de poder absoluto”; que “bomba de tiempo”; que los “senadores cartistas blindan a Erico Galeano”… Hay que armar escándalo antes de que asuma siquiera Santiago Peña. No soportan que el descrédito haya carcomido sus entrañas y perdieran en todos los frentes y todas las batallas. La consigna es clara, hasta para los más ingenuos: Peña tiene que fracasar. Y una buena técnica es sembrar discordias inexistentes: “Blindaje a Erico en manos el cartismo y ‘opositores’ (entre comillas)”; “Cartistas ningunean a Santi y blindan a Erico” (o sea, ya no será desaforado). Pero, había sido, no era tanto: “Cartistas buscarán dilatar desafuero de Erico Galeano”. Y, finalmente, un título digno de Perogrullo: “En manos del Senado el desafuero de Erico”.

Tanto el electo mandatario, Santiago Peña, como el líder de Honor Colorado en la Cámara de Senadores, Basilio Núñez, fueron suficientemente explícitos al respecto: Erico Galeano debe ponerse a disposición de la Justicia. Pero había trámites que cumplir: que el pedido pase a la comisión de Asuntos Constitucionales a los efectos del dictamen correspondiente para que, posteriormente, sea tratado en el pleno. Sencillo. La idea es instalar una falacia como verdad. No importa que las mentiras tengan cada vez menos adeptos. Al parecer, este trastorno que mezcla narcisismo con histrionismo no tiene cura. Porque no buscan enderezar sus conductas, a pesar de los reiterados fracasos mediáticos y derrotas electorales. Todavía permanece una raleada legión que cree en la vieja sentencia de Francis Bacon: “Calumnia con audacia, siempre algo queda”. Luego la plagió Joseph Goebbels. Como diría don Cecilio, imitando a Minguito: “¿Qué le vamo ser?”.

En el pasado ya hemos exhibido cómo se copian textualmente los títulos de tapa. Con los hechos a la vista, es dable pensar que la matrona de la calle Yegros es la que lleva el ritmo de la batuta.

La consigna es clara, hasta para los más ingenuos: Peña tiene que fracasar. Y una buena técnica es sembrar discordias inexistentes.

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