- Por Josías Enciso Romero
Nació más lambiscón que el propio diario Patria. La tajante afirmación de mi vecino don Cecilio tenía fundamentos materiales. Palpables y sujetos a verificación. Cuando apareció Abc Color, prosiguió, el diario oficialista, vocero de la dictadura, quedó relegado a un papel intrascendente. Los discursos del general Alfredo Stroessner se publicaban in extenso, completo, a páginas enteras y siguientes. El primer número oficial es del 8 de agosto de 1967, aunque (como es normal en estos casos) hubo ediciones de pruebas, como la del 3 de dicho mes cuando el “único líder” desataba la cinta inaugural del edificio ubicado sobre la calle Yegros. Coincidencia o no, el jueves 10 de agosto de ese mismo año, la Convención Nacional Constituyente aprobaba la figura de la reelección presidencial, que fue saludada con alborozo por su director: “Presidente: reelegible”, “Convención: vía libre a la reelección presidencial”, son algunos de los titulares que acaparaban las tapas del mencionado periódico.
En los primeros días de su distribución, en la página editorial aparecían los nombres de “Director: Aldo Zuccolillo; jefe de Redacción: Humberto Pérez Cáceres”. Para el sábado 26 de agosto, ya solo figuraba el propietario firmando un laudatorio editorial: “Constitución de la paz”. Don Humberto, un paraguayo digno y caballero de la democracia, al parecer, ya no quiso ser cómplice de los oscuros nubarrones que empezaban a cernirse sobre el horizonte de nuestra patria. No se puede hablar de errores de juventud o víctimas de la buena fe. Para 1967, el dictador Stroessner ya había “corregido” a garrotazos a obreros y estudiantes en las multitudinarias protestas de 1958 y 1959. El Comité Central de Juventud Colorada estaba proscripto. “Nuestras reuniones del Centro Blas Garay fueron dispersadas con ensañada violencia y éramos perseguidos hasta ser alcanzados y apaleados sin compasión”, recuerda don Cecilio. En el 59, apunta: “Los estudiantes declaramos persona no grata al jefe de la Policía de la Capital, teniente coronel Ramón Duarte Vera, y al jefe de Investigaciones, inspector Juan Erasmo Candia”. Declaración que acentuó la represión contra los jóvenes manifestantes. Hubo apresamientos arbitrarios y torturas. La Cámara de Representantes (teníamos entonces el sistema unicameral) fue disuelta a raíz de una nota de 17 de sus miembros pertenecientes a la Asociación Nacional Republicana (ANR), solicitando el levantamiento del Estado de sitio, una ley de amnistía general y vigencia plena de todas las libertades. Sobre esa barbarie, y otras más que iremos enumerando, se construyó la “Constitución de la paz”.
El dictador usurpaba el poder desde el 4 de mayo de 1954. Los más notables colorados, entre ellos Epifanio Méndez Fleitas, Osvaldo Chaves, Miguel Ángel González Casabianca, Sandino Gil Oporto y Waldino Ramón Lovera, ya estaban en el exilio. Por el artículo 173 de la Constitución de 1967, “el presidente de la República será elegido en comicios generales directos que se realizarán por lo menos seis meses antes de expirar el periodo constitucional que estuviere en curso, y solo podrá ser reelecto por un periodo más, alternativo o consecutivo”. Alfredo Stroessner, naturalmente, fue “electo” con la nueva Ley Fundamental, en 1968. Ya venía con una pasantía sangrienta de catorce años. Pero, cuando eso, el diario Abc Color seguía en estado cataléptico, inmovilizado, endurecido, lejos del “despertar” democrático que lo agitaría recién más de una década después. Mientras, “Acero” seguía disfrutando del calor del poder que le permitiría montar su imperio económico. Hoy el diario volvió a las andadas. De nostálgica adhesión al poder de turno, heredero nato del estronismo. Y con una oportuna amnesia al publicar sus “históricas tapas” en su 45º aniversario fundacional.
Abc Color nunca pidió perdón por su ominosa complicidad con la dictadura. Su pusilánime omisión de los crímenes del déspota. Su editorial “Constitución de la paz” es más que elocuente: “Es nuestro anhelo –y confiamos en la obra histórica del gobierno del presidente Stroessner– que la Constitución de 1967 impere positivamente en la vida del pueblo paraguayo, libre de restricciones y de limitaciones”. Y decía más: “De la semblanza de un Paraguay épico pasamos a la semblanza de un Paraguay de la democracia política, social y económica”. Lo más condenable aún es que diez años después apoyaría la enmienda del artículo 173 para la dictadura perpetua. Así que, de amnesia estamos hablando.
Abc Color nunca pidió perdón por su ominosa complicidad con la dictadura. Su pusilánime omisión de los crímenes del déspota.
“De la semblanza de un Paraguay épico pasamos a la semblanza de un Paraguay de la democracia política, social y económica”.
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“La guarania es un enorme aporte a la humanidad en tiempos de imperiosa necesidad de la paz”
Entre guitarreo y guaranias, el cantante Ricardo Flecha comparte con Augusto dos Santos este “Expresso”, de GEN/Nación Media. La destacada voz del folclore nacional cuenta anécdotas fundacionales que lo llevaron a transitar con éxito el difícil camino de convertirse en músico a tiempo completo, desde sus primeras incursiones en el canto en una escuela del oeste de Asunción, sus influencias, su consolidación y el proyecto de gira nacional e internacional como parte de la campaña en pro de la declaración de la guarania como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
- Fotos Cristóbal Núñez
ADS: Don Ricardo, ¿en su casa había música?
–RF: Sí, había música. Mi hermano era un comprador compulsivo de discos. Había un negocio en la calle Estrella y 15 de Agosto. Creo que era de los Ríos, donde se vendían discos. Él trabajaba a una cuadra de ahí. Así es que música había, mi papá era músico.
–Suponía tener un tocadiscos en la casa.
–Claro. Teníamos uno de esos que se llamaban combinados, que era un mueble enorme. Ahí escuchábamos los discos que mi hermano compraba. También tenía la visita de algunos músicos amigos de mi papá, que era amigo de los hermanos Larramendia, un grupo de música con una historia brillante. Y también se cruzó un par de veces con José Asunción Flores. Él era un músico amateur, que acompañaba a Rubito y compañía a la serenatas que se hacían en aquel entonces. Estoy hablando del barrio San Antonio, en el límite con el barrio que hoy se llama Hospital, que era la zona del Hospital de Clínicas, toda esa zona de la Marinería y de la loma San Jerónimo.
–Y aprendiste de tu viejo entonces.
–Sí, algunas notas aprendí de él. Mi papá sabía algunas canciones paraguayas y, por supuesto, como era de esperarse, todas esas canciones mexicanas. Él tenía un cantor preferido, que se llamaba Ortiz Tirado.
–¿Alguna vez pensaste por qué hubo tanta hermandad entre Paraguay y la música mexicana?
–Creo que nos parecemos mucho más con los mexicanos que con cualquiera que está por acá cerca. A los mexicanos les gustan los tiros, les gusta el trago y los gritos como los paraguayos.
HISTORIAS PATERNAS
–Entonces, ¿se puede entender que la guitarra vino con el viejo?
–Sí, con papá y sobre todo las anécdotas. Mi papá era sistemático en contar historias. Entonces, me contaba la historia de algunas serenatas. Había unas historias que yo siempre le pedía que me contara una y otra vez, que era sus viajes a Buenos Aires. Él estuvo en el cuartel, él era marinero. Y entonces iba cada 25 de mayo a Buenos Aires con la cañonera y hacían los desfiles. Aprovechaban esos cuatro o cinco días que se quedaban ahí y se iban a ver partidos de fútbol. Él contaba que fue a ver un par de veces los partidos de Arsenio Erico. Él tenía dos íconos, que eran Arsenio Erico y José Asunción Flores.
–Ser marinero siempre te lleva más allá que de tu aldea.
–Exacto. Mirá cómo son las cosas que él traía los discos de (Carlos) Gardel. Tal es así que yo en mis primeras incursiones en las veladas yo tenía el peinado engominado de Gardel.
–¡Qué extraordinario Gardel!, su vida y como músico.
–Y de una visión que ya desapareció, porque Gardel era un cantante con mucho carisma. Y lo que son las cosas. Gardel se encuentra con Astor Piazzolla en una película en Nueva York y hay una escena cortita en la que Piazzolla hace de vendedor de diarios. A través de Gardel yo también me fui interesando por la música que no sea la música paraguaya.
DEBUT
–¿Cuándo fue tu presentación en sociedad como el pibe del barrio o de la escuela que canta?
–Y en la Escuela San Antonio, que es una escuela parroquial que quedaba a dos cuadras de mi casa. Yo le tengo que agradecer a mi profesora de música, que no recuerdo su nombre ni su apellido, que nos llevaba al salón de música, donde había un piano y ella nos enseñaba canciones patrióticas. Yo aprendí “Acosta Ñu”, “Nanawa”, las canciones sobre el mariscal López con la profesora de música.
–¿Cómo fue esa primera vez que cantaste la versión en español del himno de Los Beatles?
–Todo esto es culpa de mi hermano, que compraba los discos y por ahí yo escuché una versión en español de “Hey Jude”, que es una hermosa canción que le dedican al hijo de Lennon, que es Julian Lennon.
–¿Qué representó para vos este grupo?
–Era un sentimiento extraño porque en realidad no comprendíamos la letra de las canciones. Ahí aprendí que la música es un idioma universal porque más allá de no entender la música de Los Beatles nos marcó a todos. Uno después va reflexionando sobre la obra de Los Beatles y, más allá de Los Beatles, sobre la obra y la forma de ver el mundo que tenía John Lennon.
–¿Formalmente nunca hiciste un ingreso al mundo de la música con otro ritmo que no sea el folclore?
–La verdad que te voy a sorprender. Mi primer grupo se llamaba “Los caimanes del Caribe”.
–¿Hacías música tropical?
–Claro (risas).
–¿Cómo qué por ejemplo?
–”La piragua” y las canciones de Los Wawancó, que marcaron época. Entonces, hacíamos serenatas para la gente del barrio.
VOCACIÓN TEMPRANERA
–¿Cómo empezó toda tu vida en un mundo más formal de decir “soy músico”?
–Yo a los nueve años cuando subí por primera vez a un escenario ya quería ser músico y después pasó toda esa etapa de escuchar y cantar. El disco de Vocal 2 fue realmente un disco que me marcó para escuchar la música paraguaya. Hubo un lapso entre los 10 y los 13 años que escuché mucho rock and roll, porque a mi hermano le gustaba. Escuché “El lado oscuro de la luna”, Yes, Supertramp, Deep Purple. Tenía un vecino que tenía una terraza, que eran los Martínez, que tenían también un combinado y ahí nos encontrábamos todos y bailábamos. Cuando mi hermano en el año 73 compra el disco –y te digo esto porque es importante, ya que después el tiempo y la historia nos va a juntar– me llamó la atención como arreglador Óscar Cardozo Ocampo. Dije yo “qué genial, qué genio”.
–¿Ya empezabas a tener oído para el arreglo?
–Para los arreglos y a mí me encantaban esas reversiones históricas de la música paraguaya que ya tenían un sonido contemporáneo. Después aparece el disco de Mercedes Sosa homenaje a Violeta Parra y después Horacio Guaraní, Facundo Cabral y ahí el mundo va girando. Me impactó un reportaje que leí en una revista que se llamaba Radiolandia a Mercedes Sosa en el que decía “cantar con fundamento”. Se me quedó eso y escuchándole a otros me di cuenta de que el cantar con fundamento era una forma de vida y de hacer arte. Vi que Violeta Parra hacía lo mismo y después miré atrás y vi el disco de Vocal 2 y encontré “Kaaty”, “Minero sapukái”. Yo le preguntaba a mi papá, que viene de San Pedro del Norte, ¿qué lo que es el mensú? Entonces él me explicaba lo que era el mensú, lo que era un yerbal, todo lo que la gente sufría en eso. Entonces yo escuchaba que Flores era un cronista de su tiempo y a me gustó esa idea. Yo quería contar también las cosas que pasaban.
–¿Elegiste por influencia de la Negra Sosa el canto comprometido?
–Ya existía la nueva canción latinoamericana porque eso nace en el año 61 en Mendoza, con Tito Francia, Mercedes Sosa y (Óscar) Matus, que era la pareja de Mercedes, y Armando Tejada. Ese fue el germen y después se extendió por Chile con los Parra en el año 67, 68 y después en el 72, 73 ya con la nueva trova cubana. El nuevo cancionero argentino fue muy fuerte acá. Había un lugar que se llamaba la Guarida del Matrero con Santi Medina, Maneco Galeano, Óscar Gómez, que traían ese canto con fundamento.
–¿Cuál fue el primer grupo que integrás?
–Juglares.
PROYECCIÓN INTERNACIONAL
–¿Que fue también tu primera experiencia en un grupo que hacía giras internacionales?
–Sí. Llegamos a hacer giras nacionales e internacionales con Juglares. Juglares se separa en el 76 y los integrantes en aquel entonces eran Juan Carlos Chaparro, Juan Carlos dos Santos, Chondi Paredes y Jorge Crouch. El creador del grupo fue Carlos Noguera, que una o dos actuaciones tocó con ellos. Yo les veía a ellos en la televisión y me conmovió la formación de Juglares porque tenía guitarra, cello, flauta dulce. Había un programa que se llamaba “Tercer tiempo”, que se emitía desde el Hermitage, que era un restaurante con música y durante las siestas se hacía un programa deportivo con Edgardo Villalba Viccini y había como entremeses musicales. Ahí tocaba Juglares y yo realmente me quedaba prendido, porque son las dos pasiones que yo tengo, el fútbol y la música. En el 79 viene Chondi Paredes y me dice “queremos invitarte para rearmar el grupo”. Chondi me llama porque nos encontramos en uno de esos 15 de mayo, cuando en el barrio nos juntábamos 20 chicos y hacíamos serenata al Día de la Madre.
–¿Y ahí te escuchó?
–Sí, y en aquel entonces había como un renacer nacional, había un sentido patriótico y tiene que ver mucho también con el momento político que vivía el Paraguay. Había venido Nelson Rockefeller y había habido una represión. Era 72, 73. Había una izquierda nacional que estaba fomentando muchas cosas. Se llamó un tiempo el Movimiento Independiente, pero en el fondo eran todos progresistas y de izquierda. Se hizo el festival de homenaje a Flores y el homenaje a Emiliano R. Fernández en el estadio Comuneros. Todo ese momento yo pasé a través de mi hermano, que estaba en la universidad. En algún momento dado tuve diferencias con mi papá porque él tenía mucho temor de que yo me dedique a la música.
–¿Por qué?
–No quería que termine bebiendo y fumando. Una vez me escapé de la casa una noche para una serenata y cuando volví él me estaba esperando en la pieza con la luz prendida. Él entonces me encara y me dice “¿a vos te gusta la música?”. Sí. Yo tenía 12 años. “Yo te voy a dejar salir, pero con tu hermano, pero prometeme algo: ni vas a fumar ni vas a beber”, me dijo. Así empezamos una relación muy fuerte con mi hermano. Yo me iba a un colegio nocturno y mi hermano estaba en la Facultad de Derecho en la Católica. Yo me iba junto a él después de las clases para esperarle y le pedía permiso al profesor Telechea para entrar a la clase de Derecho Romano. Entonces me decía “usted se va a sentar allá atrás y se va a quedar calladito”.
–Hablanos un poco del nuevo cancionero paraguayo.
–La gente le encasilla al nuevo cancionero paraguayo como un grupo de músicos contestatarios, de canto de protesta. Odio ese tema porque yo creo que ese rótulo nos puso al enemigo. Nosotros seguíamos la tradición del canto social, pero si vos te ponés a pensar y analizar el nuevo cancionero dio muchísimas canciones que están en el gusto popular que no tienen que ver con eso.
RADIOGRAFÍA DEL PARAGUAYO
–Como cualquier encasillamiento no solamente es antipático, sino reduccionista.
–Mirian Pacuá me dijo una cosa fantástica. Es como decir que Flores lo único que hizo fue ralentizar la polca y nació la guarania, una cosa tan reduccionista. Flores fue un hombre increíble. Hay un trabajo intelectual demasiado grande que pasa por las dos vertientes de la guarania, la popular y el poema sinfónico. Si vos escuchás los 12 poemas sinfónicos que se grabaron en Rusia, son como una radiografía del paraguayo.
–¿Quién era Flores para vos?
–Flores fue un paraguayo fundamental, un hombre que tenía esa capacidad de resumir. Primero tenía la capacidad de mirar, ver y retratar porque eso es lo que hizo, retrató en su música al paraguayo. Yo no conozco ni un paraguayo hasta ahora que no se conmueva estando acá o estando en otro país con una guarania, eso ya es fundamental, es el ADN del paraguayo y Flores consiguió eso porque fue un hombre que caminó muchísimo y hay una elaboración intelectual en su obra. Hay una elaboración intelectual, hay como un ethos. Él descubrió eso, de tanto andar, de tanto mirar las culturas originarias, la Asunción de aquella época, que tenía todavía un vestigio fuerte del interior.
–¿Y él hizo un camino a los otros paraguayos que fueron a Buenos Aires?
–Allá se desarrollaron muchas cosas. Allá él se encontró con José Bragato, que era cellista de la orquesta sinfónica del Colón. Bragato le ayudó muchísimo en el tema de cómo estructurar las cosas. Antonio Pecci es el biógrafo oficial para mí de Flores, el que tiene la precisa. Todo lo que yo escuché, esto que te estoy contando yo escuché de Agustín Barboza, que fue uno de los cantores de Flores, yo compartí muchísimo con él. Y por suerte hoy aparece Antonio Pecci, que va escribiendo, que va haciendo la memoria de Flores.
–Los biógrafos son fundamentales.
–Sobre todo alguien como Antonio, que ama la obra de Flores y tiene una concepción de Flores, que también se hizo esa pregunta que vos te hacés porque ahí arranca también toda su investigación, quién era y por qué llegó a donde llegó.
LA MAGIA DE DOS GENIOS
–Hay un momento en que se produce un cruce histórico entre Flores y Manuel Ortiz Guerrero. ¿Qué es ese mágico momento?
–Es la magia de dos genios. Yo recuerdo un momento, por un lado triste y por otro lado sería, como dice la canción, entre el espanto y la gloria, que es el momento en que Ortiz Guerrero le dice “yo quiero hacerte la letra de ‘India’”. La letra de “India” ya estaba, fue hecha por Rigoberto Fontao Meza. Flores accede y es la versión que nosotros conocemos ahora.
–No te puedo creer que hay otra versión.
–Sí, se enojó Fontao Meza. Y ese es un momento duro, pero a la vez es un momento ícono de la unión de Flores con Ortiz Guerrero, que para mí es la dupla de oro de la guarania. Tienen “India”, “Buenos Aires, salud”, “Ne rendape aju”, “Panambi vera”. Tienen cosas que son irrebatibles.
–Una pluma maravillosa, un romántico que llegó tarde, pero llegó oportuno al mismo tiempo.
–Y hay un parecido extraordinario con un poeta que en aquel entonces era tan grande como Rubén Darío en Nicaragua, que tiene más o menos ese estilo de expresión.
–¿Cuáles son algunas de las obras que escribiste últimamente?
–Acabo de hacerle una canción a Mirian y al amor que nos tenemos, que se llama “Colibrí de fuego”, y compuse parte de la música de “Aguyje, Maestro”, con Patrick Altamirano y la letra con la gente de Purahéi Soul y Mirian. También compuse una canción con Orlando Rojas, un paraguayo que vive en París y se llama “Estás”, que es también otro poema para Mirian.
–Contame la historia de Flores comunista y de Flores en la Unión Soviética.
–La obra de Flores está impregnada de su visión del mundo. No hay que olvidar que él nace en un momento histórico de todo ese movimiento mundial del socialismo y el comunismo, que era tan fuerte. Yo estoy de acuerdo con Carlos Pagura, el escritor cubano, que dice que fue la utopía traicionada del siglo pasado. Es como que alguien deje de ser cristiano porque hay curas que abusan de niños. Yo sigo pensando que ese es el norte y sigo pensando que con algunos cambios, algunas formas de ver el mundo más contemporáneas, se puede llegar por ahí a una sociedad mucho más justa, un mundo mejor es posible. Y Flores también pensaba en eso y por eso escribió todo eso.
PUENTE PARA LA PAZ
–Y Flores se proyecta ahora a un desafío universal con la declaratoria de patrimonio. ¿Cuál es el estado del arte de esa gestión? ¿Qué se espera para este año al respecto de ello?
–La carpeta ya se presentó en marzo de 2023. Previamente, y tengo que destacar la gestión de Nancy Ovelar, la embajadora paraguaya ante la Unesco, de cómo impulsó y organizó un concierto en la sede de la Unesco donde estuvimos nosotros presentando a la guarania, que fue como un encuentro con los de la Unesco, con los que van a votar, un acercamiento. Realmente después del concierto, muchísimos representantes de muchos países se acercaron a nosotros a decirnos “nosotros votamos para que la guarania sea patrimonio de la humanidad”. Fue un concierto en el que también contábamos los orígenes de la guarania y cómo se iba desarrollando y por qué pensábamos nosotros que era importante, porque la guarania tiende puentes, la solidaridad, la justicia social, de todo eso habla Flores. Y me parece que es un enorme aporte a la humanidad en este mismo momento donde hay muchos conflictos y donde es imperiosa la necesidad de la paz.
–Ojalá que suceda. Esto es en diciembre y es en Paraguay incluso (la reunión de la Unesco).
–Si se declara esto, un mes después, porque esto se decidirá entre el 2 y el 7 de diciembre, un mes después la guarania cumple 100 años, porque la primera guarania se escuchó en enero de 1925.
–¿Cómo ves la música hoy en Paraguay, sus cultores, su escuela, su promoción?
–Yo veo con mucho entusiasmo. Creo que esto de la guarania, la visualización de la guarania y que sea patrimonio cultural inmaterial de la humanidad nos va a obligar a nosotros, a los conservatorios, a echarle una mirada profunda a ese género musical que nos representa y que en cierta medida en el ámbito de la música Flores y Ortiz Guerrero reivindican el idioma guaraní, que en aquella época era perseguido.
–¿Entonces vos notás que hay una proyección hacia lo universal, pero que está bien aferrada a sus orígenes?
–Creo que tenemos que trabajar más, según mi criterio, que es discutible, a la parte de las raíces.
TRANSFORMACIÓN
–¿Murió el canto testimonial?
–No.
–¿Se transformó?
–Yo creo que sí. Si vos pensás que vas a seguir encontrando cantautores como (Joaquín) Sabina, Silvio Rodríguez o (Joan Manuel) Serrat, ya no. Fue parte de la historia y a partir de ahí el canto toma otro vuelo y entonces aparece René Pérez, de Calle 13, aparecen otros músicos importantes que te van dando, como decimos nosotros, la precisa, que miran la sociedad que les toca vivir, el mundo que les toca vivir, y van expresándolo a través de esos géneros musicales, que a veces tal vez no sean los nuestros, pero los cuales uno tiene que tomar. Por eso creemos que la guarania es una forma musical que deben tomar los jóvenes y contar las cosas de este tiempo con los sonidos de este tiempo. Vos te vas a la escuela, por ejemplo, y tocás una guarania como “Reservista purahéi” y puede que le guste a la gente, pero no habla de su realidad. Entonces, es importante ubicarle en el tiempo y esas canciones se escribieron en un momento histórico.
–Ricardo, ¿qué cosas vas a hacer de inmediato, de futuro? ¿Estás en producción?
–Tenemos dos proyectos, uno que es Guarania Universal, donde este primer corte de “Aguyje, Maestro”, que comparto con Patrick Altamirano, con El Princi, con Purahéi Soul, con Juan Cancio, que es una producción de Mirian Pacuá. Y la otra producción de Mirian Pacuá que se viene ahora, que es Guarania Inmortal con el Grupo Generación. Vamos a hacer nueve locales y uno en Buenos Aires. Es una gira nacional con lo mejor de las guaranias esperando diciembre. Estos son los dos proyectos grandes que tenemos.
“Flores fue un paraguayo fundamental, un hombre que tenía esa capacidad de resumir. Primero tenía la capacidad de mirar, ver y retratar porque eso es lo que hizo, retrató en su música al paraguayo. Yo no conozco ni un paraguayo hasta ahora que no se conmueva estando acá o estando en otro país con una guarania, eso ya es fundamental, es el ADN de los paraguayos y Flores consiguió eso porque fue un hombre que caminó muchísimo y hay una elaboración intelectual en su obra”.
“La guarania tiende puentes, la solidaridad, la justicia social, de todo eso habla Flores. Y me parece que es un enorme aporte a la humanidad en este mismo momento en el que hay muchos conflictos y donde es imperiosa la necesidad de la paz. (...) La declaración como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad nos va a obligar a nosotros y a los conservatorios a echarle una mirada profunda a ese género musical que nos representa”.
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Solo queremos paz
¿Se puede acaso combatir, pelear, disputar, lidiar sin algún grado de violencia en alguna de sus formas? ¿Luchar por la paz es una expresión equilibrada o exacta?
- POR RICARDO RIVAS
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos Gentileza
No es una medianoche más la de este viernes. El silencio propio de la nocturnidad parece más profundo que nunca antes. Lo que impresiona –casi siempre– parece ser lo más impresionante que pudiera haberse conocido. El colega periodista y académico Marcelo Cantelmi no duda en categorizar estos tiempos como “épocas de malas noticias”.
Luego recuerda y reporta en el panorama internacional que cada semana publica en el diario argentino Clarín de Buenos Aires que “la guerra en Gaza cumple este domingo seis meses sin que el poderoso Ejército israelí haya podido derribar a la conducción del grupo terrorista Hamás ni fulminar la totalidad de sus milicias”. Seguidamente describe que “en cambio, (hay) una montaña de más de 33.000 muertos, en su mayoría civiles no combatientes que arrebatan con su tragedia la victoria a Israel en la guerra de propaganda”.
Inevitable. Si bien Sun Tzu (Maestro Tzu, en idioma mandarín) en su obra “El arte de la guerra” –cinco siglos antes de nuestra era– explica que “la guerra es el arte del engaño”. Engañar, desde la perspectiva académica de Sun Wu, su verdadero nombre, es solo uno de los componentes artísticos de las acciones bélicas y, hay que decirlo, la aptitud artística no es masiva.
Pero… ¿será un arte la guerra? ¿Lo será matar? Thomas de Quincey, en el 1827, no dudó en titular “El asesinato como una de las bellas artes” a su obra literaria más relevante. Pero aun así y de haber disfrutado de leer y releer a don Thomas, la duda ética me invade una vez más.
Vuelvo a Cantelmi, quien describe luego que “los más de dos millones de sobrevivientes en la Franja son zombis en las pantallas de todo el mundo expuestos a epidemias y hambrunas inminentes si es que las bombas no se ocupan antes de ellos”. Demoledor. Y sentencia: “Todo es un recorrido de espanto que construyó una bruma sobre el sanguinario asalto terrorista del 7 de octubre que disparó esta crisis con el saldo del asesinato de 1.200 civiles, uno de los episodios más graves contra el pueblo judío desde el Holocausto”.
GUERRA HÍBRIDA
Nada que añadir. “Solo le pido a Dios / que la guerra no me sea indiferente...”, canta León Gieco. Lo tarareo. Lejos de las arenas y escombros ensangrentados de Gaza, en Berlín, el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, informó que el Gobierno en ese país se dispone a reestructurar las fuerzas armadas para que estén “preparadas para la guerra”. Más aún, podría reinstaurar el servicio militar obligatorio, que fue eliminado en 2011.
Como sucede en otros países, Pistorius informó que, además de los ejércitos de mar, aire y tierra, Alemania tendrá también una nueva rama bélica para abordar operaciones de ciberseguridad. Coincidentes analistas aseguran que con dicha creación se planificarán acciones para una “guerra híbrida”.
¿Qué es eso? Operaciones de desinformación, lo que, claramente, dificultará que la ciudadanía global sepa o, al menos, pueda discernir qué cosa es verdad y qué no lo es. ¿Algo así como un Sun Tzu digital? ¿Por qué no? “La situación de amenaza en Europa se ha intensificado”, admite el ministro alemán al tiempo que justifica las reformas porque los militares deben estar preparados “en caso de defensa, en caso de guerra”.
Precisa también que con dicha reestructuración se apunta a defender “a nuestro país y a nuestros aliados” porque “a nadie se le debe ocurrir la idea de atacar el territorio de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)”. Quien quiera leer que lea. Quien quiera oír que oiga.
Con el imparable inicio del sábado habrá finalizado el Día Internacional de la Conciencia que, para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “es nuestra brújula hacia un mundo donde el amor vence al odio”.
OXÍMORON
Siento que en este minuto el silencio se ha hecho más denso y profundo. El pensamiento reflexivo vuela. La palabra lucha me busca. Me encuentra y atrae. Como dilema e interrogante. No entiendo por qué esas cinco letras juntas me intrigan. Claramente apunto al sentido que construye ese término y, en línea con ello, a cómo se aplica o, si se quiere, a cómo se significa. Lucha contra. ¿Contra qué? ¿Contra quién? ¿Es igual luchar por la paz que tratar de alcanzar la paz?
No lo sé. Quizás en ese aparente juego de palabras se encuentre alguno de los motivos por los que una y otra vez la paz se aleja o se instala en lugares inalcanzables. ¿Para alcanzarla son necesarios los luchadores o los dialoguistas? No conozco ciudad alguna que no tenga en sus calles y/o en sus plazas placas, recordatorios, monumentos para honrar a los luchadores.
La Real Academia de la Lengua Española (RAE) viene en mi ayuda, pero en este caso me acerca más a la duda. ¡Pobre Descartes! “Pelea en que dos personas se abrazan con el intento de derribar una a otra”, dice en su primera acepción sobre la palabra lucha. “Lid, combate, contienda, disputa. Usado también en sentido figurado”, explica la segunda. Busco “figurado”. Me conduce a la retórica. “Dicho de un sentido: Que no corresponde al literal de una palabra o expresión, pero está relacionado con él por una asociación de ideas”.
Regreso a “lucha”. El diccionario precisa también que “combate”, “pelea”, “contienda”, “batalla”, “conflicto”, “guerra”, “conflagración”, “justa”, “liza” son palabras similares a “lucha”. Pregunto y me pregunto. ¿Se puede acaso combatir, pelear, disputar, lidiar sin algún grado de violencia en alguna de sus formas? ¿Luchar por la paz es una expresión equilibrada o exacta? Hay quienes piensan que es una especie de oxímoron. Adhiero.
Explican que, de toda lucha, emergen ganadores y perdedores. ¡Desde esa perspectiva acordar o alcanzar un mutuo acuerdo aparece como complejo! ¿Es el fin de la lucha cuándo alguien ha ganado? ¿Cuándo ese fin no es bueno para las partes?
PAZ VERDADERA
“Para lograr la paz del mundo no basta con los tratados que establecen los políticos o la cooperación económica que crean los líderes corporativos. La paz verdadera y perdurable se alcanzará únicamente mediante el establecimiento de lazos de confianza entre las personas en el nivel más profundo, en lo más recóndito de la propia vida”, sostiene el filósofo japonés Daisaku Ikeda.
Pero no se queda allí. Da un paso más para advertir que “la paz es mucho más que la mera ausencia de la guerra” porque la paz “requiere una serie de condiciones que permitan apreciar las diferencias culturales y establezcan el diálogo como el medio primordial para resolver los conflictos”.
Voy en busca de dialogar. “[Comunicarse con palabras]. Hablar, conversar, platicar, charlar, departir, parlamentar. [Para alcanzar acuerdo] discutir, debatir, parlamentar”. ¿Qué es lo que no se entiende? “No hay camino hacia la paz (porque) la paz es el camino”, prescribe Mahatma Gandhi. “Hay que desarmar las conciencias armadas”, propone Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980.
Si la expresión “luchar por la paz” responde a un intento de producir sentido y para ello se aplica la palabra lucha “en sentido figurado”, como se dijo más arriba, me siento obligado a ir por “figurar”. ¿Qué dice la RAE? Primero de los hallazgos: “Imitar algo dentro de una ficción determinada”. Voy por más. “Imaginarse o suponer algo”. Siento –tal vez equivocadamente y sin pretender ni animarme a juicio de valor alguno sobre nadie– que en la búsqueda de la paz no tiene lugar el “sentido figurado”.
Valido sí la idea de “imaginar” la paz muy lejos de la idea de “luchar”. Alguna vez, sobre el mediodía de un sábado de invierno allá por el 96 del siglo pasado, cuando cursaba una maestría en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en Argentina, un admirado profe cuyo nombre no mencionaré opinó que “no debe haber ninguna sensación de vida más grande que la de ser el único sobreviviente en un campo de batalla”.
Desde entonces y hasta hoy me atrevo respetuosamente a dudar. No de su palabra y, mucho menos, del sentido que procuró. Pero aquella afirmación huele a individualismo. Siento que las guerras y lo que las batallas dejan cuando los cañones dejan de tronar desde una perspectiva ética son la muerte de todos. ¿Cómo luchar por la paz después de tanta lucha? Un lodazal teñido de rojo sangre no suele ser terreno apto ni firme para construir nada y, mucho menos, en poco tiempo.
EL SIGLO DE LAS GUERRAS
No son escasos quienes sostienen que el 28 de junio de 1919 sobre la Paz de Versalles, que puso fin a la llamada Primera Guerra Mundial que solo se desarrolló en territorio europeo, se apoyaron las bases para que dos décadas más tarde –1 de setiembre de 1939– Alemania se lanzara sobre Polonia, que fue el inicio de la Segunda Guerra Mundial. El siglo XX –al que se lo suele mencionar como el Siglo de las Guerras– finalizó con más de 100 millones de muertes como consecuencia de crueles enfrentamientos bélicos. Todo tipo de armamentos y prácticas se diseñaron para matar con más eficiencia.
Entre el 8 de mayo de 1945 y el 10 de febrero de 1947 se rubricaron los tratados de paz en Europa. A partir de la adhesión a ideologías divergentes –comunismo y capitalismo– el mundo se dividió en dos. Bipolaridad a partir de aquella paz que operó a la vez como disparador de la Guerra Fría, como se dio en llamar a aquella etapa en que el Este y el Oeste, Washington y Moscú, el comunismo y el capitalismo, Rusia y Estados Unidos se enfrentaron sin pausas hasta el 9 de noviembre de 1989 cuando cayera el Muro de Berlín y, más tarde, hasta que Mijaíl Gorbachov disolviera la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Desde entonces, pasó todo lo bueno y todo lo malo. Hubo períodos, incluso, en los que la humanidad transitó por los bordes del abismo por el horror nuclear en el transcurso de eufemísticos y metafóricos “tiempos de paz”. Aunque usted no lo crea y pese a que del poder de destrucción infinito de esos sistemas de armas se conocía a partir de los sufrimientos desgarradores de las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki de los que la humanidad supo cuando fueron blancos de bombardeos nucleares ejecutados en tiempos de guerra con el objetivo de alcanzar la paz.
¡Crueles! Pero por aquellas masacres algunos pensadores como Francis Fukuyama creyeron que había llegado el “fin de la historia”. Otros, Lester Thurow entre ellos, imaginaron que la guerra del siglo XXI –emergente desde el fin de la Guerra Fría– tendría características novedosas porque como consecuencia del “colapso del comunismo en Europa del Este, la lucha por la supremacía estratégica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética se ha trasladado a una contienda por el dominio económico entre Japón, Europa y América”.
Marró. Aunque el yerro fue parcial. La batalla económica se desarrolla sí, pero la potencia emergente desde oriente hasta hoy es la República Popular China. Los campos de batalla de la contienda bipolar se expandieron. Casi ningún territorio –con excepción de la Antártida– quedó fuera de las batallas y disputas de la Guerra Fría. Norteamericanos y rusos –con fuerzas regulares e irregulares– se enfrentaron impiadosamente. Por arriba y por debajo de la mesa con múltiples “operaciones encubiertas”, desapariciones forzadas, secuestros, asesinatos, ejecuciones extrajudiciales.
REACCIONES EN CADENA
Eran también tiempos de “disuasión” con apariencias de paz que posibilitaba a los líderes de entonces continuar con la carrera armamentista sin dejar de producir y almacenar armamentos atómicos con capacidad para destruir la Tierra con imparables reacciones en cadena eventuales como las que temían pudieran desatarse Robert Oppenheimer y Albert Einstein entre tan numerosos como distinguidos científicos.
¡Nunca se detuvieron! La beligerancia fue clara y constante. La Guerra de Corea, la de Vietnam, la de Afganistán son solo las más visibles. África también fue escenario de aquellos enfrentamientos. El cine, la tele, diarios y revistas daban cuenta de aquello. Hasta los avances científicos y espaciales fueron parte sustancial de aquella Guerra Fría. Pero también fueron claros anuncios de que la paz no era y que la guerra continuaba, continuó y –desgraciadamente– continúa. ¿Continuará? Espero que no.
Señales de peligro, luces rojas se encienden ininterrumpidamente. Los dedos acusadores señalan a uno y otro lado. Incluso con operaciones de ciberguerra para desinformarnos. Para mentirnos con aplicaciones de la más alta tecnología. Siento que una vez más la guerra está a la vuelta de la esquina. ¡Desmiéntanme!
“Puedes engañar a todas las personas una parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo”, dicen que dijo el expresidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln (1861-1865). No son pocos los que también aseguran que no lo dijo jamás. Pero somos millones los que pedimos y deseamos que no mientan más. Solo queremos paz.
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Francisco pide “negociar” en Ucrania y Gaza ante el “horror de la guerra”
El papa Francisco pidió el miércoles hacer “todos los esfuerzos para negociar” y salir del “horror de la guerra” en la Franja de Gaza y en Ucrania, diez días después de su controvertida declaración invitando a Kiev a “izar una bandera blanca”.
“A San José encomendamos también los pueblos de Ucrania y de Tierra Santa, que tanto sufren el horror de la guerra”, dijo el papa argentino en la audiencia general que celebra cada semana en el Vaticano. “Debemos hacer todos los esfuerzos para tratar, para negociar, para poner fin a la guerra. Recemos por ello”, agregó el papa de 87 años los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
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En una entrevista publicada el 9 de marzo, el jefe de la Iglesia Católica había pedido a Ucrania “izar la bandera blanca y negociar (...) antes de que las cosas empeoren”, provocando la indignación de Kiev. Esas “desafortunadas” declaraciones han “conmocionado” y “manchado la credibilidad del papa”, dijeron a la AFP fuentes diplomáticas.
Pocos días después, Rusia elogió a Francisco como “verdadero y sincero defensor del humanismo, la paz y los valores tradicionales” con motivo del 11º aniversario de su pontificado. El papa multiplica cada semana los llamamientos a la paz, hasta ahora sin resultado.
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Fuente: AFP
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De Oppenheimer, Einstein, Francisco, Putin, Stoltenberg, la bomba, la guerra y la paz
¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la paz un líder religioso, aunque sea también un jefe de Estado? ¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la guerra un funcionario político y administrativo de una alianza militar?
- Por Ricardo Rivas
- Periodista X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza / AFP
En 1991 llegué a Berlín. Dieciocho meses antes había caído la medianera que partía en dos aquella ciudad. Los debates aturdían. ¿Para qué lado cayeron los escombros? ¿Desde qué lugar llegó el impulso final? Los relatos conspiranoicos se multiplicaban. El canciller Helmut Köll rápidamente decidió la reunificación de Alemania sin atender a quienes lo objetaban por razones económicas y financieras. La capital alemana todavía estaba en Bonn.
En el lugar donde desde agosto de 1961 estuvo emplazado “checkpoint charlie” entre 1945 y 1990, quienes parecían ser exsoldados del otrora poderosísimo Ejército Rojo, allí mismo vendían completas o en parte la indumentaria con la que se constituían sus uniformes. Capotes, botones, jinetas de grado. Todo estaba en venta.
Caminar por los pocos espacios libres en medio de cientos de visitantes que andaban por allí obligaba a la lentitud. La mayor demanda en aquel lejano mes de abril eran los ushanka (sombrero de piel con orejeras) grises con la estrella roja incrustada al frente de los que se despojaban quienes aseguraban ser militares desmovilizados y no tener para comer.
Algunos, unos pocos –muy pocos– también ofrecían uniformes norteamericanos, británicos y hasta algunos cascos franceses. Todo para mirar. Todo para ofrecer. Todo para comprar. Todo para llevar como recuerdos de una época que se significaba como el inicio del pacifismo real.
Parado exactamente debajo de las majestuosas Puertas de Brandeburgo los contrastes visuales eran intensos. A un lado las construcciones modélicas de una sociedad capitalista renana –sin exagerados lujos consumistas– pujante, en movimiento intenso y con colores vivos en todas partes. Al otro lado, enormes bloques con apartamentos pintados en la gama de los grises, con las calles casi vacías y las plazas públicas desiertas. El movimiento era escaso. Escenarios bien distintos, por cierto.
Estuve allí solo un par de días. Con un nutrido grupo de compañeros becarios con los que estudiábamos y nos formábamos sobre el proceso de reunificación viajamos unos 610 kilómetros hacia el sudeste para instalarnos en Koblenz (Coblenza), cortada al medio por el Rin en el punto exacto en que confluye con el Mosela, rodeada de viñedos.
BIPOLARIDAD EXTREMA
Corazón del estado federado de Renania-Palatinato, nos explicaron que esa belleza natural en tiempos de bipolaridad extrema era el espacio en donde –según las hipótesis de conflicto políticas y militares– podrían haber llegado cargados de muerte los misiles de corto alcance de las tropas del Pacto de Varsovia que nunca fueron (afortunadamente) disparados.
Allí supimos que miles de soldados alemanes en algunos casos subordinados a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), con motivo de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), fueron desmovilizados. No eran profesionales de ninguna otra especialidad que la de hacer la guerra.
En Koblenz se vivía en paz “después de casi 40 años de preocuparnos por ser el campo de batalla inmediato de una posible guerra nuclear”, nos dijeron grupos de residentes. En los hoteles en donde nos alojábamos también lo hacían militares que se formaban en la protección del medioambiente. El Estado alemán intentaba reciclarlos para reinsertarlos en la sociedad civil pacificada.
Regresar a Berlín fue diferente. Sabíamos mucho más sobre los efectos políticos y sociales del fin de la Segunda Guerra Mundial, sobre el devenir de la Guerra Fría y pensábamos en las posibilidades reales de la paz, que no imaginábamos ni veíamos con claridad.
Recuerdo que por esos días llegué hasta el punto medio del puente Glienicke, con el que se cruza el río Havel, para viajar desde Berlín hacia Postdam y allí detuve mi andar. En silencio miré hacia ambos lados de esa construcción a la que Steven Spielberg, cuando finalizaba 2015, llamó el Puente de los Espías. No había puestos de vigilancia ni reflectores. Tampoco alambres con púas, soldados soviéticos ni de la NATO armados hasta los dientes. Se circulaba sin limitaciones. Sin peligros.
Durante casi una hora caminé de regreso al punto de encuentro muy cercano al que fuera el búnker donde Adolf Hitler y su estado mayor se convencieron de la derrota y entraron en pánico por la llegada del Ejército ruso hasta el escondite del dictador genocida.
“DISUASIÓN”
En aquella caminata silenciosa creí comprender (e imaginé, como los habitantes de Koblenz) que los líderes de entonces planificaban y construían por y para la paz. Pensé que el modelo geopolítico de posguerra para disuadir y persuadir a partir de la exhibición obscena de los arsenales nucleares que las partes poseían para convencer al adversario de la inviabilidad de una guerra atómica que destruiría a la humanidad se había derrumbado para siempre. ¿Soñé demás cuando tenía 40 años? Tal vez, sí. ¿Se iniciaban los tiempos de la multipolaridad? Quizás.
Alguna vez Albert Einstein sostuvo que “el tiempo no puede definirse en términos absolutos” porque “es relativo” y, en consecuencia, “se estira y se encoge”. Mucho de lo que tiene que ver con Einstein llega desde la historia. Nació el 14 de marzo de 1879 en Alemania, desde donde partió cuando vislumbró que comenzaba la persecución de los judíos que devendría en exterminio. Pero, como él mismo lo probó y explicó, esos larguísimos 145 años que corren desde su nacimiento son poco relevantes.
“En nuestro lenguaje terrestre, una hora nuestra puede ser un siglo en otro planeta y viceversa (porque) no hay un tictac audible en todo el mundo”. Es palabra de Albert Einstein. Sin vueltas, el padre de la teoría de la relatividad general (1915) enseñó a quien quisiera aprenderlo que “el pasado, el presente y el futuro son solo una ilusión”.
Pero en el tránsito de esa ilusión con frecuencia está agazapada la tragedia. Categorizar así la temporalidad y hasta la propia ilusión es ilusorio. Para nada sorprendente que así se exprese un físico, si se quiere. La física –ciencia categorizada como “dura”– desde alguna perspectiva también puede presentarse ante la persona lega como sutil. Y hasta poética como para algunas personas lo es pensar en la infinitud, en el universo, en los misteriosos agujeros negros o en el big bang, por mencionar solo algunos ejemplos caprichosos.
ESPÍRITU POÉTICO
Al parecer, Einstein pensaba así. De hecho, en el fin de una tarde cualquiera cuando se iniciaban los años 70 en el siglo pasado, sentados en torno de una mesa de mármol del inmortal Café Tortoni en el 825 de la avenida Mayo de Buenos Aires, al parecer inaugurado no muy lejos de allí en el 1858, un viejo colega periodista cuyo nombre prefiero preservar –también escritor, guionista cinematográfico, dramaturgo– y viajero incorregible con el que supe compartir algunos años de vida y aprendizajes antes de llegar a mi treintena, sostuvo que “la física y las matemáticas se constituyen además con el espíritu poético que siempre encierran las investigaciones científicas”.
Recuerdo que su palabra –aunque en tono bajo– asemejaba una homilía. Sin que nadie pudiera comprobarlo fehacientemente, sostenía que aquella percepción, cuando estaba cerca de finalizar el mes de marzo en 1925, la había escuchado del mismísimo Albert Einstein. Desde su muy buena memoria, aquel viejo amigo y sabio colega dejó caer en el seno mismo de su acotado auditorio el detalle preciso de que el ingeniero Jorge Duclout, un académico francés radicado en la Argentina poco antes de que finalizara el siglo XIX, “fue quien invitó a Einstein para que visitara este país y quien lo recibió en el puerto junto con una multitud”.
Con un lento trago de coñac desató nuestra ansiedad por saber más. “Le encantaba al alemán (así categorizó al científico visitante) venir al Tortoni y sostener tertulias con otros académicos, siempre acompañado de Duclot”, agregó. Detalló luego con algo de nostalgia que él “era un pibe de apenas 18 años cuando el genio estuvo aquí”. Precisó que cuando el uruguayo Máximo Sáenz entrevistó al físico para (el diario) Crítica en una casona de Belgrano –mi pueblo natal en Buenos Aires, unos 1.160 kilómetros al sur de mi querida Asunción– “lo escuché sorprendido cuando reflexivamente vinculó la física con la poesía”.
Ninguno de los presentes se atrevió a responder ni confrontar aquellos recuerdos puestos en común. Esta noche de viernes emerge como diferente de muchas otras. De hecho, este encuentro parece haber trocado en una cofradía de devotos de la paz con el deseo –y la esperanza profunda– de impulsar y alcanzar el fin de todas las violencias.
Sentado en la vieja mecedora descorché un Pinot Noir Romanée-St-Vivant Marey - Monge del 1995. ¡Fiesta en los copones! Alguna vez, muchos años atrás, mientras recorría la campiña de la región de Côte de Nuits en Borgoña, cerca de Lyon y de la frontera con Suiza, me hice de tres botellas que celosamente mantuve en guarda hasta hoy. Brindamos por la vida. Un breve silencio nos envuelve después de hacerlo.
PERSONAJE
“¡Arrasó ‘Oppenheimer’!”, dijo DG con indisimulado orgullo. La veterana profesora con un Whatsapp aventuró que sería la producción más reconocida. “Enorme ganadora con siete Óscar”, añadió. “¡Qué personaje Oppenheimer. Inventar la bomba que destruyó Hiroshima y Nagasaki y pretender después exhortar al Gobierno norteamericano para que no la use o la use poco... ingenuo o inocente!”, expresó AF en tono de crítica.
Tanto Oppenheimer como Einstein, las dos producciones en las que convergen biografías y creaciones en algunos casos bien fundadas, dan cuenta además de climas epocales. De profundos debates sociales. De pugnas ideológicas. De batallas políticas y personales. De sospechas, sospechados y sospechosos. De amor y desamor. De la libertad y la falta de ella. De pobreza y riquezas. De autoritarios, autoritarismos, desempleos, derrumbes económicos, hambrunas, armamentismo, racismo. Nada queda afuera si a esas atrocidades les añadimos rearmes, expansionismos y los desafortunados resurgimientos de múltiples voluntades supremacistas y fundamentalismos cuyos líderes sustentan sobre falsos discursos religiosos.
El norte europeo sangra. El presidente Vlamidir Putin advierte amenazante a Europa y a la NATO. “Tienen que entender que nosotros también tenemos armas que pueden atacar objetivos en su territorio”; que disponemos de armamento “para golpear a los países occidentales” y hace referencia clara a la eventual utilización del arsenal nuclear ruso que dispone de sistemas “capaces de destruir a la civilización”. El miércoles último fue más allá sin metáforas ni eufemismos: “Rusia está dispuesta a utilizar armas nucleares si existe una amenaza”.
El papa Francisco semanas atrás hizo suyas las palabras de la encíclica Pacem in Terris (1963), en la que Juan XXIII, el pontífice de entonces, consignó que “la posesión de armas atómicas es inmoral” porque “no se excluye que un acontecimiento imprevisible ponga en marcha el aparato de la guerra”. ¿Qué es lo que no se entiende? ¿De esto mismo hablaba Oppenheimer cuando procuraba concienciar a los líderes norteamericanos sobre el peligro que supone disponer de la bomba que él mismo creó? Tal vez. Pero nada lo detuvo en el desarrollo de ese sistema de armas que incineró a quienes habitaban Hiroshima y Nagasaki “para terminar con la guerra”.
La utilización bélica de la Bomba H (como se la llamó popularmente por algunos años) que inventó le pesó por el resto de sus días. “Ahora me he convertido en muerte, el destructor de mundos”, pronunció alguna vez después de las masacres en Japón. La ganadora de siete Óscar relata que Robert Oppenheimer se opuso a un mayor desarrollo nuclear y, por esa intención fue acusado de comunista e investigado por ello. Genio y sospechoso de traición.
En 1963, pese a aquellas acusaciones más cercanas a los códigos de la vanidad de sus Salieris que a su ideología, Oppenheimer fue rehabilitado políticamente por el presidente Lyndon Johnson, quien en 1963 lo galardonó con el premio Enrico Fermi.
Por su parte, Einstein, según cuenta la producción de Netflix, al parecer también se arrepintió de haber enviado una carta al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt el 2 de agosto de 1939 instándolo a prestar atención a los desarrollos nucleares de los científicos nazis para enriquecer el uranio. Tenía la convicción de haber acelerado el proceso de investigación y desarrollo que la historia conoce como Proyecto Manhattan. Einstein sentía culpa por “la bomba”.
LA GUERRA Y LA PAZ
Tal vez por ello el papa Francisco destaca por su fortaleza a quien en la guerra “tiene el valor de la bandera blanca y negociar” porque “negociar es una palabra valiente” y sostiene que “no (hay) que avergonzarse de negociar antes de que las cosas empeoren”. ¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la paz un líder religioso, aunque sea también un jefe de Estado?
“Ucrania necesita armas, no banderas blancas”, respondió casi de inmediato Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, quien agregó que “si queremos una solución pacífica duradera negociada, la forma de llegar a ella es proporcionar apoyo militar a Ucrania”. ¿Puede y/o debe decir o abogar por algo que no sea la guerra un funcionario político y administrativo designado por un conjunto de 29 países convergentes en una alianza militar?
La madrugada del sábado comienza a clarear. Los silencios son varios y superpuestos. JT, historiador y académico, escuchó más de lo que habló. “Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba. Es palabra del griego Heródoto de Halicarnaso, al que muchos consideran como el padre de la historia occidental”, dijo con estudiado tono doctoral y su nariz casi apoyada sobre la pantalla del smartphone.
La presbicia no perdona después de los 50. “Cómo construir la paz es complejo, por cierto. Pero, si de arsenales nucleares se trata, me quedo con la respuesta de Einstein a Oppenheimer: ‘Ahora es tu turno de lidiar con las consecuencias de tu logro’”, dijo DG.