Llega un momento de las campañas electo­rales en el que comien­zan a aflorar todas las mues­tras de desesperación. Esos son los mejores indicadores de quien se percibe perdidoso y quien se siente seguro de su victoria. En esa línea podría inscribirse el planteamiento que hacen algunos congresis­tas de la oposición de correr el feriado del 1 de mayo al 8 del mismo mes. El argu­mento tiene que ver con que el primer día de mayo es el siguiente al de la fecha de las elecciones generales del 30 de abril. La oposición busca, en un manotazo desesperado de ahogado, evitar que la gente pueda hacer uso de su derecho de movilización por el feriado largo intentando por esa vía retener a eventuales votantes.

Pocas veces hemos sido tes­tigos de semejante nivel de desesperación en un sector político. Al saber de lo poco atractiva de sus propuestas, de lo desgastada de su imagen y de los profundos problemas de credibilidad que tiene su candidato que cada día anda menos Alegre, recurren a estas jugarretas creyendo que el electorado es un niño al que hay que encerrar bajo llave para que no salga de la casa a hacer macanadas. Sepan dis­culpar el tono y los conceptos, pero no da para otra cosa que para la sorna, la burla y una lluvia de memes.

Los mismos que un día pro­meten eliminar los exáme­nes de ingreso a la facultad pública, que al otro dicen que van a hacer vito de medica­mentos gratuitos en los hos­pitales públicos y que le van a quitar a los niños el almuerzo y merienda escolar son los mismos que ahora nos pro­ponen como gran idea volver a encerrarnos. No les alcanzó con dos años de pandemia de covid-19 y ahora ya le toma­ron el gusto.

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La desopilante “hipótesis” de sectores de la oposición plan­tea que al electorado no hay que darle feriados largos por­que puede ser que se manden mudar lejos de sus locales de votación y no vuelvan para el domingo, sino que lo hagan recién ese lunes 1 de mayo como para regresar a trabajar el martes 2 del mismo mes. El nivel de desesperación es por un puñado de votos o tal vez muchos, nunca lo sabre­mos, pero el precio no lo pueden pagar la libertad de las personas. Si una familia decide movilizarse al inte­rior, lejos de su local de vota­ción, la explicación es muy simple: la propuesta política, ni la imagen de los candida­tos fue lo suficientemente convincente como para que decida quedarse a ejercer su derecho al voto. Y eso, en el fondo, es lo que les preocupa terriblemente; entonces, no se les ocurre mejor idea que volver a restringir derechos y libertades. Similar a la ini­ciativa legislativa presentada por el mismo grupo político que pretende censurar las encuestas y bocas de urna, porque creen que el electo­rado es un niño de 5 años al que se le puede manipular dándole un chupetín.

En el fondo, lo grave es que estén convencidos de que todos aquellos que tengan otras opciones políticas, que ya hayan decidido votar por otros candidatos (incluidos algunos que también son opositores) necesitan ser vigilados y corregidos. Como siempre decimos, la desespe­ración es probablemente de las peores compañías en una campaña electoral.

Los mismos que un día prometen eliminar los exámenes de ingreso a la facultad pública, que al otro dicen que van a hacer vito de medicamentos gratuitos en los hospitales públicos, y que le van a quitar a los niños el almuerzo y merienda escolar.

El nivel de desesperación es por un puñado de votos o tal vez muchos. Nunca lo sabremos, pero el precio no lo pueden pagar la libertad de las personas.

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