En esta campaña elec­toral, rumbo a las elecciones generales del 30 de abril, probable­mente más que en ninguna de las otras anteriores se están jugando una multipli­cidad de elementos. Varios de ellos son externos, algu­nos optan por jugar abierta­mente y de manera desembo­zada, tal vez por las ínfulas que se les da desde algunas de nuestras autoridades; otros prefieren hacerlo de manera más solapada.

Winnie the Pooh es un tierno osito amarillo, nacido de la pluma del escritor Alan A. Milne, al que le encanta la miel. Al parecer, sin embargo es también un peligroso sím­bolo político, al menos según el régimen chino, que ha des­plegado todo el poder de su censura online contra el per­sonaje de ficción. ¿El motivo? Nunca ha sido explicado ni mucho menos aceptado ofi­cialmente. Lo que publican medios como el Financial Times es que la censura data de por lo menos diez años cuando en el año 2013 el entonces presidente de Esta­dos Unidos, Barack Obama, visitó China y se reunió con Xi Jinping. Una de las fotos del encuentro inmortalizó a ambos durante un paseo, y en las redes sociales la imagen fue comparada enseguida con la del osito y su amigo Tigger. El régimen chino reaccionó entonces tratando de prohibir en la red un meme que ame­nazaba con volverse viral. En Sina Weibo, lo más parecido al Twitter chino, así como cualquier vídeo que repro­dujera su imagen en la apli­cación de mensajería instan­tánea WeChat y en miles de blogs donde se hacía alusión al osito ya fueron tumbados por el régimen de Xi. Donde sea que se nombre a Winnie the Pooh se devuelve al usuario chino con el mensaje de “este contenido es ilegal”. Según informa el Financial Times, que la consultora política Global Risk Insights nom­bró “imagen más censu­rada del 2015 en China” la mezcla de una foto de Xi, de pie en un coche, durante una parada oficial, con un dibujo del osito en un vehículo de juguete.

Hay innumerable bibliografía que muestra con lujo de deta­lles como el Partido Comu­nista Chino “seduce” a los partidos políticos en América Latina. Se habla de la silen­ciosa manera en la que China fue incrementando su presen­cia, poder e influencia en lo que siempre fue visto cómo el patio trasero del mundo desa­rrollado. Cuestión de leer un poco para ver cómo el gigante asiático sabe ofrecer su muy apetitoso mercado de con­sumo y cómo a la par va ejer­ciendo una especie de tenaza que termina acogotando todo el sistema público y privado de los países donde se instala. Y es que hay ser demasiado inocente para creer que un régimen de las caracterís­ticas de Xi Jinping lo hace sin intereses geopolíticos y estratégicos. En este punto, es conveniente recordar a Lord Palmerston quién fue el que por primera vez acuñó la frase «Las naciones no tienen amigos ni enemi­gos, solo intereses».

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

El candidato de la Concerta­ción, Efraín Alegre, plantea entablar un relacionamiento con el régimen de Xi Jinping, lo que implicaría dejar de lado una alianza de 65 años con la República de China (Tai­wán). La China comunista trata a Taiwán de provincia rebelde, bajo el principio de “hay una sola China y es la nuestra”. Y para todos aque­llos que no saben o que pre­fieren ocultar la verdad, es el Partido Comunista chino, y no el Estado, el que guía, dirige y ejecuta la agenda y la política exterior de China.

Una vez establecido el vín­culo personal con sus inter­locutores políticos a través de encuentros, conferen­cias, viajes al país asiático y obviamente (mucho ojo a esto) financiación de campa­ñas políticas de sus aliados, la contraparte china no duda en explotar a su favor la amistad labrada entre ellos. Pero nada es gratis, el régimen cobra peaje en el momento opor­tuno, se pretende neutrali­zar cualquier crítica contra Pekín por su política interna, su violación de los derechos humanos o su forma de pene­trar económicamente en el extranjero.

El peaje del que se habla tiene varias formas de plasmarse. Pueden ser meras declara­ciones de intenciones, desde secundar el multilateralismo que China promueve en las organizaciones internacio­nales hasta apoyar la Franja y la Ruta, el proyecto estrella de la diplomacia china. En ocasiones, son más sustanti­vas, por ejemplo, el respaldo a los manifiestos propagandís­ticos del Partido Comunista Chino, la adhesión pública al principio de una sola China o, como es el caso desde hace décadas en los países latinoa­mericanos que reconocen a Taiwán, su contribución para impulsar el reconocimiento de Pekín y aislar a Taipéi. Y en otras, el peaje implica la total ausencia de críticas al régi­men chino no solo con res­pecto a su situación domés­tica, sino también en cuanto a los efectos negativos de sus inversiones en los paí­ses receptores o en relación con actuaciones de China que les afectan. La supuesta responsabilidad de China en la pandemia del covid-19 es buen ejemplo.

El silencio que China logra imponer a sus interlocutores políticos extranjeros gracias a su diplomacia total, incluida la relación interpartidista, tiene como requisito indis­pensable que el clima polí­tico sea óptimo para Pekín, lo que implica —ante el temor de represalias comercia­les— que sean las autorida­des comunistas las que mar­quen el rumbo y los términos de la relación. Una relación que, con frecuencia, deriva en desigual, en el pago de un precio político y en ausencia de crítica, cuando no en plei­tesía. Ello sirve para consoli­dar la relación asimétrica que muchos países de la región ya padecen con China.

La propuesta de la Concer­tación efrainista debería de ser un llamado de atención para los partidos y políti­cos del Paraguay, en espe­cial, los que se jactan de ser y ejercen de democráticos, el cual debería de merecer una contundente respuesta de rechazo. No solo es su obli­gación. Es de ilusos pensar que el autoritarismo chino no nos afectará, si le abrimos la puerta. Esta decisión tam­bién se define el 30 de abril, el día de las elecciones para las que Winnie the Pooh tam­bién está haciendo campaña.

La propuesta de la Concertación efrainista debería de ser un llamado de atención para los partidos y políticos del Paraguay.

Pero nada es gratis, el régimen cobra peaje en el momento oportuno, se pretende neutralizar cualquier crítica contra Pekín por su política interna, su violación de los derechos humanos o su forma de penetrar económicamente en el extranjero.

Dejanos tu comentario