• Por Aníbal Saucedo Rodas.

El mensaje de victoria de Santiago Peña fue lo suficientemente nítido, explícito, para evitar cualquier posibilidad de interpretaciones equívocas. Es, además, coherente con el discurso que venía desarrollando durante toda su campaña electoral el ahora candidato del Partido Colorado a la Presidencia de la República. Es, también, un mensaje que trasmite dignidad, y que, más allá del cinismo y la hipocresía de los abrazos fingidos (por un pedazo de garrón), lo más sustancial en la vida son las convicciones. Ciertamente, ganar es importante, pero nunca a cualquier precio. Por eso sus declaraciones confirman aquella expresión acuñada en acero por el gran escritor argentino Tomás Eloy Martínez: “Para tener valor, hay que tener valores”.

Por encima de las furibundas críticas inflamadas de montaraz sectarismo de los medios de comunicación que pretendieron doblegarlo, Peña tuvo la decencia de anunciar que “habrá abrazo republicano, pero no con aquellos que se olvidaron de la gente cuando más necesidad había; los buenos líderes se sacrifican por su gente, no sacrifican a su gente por sus intereses”. Y arremetió indubitable: “No luchamos para estar igual, luchamos para que los paraguayos estén mejor”. Estas espuelas hicieron brillar la sangre en los ijares de la corrupción. El primero en corcovear fue Nicanor Duarte Frutos, el hombre moralmente más averiado en el Gobierno del mayor latrocinio en la historia política del Paraguay. Quienes lo conocimos años atrás, nunca nos imaginamos que su codicia “sin límites” lo arrastraría hacia el fangoso escenario de lucrar con los recursos que deberían ser destinados a los sectores económicamente más golpeados de nuestra sociedad. Si la miserabilidad humana tuviera un rostro ya saben qué imagen reflejaría.

Sus periodistas, siempre “a las órdenes”, el lunes 19 de diciembre lo entrevistaron. El gran perdedor fue el protagonista. Decimos gran perdedor porque fue el número uno en la lista nacional para miembros de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana y quedó tercero, detrás de “Felipito” Salomón de su mismo movimiento. Sí, “Felipito”. Ni siquiera fue Óscar “Cachito” Salomón, en cuyo caso la derrota hubiera resultado menos dolorosa. Lo decimos sin ánimo de subvalorar al actual intendente de la ciudad de San Lorenzo. Solo hacemos una analogía con los argumentos que suele esgrimir el “mariscal de la derrota” para justificar su sinuosa trayectoria política.

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El que fuera presidente de la República y titular de la Junta de Gobierno del Partido Colorado apenas obtuvo 68.228 votos, muy por debajo, repetimos, de “Felipito”, quien alcanzó la cifra de 90.949. Su antiguo compañero del Movimiento Tradicionalista Renovador (MTR) y actual enconado adversario José Alberto Alderete Rodríguez (Honor Colorado), a quien constantemente solía menoscabar tratando de ridiculizarlo con chabacanas burlas, golpeó el pico de 115.895 votos. Pero este terrorista depredador del erario, no aprende. Le desahucia tener que vivir de sus “ahorros”.

No aprende, decimos, porque ayer nomás declaró que “aquí el que tiene que empezar a articular un discurso de unidad, pero en serio, es Honor Colorado, no nosotros. La soberbia que pueda existir en Honor Colorado le puede llevar a grandes dificultades”. Y, con las espuelas dolientes clavadas en sus costados, acusó que “‘Santi’ Peña es un hombre polarizante en el partido y la sociedad paraguaya, de manera que tenemos que unir al partido, y para eso hay que hablar con sinceridad. Aquí nadie irá corriendo junto a nadie”. Y añadió en guaraní: “Aquí vamos a hablar de cómo se va a administrar el poder. Y bueno, no quieren hablar de eso, adelante, que vayan (solos). Si creen que van a estironearnos nomás están muy equivocados”. Claro, como el mensaje de Santiago Peña. Quiere sentarse a “negociar”. Probablemente impunidad por su paso destructor por Yacyretá y la “estabilidad laboral” de sus operadores políticos y parientes y recomendados de su familia política. Interés de contribuir para el desarrollo del país, no creo. Nunca tuvo más intereses que sus propios intereses.

En el caso de Nicanor Duarte Frutos ya nada debe asombrarnos. Ahora quiere que le convoque al que menospreciaba como “tembiguái de Cartes (Horacio)”, el hombre sin “autonomía” que pone su “inteligencia al servicio del mal”. No entiendo. ¿No era que “el oficialismo colorado no tiene ningún interés en el abrazo con el cartismo”? Al final, quiere seguir manoteando, no importa cómo, una parcela de poder para continuar disfrutando de la plata dulce. Y no tendrá pudor ni empacho para abrazarse con los jefes, según sus propias acusaciones, del “crimen organizado”.

Debería mostrar un poco de dignidad, aunque sea en la vejez. Carece, de yapa, de cualquier autoridad moral para criticarle a nadie. Porque utilizó Yacyretá como despensa privada para lucrar con víveres y comprar indulgencias. El domingo, nomás, la coordinadora general del Área Social, Noelia Núñez de Figueredo, fue echada del Colegio Nacional Defensores del Chaco de Mariano Roque Alonso, al grito de “fuera, fuera, fuera”. En estos momentos, abrazarse con Mario Abdo Benítez y Nicanor Duarte Frutos sería como recibir el beso de la muerte. Atarse a los escombros que pueden arrastrar a la derrota segura.

Los grandes perdedores del domingo fueron Mario Abdo Benítez, Nicanor Duarte Frutos y las cadenas mediáticas de los grupos de Natalia Zuccolillo y A.J. Vierci. Se derrumbó el mito de los que decían manejar la opinión ciudadana. Y de los que se creían propietarios, por “herencia de sangre”, de la Asociación Nacional Republicana. El humo distrae por algún tiempo, pero luego, irremediablemente, se disipa. La verdad siempre prevalece. De mi parte seguiré sentado en la puerta de mi casa. Mirando.

No aprende, decimos, porque ayer nomás declaró que “aquí el que tiene que empezar a articular un discurso de unidad, pero, en serio, es Honor Colorado, no nosotros”.

Los grandes perdedores del domingo fueron Mario Abdo Benítez, Nicanor Duarte Frutos y las cadenas mediáticas de los grupos de Natalia Zuccolillo y A.J. Vierci.

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