• Por Josías Enciso Romero

En su momento fue uno de los dirigentes deportivos más caris­máticos de nuestro medio. El primer ganador internacio­nal a nivel de clubes. Desper­taba simpatía hasta en sus más recalcitrantes adver­sarios, aunque guardando la compostura pública, por supuesto. Era una admira­ción oculta. A mediados del año 2002, un heterogéneo entorno, incluyendo algu­nos intelectuales, le tientan a incursionar en política y participar de las internas del Partido Colorado del 22 de diciembre para disputar, en caso de ganar, la Presidencia de la República, en las elec­ciones marcadas para el 27 de abril de 2003. Había ante­cedentes en la familia, pues su hermano fue integrante del movimiento Tradicio­nalista bajo el liderazgo del doctor Juan Ramón Chaves, en las postrimerías de la dic­tadura de Alfredo Stroess­ner. Así que aceptó el con­vite. Las encuestas ya habían traspuesto los límites de las preferencias mediáticas (ranking de radio, diario y televisión) para quedarse a vivir en el campo político. De manera que su equipo con­trató una empresa dedicada a este negocio para medir su grado de penetración en las masas republicanas y su por­centaje en cuanto a intención de votos. Cuando le trajeron la muestra le dio una rápida hojeada y, luego, enfadado, tiró las hojas al aire. Y con ese estilo suyo tan peculiar habría exclamado (habría, pues, no hay registros cier­tos del hecho): “¿Cómo voy a perder en una encuesta que yo pagué?”.

Don Cecilio no solo tiene una memoria prodigiosa, sino un puntilloso archivo. “Cuando Duarte Frutos (Nicanor), seducido por Was­mosy (Juan Carlos), traiciona a su mentor y protector polí­tico, el finado Ángel Roberto Seifart, el movimiento Tra­dicionalista Renovador se fractura. Un grupo nos que­damos con el ‘Comandante Cero’ (Seifart). Parte de ese grupo, me incluyo, integra­mos en el 2002 el proyecto de Osvaldo (Domínguez Dibb) y, a pesar de que nuestro adver­sario (Duarte Frutos) venía haciendo campaña desde 1993, obtuvimos un buen resultado. Había ayudado mucho que Olimpia ganara la Copa Libertadores ese año”. Y añadió: “Como buen deportista, ODD fue el pri­mero en felicitar al ganador y, fiel a su estilo pelotero, le llevó la propuesta de organi­zar una ‘marea colorada’. La reacción ante la encuesta que me preguntaste desconozco, pero puedo asegurarte que Osvaldo es el creador de la ‘marea colorada’ dentro de la Asociación Nacional Repu­blicana”, concluyó mi nostál­gico vecino.

La anécdota de la encuesta probablemente sea una leyenda urbana, ajustada a la personalidad de ODD, pero es oportuna para edulcorar un ambiente crispado por los sondeos de opinión enfoca­dos en las elecciones gene­rales del próximo 30 de abril. Crispación que se adueñó con exclusividad del territorio de la Concertación Nacio­nal opositora. Se observa una contracción brusca de músculos y nervios. Es que la descompostura irasci­ble de Efraín Alegre impide “celebrar” incluso aque­llas encuestas de empre­sas amigas en que aparece como ganador por una cen­tésima de segundos y dentro de los cálculos del margen de error, porque se encargó de desacreditar “las mentiras gigantes de las encuestas”. Así como su jefe de campaña, Manuel Morínigo, quien se desgañitó contra la “gran mentira de las encuestas”. No especificó a cuál o cuá­les encuestas se refería. Es que, en su exorbitada deses­peración, metieron a todos en la misma bolsa. En el caso de Morínigo, hasta a su her­mana, la que ahora concedió una oreja de ventaja al can­didato de la Concertación y presidente del Partido Libe­ral Radical Auténtico. El otro que giró en corto es el egre­sado de los pasillos de la Uni­versidad de Harvard, quien, mientras los demás entra­ban a clases, él se dedicaba a alimentar con nueces a las ardillas del campus. El becado a los Estados Uni­dos por don Mario pontificó con su acostumbrada y pre­sumida pose doctoral: “El lastre de Cartes (Horacio) hunde a Peña en las encues­tas. Grave costo para los colorados. Por primera vez el candidato opositor lidera”. Su vacío de honestidad inte­lectual le hace escribir “las encuestas” cuando que, en realidad, es su encuesta. O, quizás, conectado como está a la Concertación (con la promesa de ser ministro de Educación y Ciencias), ya estaba enterado del son­deo de la hermana del jefe de campaña de Alegre que se publicó días después. En fin, el tocayo del inventor del pararrayos (aunque él eligió inventar la venta de humos) prefirió ningunear las cua­tro (ojo, 4) encuestas que le dan ganador al aspirante presidencial por el Partido Colorado, Santiago Peña, con una diferencia promedio que supera los diez puntos. Des­conozco que algunos de estos trabajos fueran ordenados por la ANR o sus candida­tos. Hasta el politólogo de la Concertación, Marcos Pérez Talia, decidió no opinar y se guardó en bolsa aquello de que “debe haber consecuen­cias para este actuar inmoral de las encuestadoras”.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Yo, particularmente, no creo en todas las encuestas, pero reivindico La Encuesta como herramienta de medi­ción. De precisión, a veces, de aproximación, otras. Son como los medios de comu­nicación: la credibilidad se gana con una trayectoria de responsabilidad, coherencia y honestidad. No con charla­tanería. Ni con vacuas fra­ses hinchadas con insulsas lavaduras. Ni con “tortas” o cuadros dibujados con cra­yón. Si Efraín Alegre desecha cuatro muestras representa­tivas que le ubican diez pun­tos abajo y cree en las dos que le dan un estrecho margen a favor, allá él. Total, aunque esté perdiendo cuatro a dos, él pagó. Y como diría nues­tro legendario personaje, si él pagó, tiene que ganar.

El otro que giró en corto es el egresado de los pasillos de la Universidad de Harvard, quien, mientras los demás entraban a clases, él se dedicaba a alimentar con nueces a las ardillas del campus.

Es que la descompostura irascible de Efraín Alegre impide “celebrar” incluso aquellas encuestas de empresas amigas en que aparece como ganador por una centésima de segundos y dentro de los cálculos del margen de error.

Dejanos tu comentario